En un principio, The Midnight Gospel parece una serie animada como cualquier otra que podría crear Pendleton Ward, el padre de Hora de aventura, con su estilo desbocado, lisérgico y repleto de hipérboles color pastel. Algo que no sería poca cosa y estaría muy bien. Además, la idea básica es simple pero abierta a miles de posibilidades: Clancy es un chico fucsia que se compra un simulador de universos de segunda mano que le permite viajar a distintos planetas y entrevistar a personajes de lo más variados para su podcast espacial llamado The Midnight Gospel.
Empieza el primer capítulo y todo parece bastante convencional -dentro de lo que la mente delirante de Ward permita-, hasta que Clancy se encuentra con su primer entrevistado y empiezan a hablar sin parar de temas profundos y delicados mientras se embarcan en frenéticas aventuras apocalípticas sin relación alguna con la charla. Acá la serie se parte en dos: por un lado va la imagen, y por el otro las palabras, ambas con una carga densísima de información. Ante tanto estimulo disociativo, nuestro cerebro también corre peligro de partirse. ¿Qué pasó?
Lo que sigue son algunas puntas para sacarle un mayor provecho a este gran artefacto audiovisual, tan extraño e inédito por las nuevas formas de atención y consumo que requiere. Y no, claramente no es para niños. Ni para todo el mundo.
El podcast originario
Lo que pasó es que las charlas de Clancy son entrevistas reales a personas reales de este mundo (aunque algunos no lo parezcan) y fueron hechas previamente para un podcast también real y preexistente. Son fragmentos de The Duncan Trussell Family Hour (TDTFH), un podcast de culto en Estados Unidos que ya está por llegar a las 400 emisiones. Como su nombre lo indica, lo conduce Duncan Trussell, quien ya lleva casi dos décadas en el mundillo de la comedia como guionista y actor en pequeños papeles pero que fuera de su país no lo conoce nadie. Ward sí lo conocía y era fan de TDTFH, así que cuando dejó Hora de aventura en 2014 le sugirió a Duncan animar su podcast. Y así nació el híbrido (¿será el origen de un nuevo formato?): Ward se encargó de la animación y Duncan le puso la voz a Clancy, seleccionó clips de su programa, y sumó canciones propias en los créditos finales de cada episodio. De esta manera, The Midnight Gospel corre por dos vías paralelas que raramente se tocan, y si todo se vuelve demasiado, se puede optar por una sola vía igual de interesante. Se puede poner en mudo y flashear con la animación, se puede subir el volumen, ajustar doblaje de ser necesario, y escuchar mientras se limpia la casa. Se puede repetir de una u otra forma y siempre aparecerán detalles nuevos. Pero claro, el verdadero desafío está en el consumo integral del programa como un todo.
Las personas detrás de las entrevistas
Esta primera temporada (una segunda aún no ha sido confirmada) consta de ocho capítulos que, por suerte para nuestra salud mental, no pasan de la media hora de duración. En cada uno hay un Clancy/Duncan en la forma de un avatar diferente, un planeta al borde del colapso, y un entrevistado de cierto sector contracultural estadounidense, compartiendo opiniones sobre drogas, meditación y cómo lidiar con la muerte, entre otras cuestiones existenciales. Son conversaciones que uno no tiene muy seguido sobre temas que tratamos de evitar. Son diálogos fuertes y densos, pueden abrirte la cabeza o angustiarte, o las dos. Y a eso encima se le agrega la vorágine visual. Maratonear está contraindicado.
En el primer capítulo, nuestro spacecaster viaja en un cuerpo musculoso por un mundo azotado por zombies y cae, literalmente, sobre un hombrecito pelado de gafas que resulta ser el presidente de ese ¿país? Mientras dispara con un rifle desde la terraza de lo que podría ser la Casa Blanca, debaten sobre lo benigno del consumo de marihuana frente a la ingesta de pastillas. El hombrecito afirma que no existe la sobredosis de cannabis, que el combo mortal es el de alcohol y pastillas, mientras Clancy/Duncan le cuenta cómo casi se muere por beber y tomar somníferos inocentemente en una fiesta. ¿Por qué un presidente que habla tanto sobre drogas? Porque la persona detrás en realidad es el Dr. Drew Pinsky, un médico mediático de Estados Unidos especialista en adicciones, posiblemente conocido en Latinoamérica por ser el host del reality Celebrity Rehab, emitido por MTV entre 2008 y 2012. Por el programa pasaron en estado lamentable famosos como Dennis Rodman, Daniel Baldwin, Steven Adler de Guns N’ Roses y Mike Starr de Alice in Chains. Este último se suicidó años después, al igual que otras cuatro personas que habían pasado por el reality. Ante las críticas y el escándalo, el Dr. Drew decidió cancelarlo. Como mediático yanqui de los junkies, su credibilidad podría ser un poco dudosa pero algo sabe de estas cosas y su postura queda clara al afirmar que “no hay drogas buenas o malas”, que los problemas pueden surgir de las circunstancias de su uso y de la relación que se genera entre el químico y la predisposición biológica de las personas.
