En las películas animadas del director japonés Hayao Miyazaki existe una técnica llamada “ma”. Representa un momento específico de la película donde predomina la calma y el silencio. En japonés, la palabra ma se usa para definir un espacio y sugiere la idea de intervalo. Las imágenes se vuelven contemplativas y el ritmo narrativo parece volverse cada vez más lento. Es un momento donde se le pide al espectador dejar de lado la trama y el bombardeo de información: se trata de mirar las imágenes como si fueran pinturas inmóviles.
El mundo del arte occidental parece oponerse al “ma”. Hay ruido, efectos especiales, ritmos frenéticos y las obras se vuelven difíciles de digerir. El espectador es consumido por miles de estímulos por segundo y su cabeza intenta procesar como puede todo lo que recibe. Pero, Federico Calandria (Mendoza, 1979) tiene muy presente a la técnica “ma” y permite un respiro, una pausa para observar con atención pero sin esfuerzo. El artista crea ilustraciones, murales, pinturas y dibujos llenos de humor y reflexión.
Calandria estudió diseño gráfico en la Universidad Nacional de Cuyo pero se considera autodidacta. De niño dibujaba caricaturas y le gustaba mirar dibujos animados como Robotech, Mazinger Z y Los Halcones Galácticos. Todo esto sirvió como un primer acercamiento a la técnica del dibujo y para armar un mapa de referencias que le sería útil a la hora de hacer murales o abordar una ilustración.
“Mi formación es una cruza entre lo autodidacta y lo académico. De chico dibujaba todo el tiempo, copiaba los libros de Astérix y Obelix o las historietas de Quino -dice Calandria-. En mi casa había siempre muchas revistas de cómics nacionales, también miraba la revista Martín Fierro”.
Los mundos de Calandria ofrecen una variedad de imágenes y personajes que van desde un chico que abre un telón de ladrillos como si fuera una cortina, un gallo que se quiere comer a un avión hasta una rata con alas de paloma que ayuda a unos artistas grafiteros a intervenir una pared. Sus murales parecen universos que se lo devoran a uno y su amplia paleta de colores vibra con fuerza, es imposible no detenerse en cada uno de los elementos, son historias corales donde no hay jerarquía entre los personajes. Abundan los animales, los cuales parecen entender algo que la humanidad perdió, también hay seres extraños, pequeños ángeles con cabeza de pirámides conectados a un plano sobrenatural, entre muchos otros.
En varias de sus obras aparece el paisaje mendocino, sus animales, sus plantas y árboles pero en clave apocalíptica o en un futuro donde la naturaleza sufrió una mutación y vuelve a reclamar lo que le pertenece. Las obras tienen esa textura imponente del street art, poseen un grado de ternura comparable con el dibujo animado Hora de Aventura y un humor digno de Ugly Americans.
El proceso creativo de Calandria consiste en estudiar temas que luego puedan plasmarse en una obra. En relación a este tema, dice: “Constantemente estoy consumiendo cosas de Internet, de las redes sociales, mientras trabajo pongo de fondo entrevistas a artistas o directamente la basura de Internet. Miro muchos videos relacionados con el esoterismo, la magia, la astrología. Intento aprender sobre lo que voy a crear, googleo y trato de sacar palabras claves que puedan ser de ayuda. Después agarro una hoja de papel y dibujo, intento no pensar y hacer varios bocetos hasta comenzar a pulir y componer. Generalmente paso el dibujo de lápiz a tinta y luego lo escaneo para pulirlo con Photoshop. También tengo una pila de papeles con bocetos o ideas a desarrollar, cada tanto la miro y saco ideas para un mural, una historieta o una ilustración”.
En los últimos años, el artista colaboró con diferentes bandas, como Usted Señálemelo, Fauna y Batos. Pero sus trabajos para Mi Amigo Invencible fueron los que lo pusieron en el mapa de la escena musical. En 2011, Calandria fue convocado por los integrantes para realizar la gráfica del disco Relatos de un incendio (2011). La tapa se compone por un gran diluvio que tapa a edificios, guitarras y otros objetos de la civilización humana mientras un sol caprichoso mira la catástrofe.
El artista y la banda se imaginaron un “mundo apocalíptico”. Esta idea del apocalipsis ya estaba presente en la música del disco y continuaría en los siguientes, a modo de una trilogía. Calandria afirma: “en el segundo disco, La nostalgia soundsystem (2013), la gráfica te cuenta qué sucedió después del diluvio, los animales tomaron el poder y gobiernan la ciudad”. Para el tercer disco, La danza de los principiantes (2015), surge un personaje llamado Raul, el único humano que sobrevivió al apocalipsis y que tiene aventuras ridículas con los animales. Calandria dice que “todo fue un proceso muy fluido donde la música inspiraba a las imágenes y viceversa”.
Luego de la trilogía, Calandria continuó su vínculo con la banda y desarrolló nuevas gráficas con estéticas y temáticas diferentes. Todas las imágenes de los discos evolucionaron con afiches, flyers, merchandising y diversos murales que funcionan como una huella de la propuesta musical y del artista invitado.
El artista intenta generar un mundo propio a partir de elementos de Mendoza o de toda la Argentina. Le interesa mezclar la crítica social con el humor, pero sin tomarse las cosas demasiado en serio. Esto se puede ver en una ilustración donde Maradona se convierte en un robot parecido a Astroboy. Con una sonrisa dulce, Diego se enfrenta a tanques de guerra y soldados salidos de un sueño bizarro. Sus obras se nutren del cine de ciencia ficción o de terror, de los animes clásicos como Akira o Ghost in the Shell. Julio Cortázar y Jorge Luis Borges son grandes referentes para sus obras y muchos elementos de esas historias con laberintos, espirales y narrativas confusas se pueden apreciar en sus dibujos o murales.
Calandria despliega un arsenal de imágenes imponentes, uno las mira y no puede evitar quedar atrapado. Sus obras construyen una mitología extraña, donde la humanidad quedó a la deriva y el mundo es un lugar gobernado por el absurdo y la incertidumbre.
Pero no hay que olvidarse de la técnica “ma”. Las obras de Calandria reclaman la pausa e invitan a generar un espacio de intimidad ante tanto caos visual. Su trabajo parece estridente, pero en el silencio encuentra una potencia única. Un diálogo de la serie animada The Midnight Gospel podría representar este cruce entre lentitud y calma sanadora. Clancy, el protagonista de la serie, le pregunta a su madre: “¿Cómo se hace para curar un corazón roto?” y la madre, con mucha paz en su interior, responde: “Llorás”. En esa respuesta tan simple como aterradora se mueve el imaginario de Federico Calandria.