Hace poco más de dos semanas atrás se estrenó una de las temporadas más esperadas del año: la segunda parte de Stranger Things, la serie ochentera de ciencia ficción que arrasó con la audiencia en 2016. Después de varios tráilers que revelaban que Eleven estaba viva y que Will seguiría formando parte de la historia, la segunda entrega de este éxito nerd logró que más de uno se pasara ocho horas (o más) frente al televisor devorándose la temporada completa.
Lo cierto es que esta segunda parte de la historia está a la altura de la primera y apunta más alto en cuanto a efectos especiales y visuales, a “villanos” sobrenaturales, e incluso agrega uno humano: Billy, un adolescente ultra violento y competitivo, que servirá como antagónico para nuestro ya querido Steve. Junto con él viene su hermana Max, una chica “distinta”, que ama los videojuegos, el arcade y anda en patineta, el sueño de los pibes. Max viene a agregar una imagen femenina al grupo mucho más humana que Eleven y a cubrir los baches que ésta ha dejado al estar alejada del grupo. Los niños han crecido, están super púberes, con otros intereses además de su grupo de amigos (chicas y estética, por ejemplo), aunque no han cambiado su gran pasión por la ciencia, los fetichismos nerd y el impulso infantil de salvar al mundo. Tal vez sea Eleven la que experimente cambios más profundos, al convertirse en una persona para dejar de ser un experimento, pero en sí, esta temporada recorre bastante las individualidades de los chicos que nos conquistaron en 2016. Luego de la experiencia traumática vivida con Will y todos los sucesos que se siguen desprendiendo de eso, los niños modifican sus carácteres y esta temporada investiga introspectivamente esos cambios. Al mismo tiempo, toman protagonismo nuevos personajes y la historia hace foco principalmente en las fuerzas sobrenaturales y la investigación para combatirlas.
Mientras la primera temporada se presentó muy novedosa a cada segundo y deslumbró por su originalidad, era sabido que no podía sostenerse sólo con referencias al cine sci-fi de los ‘80 o con cuatro niños simpáticos. Los hermanos Duffer (creadores de la serie) parecen haber sido plenamente conscientes de esto y, al tiempo que mantienen la esencia de la producción y el universo al cual homenajean a cada segundo, apuestan a un compromiso más profundo con la historia. Podríamos decir que la primera temporada tiene muchas referencias a The Goonies, E.T., Stand by Me, etc., mientras que esta segunda contiene reminiscencias más del estilo de The Thing de John Carpenter o de Jaws de Spielberg, donde lo central es “el monstruo” que acecha.
De Stranger Things aún nos quedan dos temporadas más (al menos), y aunque ésta nueva entrega no ha sido de lo más entretenida o novedosa, hay mucha tela por cortar. Al mismo tiempo, estos niños se convierten en cada vez más icónicos, con sus estilos retro y sus personalidades de adultos en cuerpos de púberes.