Hubo un momento en el que los alternos se cansaron y dijeron: “basta, hasta acá llegamos”. La tribu urbana de principios del 2000 era famosa por sus looks de fantasía: collares con círculos de plásticos, hebillas de colores, moños y polleras de tul. Tenían una mirada melancólica del mundo y se refugiaban en canciones de El Otro Yo, Boom Boom Kid y Miranda!. En 2007 desaparecieron o se vieron obligados a madurar. Cambiaron la remera de Hello Kitty por una camisa de oficina y poco a poco se fueron adaptando al sistema capitalista que tanto odiaban. El mundo de los adultos los había atrapado y desde entonces son el recuerdo de una adolescencia de recitales y poesías en Fotolog. Una chispa de este universo multicolor y triste revive en la obra de Willy Fishman, artista visual, músico y cofundador de la banda Gativideo. Sus dibujos infantiles tienen una dosis de nostalgia y alegría con los cuales intenta combatir el aburrimiento.
Fishman utiliza sweaters que le quedan muy grandes, collares de colores y hebillas con forma de mariposas. Suele recorrer Buenos Aires en su bici y su día a día es misterioso. Se sabe que le dedica muchas horas a su banda Gativideo, da clases de música y dibujo via Zoom, y siempre carga con hojas y lápices en su mochila, listo para dibujar un Digimon o algún personaje simpático que sale de su cabeza.
Su rol como músico interviene mucho en la creación de sus obras. Fishman dice: “Hay una relación muy directa entre la música y mi arte. Creó música mediante la técnica del sample, corto pedazos de canciones, texturas sonoras y melodías para generar algo nuevo”. Su disco debut como solista, ¡Guachi guau! (2021) es un gran ejemplo de este procedimiento: pedazos de melodías desordenadas, el eco del trip hop, los sonidos incidentales de los dibujos animados. Todo se fusiona en un gran carrusel sonoro que por momentos genera risa y miedo. Lo mismo sucede con sus dibujos. El artista selecciona y elige diferentes personajes de televisión para construir una imagen, a modo de un collage visual lleno de referencias de la cultura pop.
Su obra se compone de pinturas, dibujos, acuarelas y esculturas con forma animal. En ellas aparecen personajes de dibujos animados como Sonic, Mickey Mouse o Pikachu. Hay flores con caras felices, cabezas de perros que sonríen y sufren al mismo tiempo y árboles con forma de empanadas. La televisión es su principal influencia y le permitió construir un gusto personal y diferentes herramientas de trabajo. Cartoon Network, Nickelodeon y Disney Channel le aportaron colores y texturas que repite en sus dibujos tiernos y, a simple vista, inocentes. A cada objeto inanimado le asigna una carita y uno se puede encontrar con un personaje de su infancia: Doreamon de la mano de Gaturro, una chica superpoderosa feliz en el obelisco o una serie de monoblocks con forma de Bob Esponja.
Fishman construye un universo infantil donde la melancolía late fuerte, como si fuera imposible no recordar esos momentos importantes de la infancia: merendar y ver dibujitos, coleccionar figuritas para completar el álbum o jugar a ser un superhéroe durante el recreo de la escuela. El artista dibuja un perro feliz para atrapar al espectador y luego ese perro se encarga de crear un torbellino de recuerdos que desordenan la mente. Algunos de sus personajes lloran y las lágrimas delatan que no todo es diversión. La obra confunde y genera dudas sobre cómo hay que recibirla, ¿tal vez no hay que sonreír cuando la observamos? Entre tanto color y alegría puede que haya un lugar para la tristeza, para esas emociones que uno oculta debajo del optimismo.
En julio, en Local De Artes Recientes, el artista junto a Sofía Vera estrenaron “Teatro Puflito”, una instalación con esculturas de perros mariposas y otras criaturas mágicas inclasificables. El escenario remitía a un salón de juegos infantil y las obras de teatro callejero. En esta obra se dio el lujo de experimentar con la escultura y la performance e iniciar otro camino que todavía está en vías de desarrollo: la creación de objetos.
En la actualidad hay una generación de artistas jóvenes que retoman la tradición alterna para su vida y obra. Se visten como personajes coloridos salidos de un planeta de fantasía y no se sabe muy bien de qué viven o cómo enfrentan el cotidiano. Van por la vida cantando canciones de amor y dibujan todo lo que pueden. No asisten a escuelas de arte ni visitan talleres de artistas. La vida es su propia obra y les interesa divertirse, aún cuando están tristes y cargados de preocupaciones. Fishman integra este arcoiris de freaks y en su obra se esconde un secreto muy importante: la alegría y la melancolía van siempre de la mano, como dos hermanas traviesas que te invitan a burlarte del mundo.