En el tercer episodio hay un hombre con una pecera por cabeza, que habla a través de un pececito, navegando en un barco pesquero multicolor tripulado por gatitos artistas. Como si este cuadro general fuese poco, en este caso es fundamental saber quién es esa persona para entender realmente la charla. Se trata de Damien Echols, uno de “Los Tres de West Memphis”, caso de resonancia en Estados Unidos que en 1993 declaró culpables a tres amigos de 18 años por el asesinato de tres niños. Ellos no tuvieron nada que ver pero como se vestían de negro, escuchaban metal y leían sobre brujería, y la comunidad era de las más evangelistas del país al punto de pertenecer a una zona que se llama Cinturón Bíblico, los falsos culpables fueron entregados en bandeja. Por considerarlo el cabecilla, a Echols lo condenaron a muerte (a los otros dos a perpetua) y estuvo 18 años preso esperando la inyección letal. El caso se revirtió y fueron liberados gracias a la presión de la opinión pública producto de una serie de documentales sobre el caso (Paradise Lost de 1996 tiene dos secuelas que fueron actualizando la situación, ambas con subtítulos disponibles en YouTube) y la militancia que exigía su libertad. El tipo sobrevivió casi dos décadas en el corredor de la muerte gracias a una meditación que se conoce como magia ceremonial, una mezcla difícil de entender de cristianismo y judaísmo esotérico con prácticas de circulación de energía que vienen de técnicas chinas ancestrales como el taoísmo. Puede parecer un delirio, pero a este hombre le salvó la vida y de eso habla con Clancy/Duncan, que esta vez tiene la forma de una papa gigante, narigona y sin brazos. “Agradezco el tiempo que pasé en prisión, hasta por las cosas más horribles que me pasaron”. Por el dolor mental y físico producto de las palizas, se vio obligado a explorar esas prácticas espirituales, encerrado era lo único que podía hacer. “Cuando salí de prisión, ya ni siquiera sentía que estaba preso. Mi celda era como una torre de control desde donde podía alcanzar cualquier cosa”, dice en un momento y realmente impresiona. Por más excéntrico que parece todo, su historia de supervivencia es tan contundente que puede llegar a tirar abajo cualquier incredulidad o prejuicio que podamos tener sobre estas búsquedas espirituales.
El siguiente capítulo baja la intensidad visual logrando un buen equilibrio de ritmo entra la animación y la conversación, que además es de las sensatas de la temporada. Trudy Goodman es psicoanalista y especialista en meditación budista pero aquí es una guerrera medieval que atraviesa un bosque lúgubre junto a Clancy para rescatar a su novio del trasero del Príncipe Culote. Mientras montan en Casiopea, su yegua fantasmal, reflexionan sobre cómo hace falta el apoyo de una comunidad para lograr perdonar y muchas cosas más. Trudy cuenta que cuando llegó a la ciudad estaba sola y por eso se empezó a juntar con un par de personas hasta que terminó armando un centro. “No me canso de repetirlo: si no tenemos un hogar quizá podamos crearlo”. Se refiere al centro de meditación sin fines de lucro InsightLA, que hace casi 20 años viene ofreciendo en Los Ángeles -también de manera online- retiros, clases de mindfulness y “prácticas de la compasión”. Clancy/Duncan dice que la meditación sirve para aprender a escuchar, pero Trudy aclara que no solo a los demás, también a “nuestro propio cuerpo, a los sonidos de nuestro alrededor que nos centran en el presente, a nuestra voz interior y a nuestra intuición”. Y concluye: “Siempre que ignoro esa intuición es un desastre. Escuchar atentamente también protege nuestra vitalidad”.
