Esta es la historia de una chica de Burzaco que un día abandonó el sueño de ser economista para dedicarse a la ilustración. Es la historia de un ser escurridizo que se mueve entre Buenos Aires y Berlín. Es la historia de Dai Ruiz, una artista argentina que dibuja mujeres, perros y floreros. Sus obras recorren el mundo y encuentran un lugar tanto en revistas de moda como en cartas de tarot.
Durante su adolescencia, Ruiz se debatía entre estudiar economía o psiquiatría. El arte aparecía de manera modesta en el colegio, y su madre estimulaba el dibujo, el trabajo con plastilina y cualquier vertiente creativa. Para la adolescente, imaginarse un camino en el arte era algo dudoso que generaba miedo pero también ganas. Durante el último año de la secundaria asistió a una exposición de universidades y fijó su atención en la carrera de diseño multimedial de la Escuela Da Vinci. Desde ahí, el destino se volvió más claro: sería la autora de imágenes nacidas en el auge de las redes sociales, especialmente de Twitter y de Tumblr.
Ruiz pertenece a una generación de artistas que supo hacer de internet una escuela. Desde sus comienzos en 2010, la ilustradora se pasó horas frente a la pantalla de la computadora, sumergida en las propuestas estéticas de Tumblr: prendas de diseñador, jarrones de culturas asiáticas, paisajes europeos, plantas y animales. Todo era devorado por la artista y a su manera armaba un mundo visual con tintes del vaporwave y el post-Internet, categorías estilísticas que reflexionan, desde la ironía y el humor, sobre los límites entre la virtualidad y lo real.
La artista dibuja mujeres pesadas y elegantes como el mármol. Cada una de ellas parece una equilibrista que posa en una cuerda floja, acompañadas de jarrones y flores. Por un segundo se las podría confundir con gólems, seres prefabricados con materia inanimada que siguen la orden de su creadora. Son mujeres frías, con caras inexpresivas y pieles marrones. No están contentas ni tristes, miran un punto fijo y esperan. A veces aparece una estrella, otras veces un galgo, el perro guardián de la artista.
Hay algo que vuelve en las obras de Ruiz: la sensación de que el color y la forma son las raíces de una arquitectura obsesiva, con procedimientos similares al Ikebana. En sus composiciones nada es improvisado, todo es el resultado de una estrategia mental: irritar los ojos de los espectadores mediante colores ácidos y brillantes. Son ilustraciones sin humor, pero con ideas asociadas a la construcción de la feminidad, la elegancia y el diseño.
Se podría pensar a Henri Matisse y a Pablo Picasso como dos grandes referencias, pero la cuestión va por otro lado. A la hora de trabajar la artista prefiere no intoxicarse con imágenes del mundo de la ilustración. En cambio se inspira en la música y en los libros de fotografías. “No me relaciono con el ámbito de la ilustración desde un lugar de referencias -cuenta en conversación con Indie Hoy-. Mucho tiempo me sentí mal por no estar conectada de esa forma con el lenguaje, pero en un punto siento que eso me formó y da lugar a mi trabajo”. Ruiz crea sus ilustraciones mientras escucha bandas como Local Knowledge y Earth. También observa con atención los trabajos de los artistas Stephanie Uhart, Anton Alvarez y Niko June, entre otros.
Su interés por la música le permitió trabajar con diferentes grupos de la escena porteña: realizó el arte del disco Oriente de Amor Elefante; junto al animador y director de arte Juan Herrera Prado diseñó las ilustraciones para el videoclip “Loba de noche“ de Ibiza Pareo; ilustró a los Arctic Monkeys para la revista Rolling Stone, y creó decenas de afiches para recitales y eventos.
Para conocer más de la historia de Dai Ruiz, uno tendría que tomar un avión a Berlín y ver si la encuentra en la calle o en una fiesta de música electrónica. También podría explorar cuentas viejas de Bandcamp, poner el tema “Do the Bambi” de Stereo Total y bailar en completa soledad. Otra opción es viajar a Burzaco y mirar el atardecer, para tratar de imaginar qué miraba esa adolescente de pocas palabras y con un pelo negro como el ala de un cuervo. Esa chica que un día le ganó la pulseada al miedo y se animó a inventarse un camino.