El concepto de experiencia es un concepto muy familiar en esta última década del siglo XXI. El ser humano quiere vivenciar al máximo cada momento, viaje, espectáculo o show como si fuera único e irrepetible. Este tipo de experiencia involucra los sentidos, es decir, lo que se ve también se puede escuchar, tocar, si es posible oler y hasta comer, mediante distintos dispositivos que permiten que esto pueda pasar en simultáneo.
La nueva serie de Netflix, El otro turismo, juega con la sed de experiencia del espectador y se enmarca dentro de este nuevo tipo de tours pensados para gente que visita lugares a los que nadie quisiera ir: zonas de guerra, sitios donde hayan ocurrido desastres naturales, recorridos en áreas donde hubieron explosiones nucleares o experiencias extremas como simulacros de primeros auxilios sobre temblores en Japón o la recreación del cruce de ilegales de la frontera de México con Estados Unidos. Es extraño pensar que hay empresas montadas detrás de estos tours, pero más extraño es pensar que haya gente que paga por esto.
El periodista y actor neozelandés David Farrier es el conductor de la serie y el encargado de vivir en carne propia y durante 8 episodios de 40 minutos, todo tipo de situaciones extremas y recorrer lugares inhóspitos, olvidados y peligrosos. Desde un recorrido por Medellín con el ex mano derecha y sicario de Pablo Escobar, visitar zonas expuestas a la radioactividad tanto en Fukushima Japón como en El polígono en Kazajstán, vivenciar exorcismos y rituales vinculados con la muerte y recorrer zonas cerradas y políticamente complejas como Turkmenistan y Johannesburgo, etc.
Desde su rol de presentador, el periodista se muestra por momentos un tanto incrédulo y escéptico a ciertas cuestiones que tienen que ver con lo paranormal y las creencias nativas de las distintas regiones que recorre. Si bien es empático con todos los personajes con los que se cruza a lo largo de los episodios, no puede evitar emitir comentarios que dan cuenta de su sesgo moral; se hace evidente que se ve atravesado por un shock cultural que no puede superar.
De todas formas, la serie instala preguntas que en más de un caso no encuentran respuestas, pero vale la pena detenerse a pensar en qué tipo de gente paga por esos tours, o qué clase de personas necesitan este tipo de experiencia y yendo más lejos, si es esta nueva corriente de “Dark Tourist” es una forma de frivolizar la tragedia. Así y todo, es un recorrido interesante sobre culturas y sitios que en más de un caso resultan desconocidos para el común denominador y aporta datos e información relevante para concientizar sobre ciertos temas que se desconocen.