George Manta lleva una extensa carrera como artista, diseñador, músico y creador de diversas estéticas para bandas nacionales e internacionales como The Dandy Warhols, Mac DeMarco, Foals, Morbo y Mambo, y Nairobi, además del arte para festivales como Music Wins, Lollapalooza e icónicas fiestas como la Undertones.
Para hablar de él, habría que correrse de ciertas ideas sobre el estilo, la educación formal y el paso a paso que tiene cualquier diseñador para construir una carrera. Su recorrido se basa en su experiencia personal de aprendizaje, la intuición y un descontento para con el sistema educativo.
Manta creció en Mar del Plata, envuelto en las olas del mar durante el verano y dedicado al skate y la bicicleta en el invierno. Desde muy pequeño se enamoró del arte de tapa de los discos y su cuarto estaba repleto de pósters y páginas de revistas musicales. Todo el material respondía a una estética ochentosa que quedó impresa en su memoria y que podría ser el origen de gran parte de su trabajo actual.
Nunca se sintió a gusto con la escuela, ni en la primera ni en la secundaria. Tuvo un paso breve por las carreras de Arquitectura y Diseño Industrial, hasta que finalmente encontró en la Escuela Martin Malharro un espacio que reunía todos sus intereses: pintura, escultura, grabado, fotografía y el diseño. “Siempre estuve en una lucha contra el sistema educativo que no me terminaba de dar lo que yo buscaba -cuenta Manta en conversación con Indie Hoy-. El formato era siempre aprender para hacer y yo quería hacer al revés: hacer para aprender“.
No terminó sus estudios en la Malharro, pero esa instancia le sirvió para descubrir algo que sería clave: la posibilidad de educarse a sí mismo. Esta fue su misión durante un tiempo y se dedicó, con sus dificultades y tropiezos, a construir una caja de herramientas que pudiera articular su gusto por el diseño, la práctica artística artesanal y la música. La instancia en la escuela de artes visuales también le permitió conocer a un gran número de artistas, músicos y agentes culturales con una visión similar sobre el arte.
“Estar en contacto con artistas, compañeros y colegas me permitió meterme más en el diseño. Me pedían diseños para sus bandas o yo mismo me encargaba de diseñar para Manta Raya, la banda que formé en la escuela. La necesidad de comunicar fechas de los shows hizo que poco a poco me metiera más en el diseño de pósters“, afirma el artista.
A Manta no le gusta encasillarse en una sola categoría. Realiza posters, diseños, ilustraciones, fotografías, videos, dirección de arte, tatuajes y mucho más. Es un artista interesado en desarrollar una estética artesanal y sumamente personal. No es el clásico diseñador que piensa una idea en base a lo que un cliente le pide, sino que busca armar una imagen a partir de sus propias necesidades.
“Decidí darle un enfoque más artístico al diseño que yo venía haciendo y al que se hace habitualmente -cuenta-. En general, los pósters son una pieza de comunicación que una persona crea para un evento específico. Esa imagen cobra más importancia a medida que se acerque el día de la fecha que está comunicando. Al otro día ya no tenía importancia y eso me mataba”. Desde entonces busca que sus diseños tengan vida más allá del evento que promocionan. Su meta es hacer de la imagen un objeto autónomo al recital y que pueda servir como recordatorio de todas las cosas lindas que se viven ahí.
Es importante destacar que las imágenes de Manta tienen un destino prefijado: ser impresas. A medida que conseguía más trabajos, notaba que todo se perdía en los abismos de Internet. Para él era importante revalorizar la naturaleza física de los posters, volviendo a su infancia donde todas las tapas e imágenes de revistas se podían tocar y sentir.
Manta es también conocido por sus retratos de músicos y personalidades que protagonizan sus pósters. En cada uno de ellos hay una especial atención a la mirada, a los ojos fríos del retratado. También hay una búsqueda por dejar pistas o señales de interés propios del autor, cosas que no se pueden explicitar y que ayudan a generar un misterio en la imagen.
Estas son pequeñas marcas de autor, pero Manta es una entidad escurridiza: no hay estilo que lo atrape, ni se nutre de las referencias propias de los diseñadores tradicionales. Siempre prioriza el primer impulso creativo, una idea que se complejiza a partir de la intuición y su contacto con materiales analógicos. Dibujar, pintar y crear de manera analógica, dejando en pausa las herramientas digitales, es otra de las características que lo diferencian y hacen de su trabajo una rareza en el medio.
Por eso Manta es también un rebelde con causa. Su historia tiene que ver con el trabajo para reconocidas bandas nacionales e internacionales, pero esto es solo un detalle. Su carrera se mueve al ritmo de no conformarse con lo que se espera de un artista, diseñador o músico. En su práctica se encuentran las claves de una entidad que vive el presente pero que valora el pasado: la posibilidad de dibujar como un niño a la hora de realizar un trabajo, la necesidad de mirar para atrás y generar afiches o flyers que traspasan el tiempo y promover la educación autodidacta, lejos de los vicios de las instituciones.
En las obras de George Manta no hay fórmulas ni recetas establecidas. Existe un dejo de libertad y melancolía, parecido a esa sensación cuando uno se queda viendo las olas del mar durante mucho tiempo.