Quizás influyan sus raíces patagónicas o las elecciones estéticas que acompañan su música: lo cierto es que las composiciones de Ninja funcionan como un transporte directo hacia paisajes rodeados de naturaleza, universos que se proyectan en nuestra imaginación y se desenvuelven a través de sonidos reverberantes y guitarras distorsionadas. El alter-ego de Katya Avila, aún con solo seis canciones en total en su catálogo, puede jactarse de condensar una identidad imponente y distinguida, eso que a otros les lleva años construir. En el camino que trazó desde su debut hasta los dos temas que publicó en 2019, ”Fuego blanco” y “Galaxia” junto a Manu Hattom, podemos encontrar la evidencia, y en su último single, “Oro”, está la confirmación.
Si en su primer EP, Un bosque oscuro (2017), Ninja nos sumergía en el misterio de una noche invernal a cielo abierto, “Oro” podría concebirse como un opuesto complementario: un sendero onírico hacia la luz dorada como la que transmite su portada, esa sensación de protección bajo un rayo cálido que se filtra entre las copas de los árboles. Publicado a fines de abril, “Oro” nos remite a la nostalgia de los días de sol idealizados desde la fantasía, a la seguridad tranquilizante de las decisiones firmes, a la imagen de la inmensidad que se proyecta sobre el horizonte y en momentos de encierro tanto extrañamos. “Oro” es pararse en la cima de la montaña y encontrar otra belleza en la perspectiva: eso que solo podemos apreciar después de haber escalado hasta el cansancio.
Producido por Dylan Lerner -responsable también de las enérgicas baterías de fondo-, este nuevo single marca el antecedente de lo que podría convertirse en un disco en el futuro cercano. Con bases pop algo psicodélicas y elementos de rock espacial, catalogar a Ninja en un género se siente limitante: su fortaleza radica en la capacidad de trascender lo musical hasta alcanzar el plano visual, una dimensión desconocida por descubrir en cada pieza. Canciones con poder sinestésico para dejarse llevar.