Labios rojos, un delineado vampiresco, un corset y letras terroríficas. The Rocky Horror Picture Show es el epítome de la cultura under y clase B. El film musical estrenado en 1975 cumple 45 años y no envejece. A continuación, celebremos su aniversario con 10 razones por las que esta es la película de culto definitiva.
Nacida en el under
La película se basa en el musical de Richard O’Brien, estrenado 2 años antes para un público selectivo y con sed de propuestas alternativas. Lejos de los grandes musicales, esta obra se gestó en un teatro de 60 butacas y corría por los espacios marginales de la cultura. Su adaptación al cine llegó en la misma línea, dirigida por Jim Sharman y con una suerte similar entre los espectadores.
Fracaso de taquilla
Una de las características que rodea a cualquier obra de culto es la de haber sido un fracaso en el momento de su estreno. The Rocky Horror Picture Show no escapa a esto. Sin éxito entre la crítica y las audiencias, la película se fue construyendo como mito entre círculos de espectadores que buscaron un valor diferencial en los films, propuestas con vueltas poco convencionales y personajes alejados de los binomios clásicos que los revisten.
Celebración de la clase B
The Rocky Horror Picture Show es una celebración del under y del cine clase B. Del under porque sus personajes transitan el espacio de lo privado y la libertad de los freaks se ejerce en una alejada mansión. Y clase B porque desde su génesis, esta obra contiene un homenaje y un puñado de referencias al cine de horror y de ciencia ficción. La película de Sharman se ubica en el mismo espacio que los films de terror, donde la crítica cinéfila no llegaba y quedaban opacados por grandes producciones de narraciones intrincadas y abultados presupuestos.
Presupuesto
No hace falta ser un experto para advertir que The Rocky Horror Picture Show es una película de bajo presupuesto. Sus decorados y locaciones fueron reutilizados de films de terror previos y la estética que reina es la ya mencionada del cine clase B. Lo que surgió en la historia del cine como una manera de hacer películas por falta de dinero, aquí se resignifica como parte de un relato estético e ideológico. Habitar el under es también el reciclaje y la reinvención. La película contó con no mucho más que un millón de dólares de presupuesto.
La estética
Este es definitivamente el punto más fuerte de la película. El protagonista, Frank, es una mixtura de drag queen, vampiresca y travesti que marca la estética de todo el film. Su look se vuelve un pastiche de rock glam, Mick Jagger y figuras clásicas del cine de género. Los vestuarios, maquillaje y el arte de este film ocupan lugares fundamentales, como lo es en todo musical, solo que aquí, además dan cuenta de una parte medular del ser queer.
El triunfo del espíritu queer
La mansión a la que llegan Janet y Brad, una pareja bien tradicional y clásica, es nada menos que un freak show. Repleta de personajes extraños, terroríficos pero divertidos, se presenta como una especie de club donde todo es posible y donde los dualismos no existen. Al pensar las discusiones actuales sobre diversidad y binarismo, vemos el espíritu pionero y genuino que recubre la cinta de Sharman. Sobre todo representado en Frank, este personaje de voz grave con apariencia de mujer freak.
La sexualidad, los cuerpos como objetos de deseo y el desenfreno recorren toda la narración y es allí donde los forasteros encontrarán su liberación. Lo comenzado por John Waters tiene aquí una propuesta más infantil en algún punto porque su comicidad está expresada en canciones y tontas coreografías que se amalgaman con una estética rockera que marcó tendencias de allí en adelante. Además, toda la película está cubierta de un espíritu orgiástico y barroco que no solo queda en evidencia durante los números musicales sino en la misma lógica de la mansión.
El absurdo y el ridículo
Si hay conceptos que no tienen validez para los integrantes de esta casa son el absurdo y el ridículo. Desde lo físico, las acciones y la canciones que se cantan, se pone en juego en el ambiente un caracter lúdico que cada vez seduce más y libera a la pareja perdida. Sus trajes naif del comienzo mutarán tanto como ellos al entrar en contacto con la manada de libertinos que habitan esta mansión. Esto hace de The Rocky Horror, antes que todo, una gran comedia.
Homenaje al terror
Como ya mencionamos, el cine de terror sobrevuela toda la película. Uno de los aspectos donde más se hace presente, junto a la ciencia ficción, es en el invento que Frank está preparando: una especie de Frankenstein sexy. El nacimiento de este “monstruo” lleva en su génesis una de las obras fundantes del terror aunque, otra vez, resignificada. La creación que se sale de control para el creador, tendrá en este film una base humorísitica antes que dramática o apocalíptica.
El culto de la Midnight Movie
La película generó la fundación de un Club Nacional de Fans que implicó el comienzo de un ritual y culto hacia el film, expresado en proyecciones que seguían la lógica de una Midnight Movie y de la performance.
Las proyecciones reúnen a grupos de fans que se definen a partir de un espíritu comunitario y de culto casi religioso hacia la cinta, que también ha generado una convención que se celebra anualmente. Luego de 45 años, The Rocky Horror Picture Show sigue generando la reunión de fans que homenajean el film y crean una identidad a partir de la proyección y recreación de un símbolo cultural.
Película bisagra
Por último, una característica fundamental de los films de culto es el quiebre que realizan en la cultura. El protagonista queer fue revolucionario para el cine y sentó bases para pensar al héroe dentro del séptimo arte. En plenos años 70, el cine ya veía nacer personajes como Divine en Pink Flamingos, pero Frank se volvió un héroe más accesible y rupturista desde un lugar más lúdico y en correlato con las estéticas punk, glam y rockeras que reinaban los escenarios de esos años.