El capítulo 5 es todo lo contrario al anterior y resulta uno de los más complejos: imaginería críptica cargada de simbolismo, diversas técnicas de animación, una trama visual que no sin angustia repite una y otra vez la muerte de un preso, y un entrevistado a tono, el inquietante ¿escritor? Jason Louv. Como Echols, él también se dedica a la magia ceremonial pero además maneja la pagina web Ultraculture, cuyo último artículo, firmado por él, se titula “Los ángeles son matemáticos: cómo los ángeles y las sociedades secretas moldearon la historia”. Su catalogo de libros es una ensalada que incluye transhumanismo, la multinacional Monsanto entendida como una conspiración transgénica, la lengua enochiana -el idioma de los ángeles avalado por la comunidad ocultista- y hasta la confección junto con Genesis P-Orridge -célebre fundadora de la música industrial al frente de Throbbing Gristle- de una recopilación de textos e imágenes de Thee Temple Ov Psychick Youth, culto experimental que la recientemente difunta Genesis formó en los 80, integrado por diferentes artistas con influencias del oscurantismo y la magia del caos. Pero Louv es tan diverso que en vez de hablar sobre algo de todo eso con Clancy/Duncan, se dedicó a tocar otros temas no tan polémicos y sin profundizar demasiado, como las conciencias conectadas de una teoría hindú. Esta vez es más divertido dejarse llevar por las imágenes y los intentos de fuga del mudo Bob y no prestarle tanta atención a la entrevista de su ave gemela parlanchina.
En el episodio 7, Clancy mantiene su cuerpo -pero en blanco y negro- y habla con la muerte. Le recuerda cómo se llevó a su padre ya senil, mientras cual endoscopía salen a través de un ascensor por el ano de una bestia indescifrable. Junto a ellos, un demonio y un saxofonista angelical se revuelcan con pasión mientras el emperador opera el elevador y se emborracha con vino. Después de repasar el surgimiento de los embalsamadores durante la Guerra Civil, la parca le dice a nuestro entrevistador que EE.UU. es el rey del encubrimiento de la muerte, que el negocio funerario que se formó a su alrededor la convirtió en tabú, alegando entre otras cosas que un cadáver es peligroso y requiere de un servicio urgente para retirarlo. Si no se hace caso a esto, aquellos que se animan a pasar un rato junto a sus muertos antes de llamar a la funeraria “terminan viviendo una experiencia mágica y transformadora”, concluye. “Es como chocolate y cachorritos”. Quien habla encarnando a la muerte es Caitlin Doughty, y al investigarla un poco se hace evidente que nadie podría hacerlo mejor que ella: directora de una empresa funeraria sin fines de lucro, escritora, youtuber (su canal Ask a Mortician tiene más de un millón de seguidores gracias a la ligereza y el humor con que se tocan los temas) y activista por la aceptación de la muerte y la reforma de las prácticas de la industria funeraria en occidente. A través de The Order of the Good Death, organización que fundó en 2011, alienta a que la gente se amigue con la muerte y tenga conocimiento y poder para tomar sus propias decisiones cuando pierde a alguien cercano. Además, propone opciones más sostenibles como velorios en las casas y entierros naturales, libres de ataúdes, nichos y cementerios. Con la pandemia del coronavirus, su filosofía mortuoria también se vio afectada y no paran de lloverle consultas. Ella fue aprendiendo sobre la marcha y responde con responsabilidad desde su canal y su organización.
De alguna forma, el capítulo con Caitlin como la muerte funciona como prólogo para el siguiente, el grand finale: Clancy, que ahora es más Duncan que nunca, entrevista a Deneen Fending, que no es otra que su madre en fase terminal de un cáncer de huesos. Como es de esperarse, la charla es fuerte, pero también muy sincera y amorosa. Ella primero le da consejos de meditación, concuerdan que es una práctica espiritual que te prepara para la muerte, y luego discuten cómo lidiar con ella. Deneen le dice a su hijo devastado que hay que aceptar la idea de nuestra finitud y para eso hay que abrir el corazón, aunque de miedo y duela, porque en definitiva eso que duele es amor. Como si fuera poco, en este episodio la animación acompaña el diálogo con una sensibilidad abrumadora en un ciclo de la vida donde Clancy es un niño que crece y envejece junto a su madre, quien a su vez renace para cuidar a su hijo anciano. Luego se vuelven planetas en una galaxia de supernovas y agujeros negros donde finalmente expresan su amor en una especie de despedida. La entrevista se hizo en 2012, Deneen murió al año siguiente a los 65. Resulta inevitable pensar lo lindo que hubiese sido que ella viera este episodio antes de partir, y lo conmovedor que habrá sido para Duncan hacerlo.
Y así, con ojos húmedos (animados y reales) termina esta primera temporada, con una reflexión muy potente sobre un tema delicado y universal que nos convoca a todxs. No sería raro que los que se la bancaron hasta el final (¡y qué final!) queden sin aliento, deseando una segunda temporada. Lo que acabamos de ver es único e inexplicable. Que este alienígena además haya aterrizado en el terreno siempre tibio de Netflix también.