Andry Bett es un músico elegante. En sus canciones los sentimientos desbordan, las letras seducen y los sonidos atacan de manera suave. Todo se ofrece en su justa medida y su precisión recuerda al enigmático disco Pink Moon (1972) de Nick Drake, un poco indie y un poco para adentro, como las páginas de un diario íntimo que uno lee por error.
A la hora de pensar su trabajo como diseñador gráfico, la cuestión se vuelve más revoltosa: hay un llamado a construir imágenes que puedan traspasar estilos y adaptarse a diferentes situaciones, ya sea un festival de música, un afiche en la calle o la portada de un disco. Trabajó junto a Turf, Joystick, Lichi, Fonso, Mansibal y Poncho, entre otras bandas. Mitad músico, mitad diseñador, adentrarse en su mundo es poder ver los diferentes matices de un artista a lo Frankenstein.
Andry Bett afirma llamarse Agustín Andribet, pero no hay manera de corroborarlo. También dice que nació el 15 de julio de 1998 en Buenos Aires. Señala que su infancia fue normal y feliz. Le gustaba mucho dibujar el piso, las paredes y todo lo que encontraba en su camino. “Recuerdo que llenaba cuadernos enteros de dibujos que catalogaba por tópicos: uno de Power Rangers, otro de Transformers, otro de superhéroes, otro de Pokémon“, comenta en conversación con Indie Hoy.
Aun así, considera que no hubo un momento específico donde haya decidido convertirse en artista: “Algo un poco en chiste y un poco no, que considero un punto de quiebre fue cuando en cuarto grado le insistía a mi mamá para que me deje de llevar a catequesis y pudiese empezar clases de guitarra. Diría que es un punto en mi edad temprana donde empecé a sentir que la brújula tiraba para el lado artístico“.
Hay que pensar a Bett como un receptor de estímulos diversos: el recuerdo de su padre tocando Debussy en el piano, los temas de Queen, los Beatles y Yes sonando en el auto durante un viaje familiar, las clases de historia del arte y literatura en el ILSE, el colegio donde se egresó. De más grande, el encuentro con bandas como Perras On The Beach y Usted Señálemelo generaron en él las ganas de hacer música. Todos estos elementos formaron una identidad híbrida, un poco de músico, un poco de diseñador y mucho de lanzado, de probar con lo que tenía a mano. Durante la pandemia terminó la carrera de Diseño Gráfico en la UP y con el fin de este ciclo, las herramientas creativas cobraban más fuerza.
En su trabajo como diseñador aparece el ojo de una persona joven en sintonía con su tiempo, pero entrenado a sangre fría en la observación de imágenes artísticas. El Art Déco, las miniaturas del renacimiento, la ilustración y el grafiti ochentoso, son algunos de los ingredientes con los que construye mundos donde abunda el sentido del humor y la parodia. Eso sí, digno de su generación, no se casa con nada: “Me gusta mucho estar todo el tiempo cambiando de colores, técnicas, herramientas y referencias -cuenta-. Trato de no generarme un estilo súper reconocible. Considero que el estilo propio termina por ser algo limitante y me aburre“.
Los proyectos de Bett buscan verse y sentirse elegantes. En ellos hay elementos que se pueden reconocer fácilmente, con alguna referencia al arte más clásico. Como si fueran hechas por un sastre, las imágenes tienen el corte exacto para ser súper contemporáneas pero con guiños al pasado, sin caer en el recurso de la nostalgia. Su poster para la banda oriunda de Castelar, Mansibal, parece ser una prueba exacta de esto, una infancia creada con estilo pop se ve envuelta en una negrura propia de la estética punk. Parece una imagen del estadounidense Roy Lichtenstein pero pervertida con recursos del diseñador inglés Jamie Reid.
“Honestamente no sé si tengo un conjunto de referencias claves que dictan mi criterio -admite-. Trato de estar constantemente consumiendo arte y medios, de distinto origen y forma. Un mes puedo estar obsesionado con Andy Warhol o William Eggleston, mientras aleatoriamente paso de escuchar Bob Dylan a Death Grips, y al mes siguiente me fascino con el Neo Brutalismo mientras escucho MF Doom“.
El desapego por las referencias habla de algo muy característico de las nuevas generaciones. Y nada es sagrado, ni siquiera el gusto o el estilo personal: todo puede estar sujeto a cambios y a transformaciones. Se podría afirmar que Bett mantiene una relación con el arte donde no hay lugar para la solemnidad pero sí para el juego, el vandalismo y la cruza entre elementos opuestos.
Bett considera que no tiene un método para encarar un proyecto. No hay una hoja de ruta posible cuando se superponen varios trabajos personales y de clientes a la vez. Todo es un loop donde al mismo tiempo que arranca una pieza, está terminando otra. Para trabajar utiliza una versión desactualizada del programa Illustrator, el Photoshop y el Procreate. Casi todas las imágenes pasan por los tres programas en alguna instancia del proceso.
“Actualmente estoy trabajando con Joystick, una banda de Rosario que me gusta mucho. Para su proyecto y nuevo disco, el cual venimos trabajando hace un par de meses, la búsqueda fue generar una nueva imagen bien contundente. La inspiración son las bandas rock revival del 2000, como The Strokes, los Arctic Monkeys e Interpol”, señala.
Bett está muy inserto en la industria y trabaja día a día con músicos, sellos y gestores culturales que enriquecen su trabajo visual. A pesar de que la música ocupa un lugar central en su vida, no la puede separar del diseño. Ambos caminos se retroalimentan y se enriquecen. “Esto me permite entender a los artistas, entender qué quieren, cómo comunicarlo y qué necesitan -agrega-, porque yo paso constantemente por lo mismo. Creo que es una posición bastante particular, que es la que me permite traducir conceptos y estéticas sonoras al universo gráfico”.
Honoré Daumier, uno de los máximos exponentes del realismo francés en la pintura del 1800 afirmaba: “Hay que ser de su época”. Para él era importante representar con exactitud y compromiso político lo que sucedía en su realidad. En el otro extremo de esta afirmación se encuentra Andry Bett, quien es de su época, pero por razones diferentes: su capacidad para tomar elementos de diferentes tradiciones y aplicarlos a diversas imágenes advierten un deseo por ser atemporal, sin definiciones de tiempo, espacio o estilo. Gran parte de la función de su trabajo es comunicar, pero también dar cuenta de una belleza huérfana de grandes maestros y rica en cómplices, como podrían ser los recitales e Internet.