La 72ª ceremonia de los premios Emmy de 2020 será muy particular. Programada para el 21 de septiembre, la pandemia convertirá a esta tradicional premiación en algo distinto: será la primera vez que los nominados no caminarán por una alfombra roja impecable, sonriendo a la cámara, mostrando sus vestidos y peinados. Esta premiación particular –los organizadores están intentando sacarle el jugo a que los premiados reciban las estatuillas de entre casa (parte del atractivo es que, en lugar de hacer videoconferencias, planean enviarles cámaras profesionales y operadores a las casas de las estrellas del espectáculo)– tiene como principales nominados a Watchmen, con veintiséis nominaciones, y La maravillosa Señora Maisel, con veinte. De esta última, creación de nada menos que de Amy Sherman-Palladino.
Sherman-Palladino es una directora y guionista que digirió la serie Gilmore Girls, producida por Warner Bros. y emitida al aire de 2000 a 2007. En ella se contaba la historia de Lorelai (Lauren Graham) y su hija, Rory (Alex Borstein), que vivían en el entrañable pueblo de Stars Hollow y estaban obligadas a cenar todos los viernes en la casa de sus padres ricachones. A medida que pasaba el tiempo, a ellas dos les pasaban cosas, cambiaban de trabajo, Rory iba a otro colegio, Lorelai se estaba por casar con un novio, aparecía el padre de Rory, aparecía un novio nuevo que traía problemas, se rompía algo de la casa, tomaban café, veían películas e iban a recitales.
En la última temporada, los directores no lograron que Warner Bros. les pagara lo que ellos querían y los capítulos finales fueron hechos por unos directores que opacaron la historia. Un final triste para quienes crecieron y atravesaron la adolescencia de la mano de esta familia de dos integrantes mujeres y ningún padre. Hace unos años, Netflix preparó un premio consuelo cuando produjo un especial fatídico de cuatro capítulos que solo sirvió para ver cómo habían envejecido los personajes. Luego de Gilmore Girls, Sherman intentó con The Return of Jezebel James en 2008 y Bunheads en 2012. Pero no tuvo éxito: la primera no llegó al cuarto episodio y la segunda fue cancelada al terminar su primera temporada. Diez años más tarde, Palladino está de regreso con una superproducción que ocupa el segundo lugar en cantidad de nominaciones a premios Emmy de este año.
La maravillosa Señora Maisel está protagonizada por Rachel Brosnahan, quien interpreta a una artista de stand up dispuesta a hacer cualquier cosa por inventarse una carrera en la comedia, va por su tercera temporada y, como cuentan ellos mismos, al ser producida por la mega empresa Amazon-Prime les da la posibilidad de crear escenas de alta complejidad presupuestaria. Si bien comparte el registro con Gilmore Girls –guiones gigantes que necesitan de conversaciones veloces e interminables que uno puede disfrutar si está dispuesto a perderse en el torbellino de palabras, personajes que comen cantidades ridículas de comida en bares tan cálidos y pintorescos que parecen una caricatura, dramas familiares que se transforman en comedias desopilantes e incansables guiños a la cultura pop y rock–, se diferencia en que narra la historia de la mujer en un mundo de hombres en clave feminista y retrata los años sesenta en Nueva York, con vestuarios que no le ganan a Mad Men, pero podríamos decir que le compiten. A la vez, aprovecha para mostrarle al mundo cómo es el judaísmo estadounidense desde adentro.
La historia empieza la noche en la que su esposo, Joel Maisel (interpretado por Michael Zegen), angustiado por el terrible fracaso de su incipiente carrera de humorista de stand up, le dice que tiene un amorío con su secretaria y que quiere separarse. Miriam Masel no sabe qué hacer con su vida, no entiende de qué forma se mueve una mujer divorciada, y siente que su vida se cae a pedazos. En ese estado de angustia e incertidumbre, cae alcoholizada en el mismo teatro en el que su marido fracasó intentando hacer reír al público, es atraída por las luces resplandecientes del escenario, se sube a apoderarse del micrófono y abre su corazón con un humor deforme y salvaje. El público ríe a carcajadas, ella termina mostrando las tetas (preguntándose qué hacer con ellas), y la policía la detiene por exhibicionismo. Así arranca su imparable carrera como comediante.
Tal vez sea un problema para los seguidores de su primera producción la imposibilidad de dejar de comparar a los personajes de las dos series. Roza la melancolía pensar que Miriam –a quien, siguiendo con la costumbre de los judíos metidos en una sociedad que necesita de nombres no judíos, algunos llaman Midge– es a veces Rory y a veces Lorelai; que su madre Rose Weissman es muy parecida a Emily Gilmore; que Susie Myerson es un personaje novedoso, aunque a veces parece una mezcla entre Kirk, el loquito del pueblo de Stars Hollow, y Miss Patty, la profesora de danza y actriz fracasada; y que Abe Weissman es una versión judía de Richard Gilmore. Tal vez nos perdemos de algo por arrastrar un pasado que nos hace enloquecer cuando nos damos cuenta de que Paris Geller, o sea, la actriz Lisa Weil, aparece haciendo de la bajista de Shy Baldwin. Algunos verán esta serie como algo nuevo, salido de la nada, pero los que aprovecharon cuando Netflix subió Gilmore Girls para hacer un rewatch y ver la serie de forma ordenada y darnos cuenta de que nos sabemos partes de los guiones de memoria, veremos lo que hizo Amy Sherman como la continuación de eso que viene haciendo hace veinte años.