Si pensamos en Vincent Gallo posiblemente lo primero que se nos venga a la cabeza es Buffalo ’66, su ópera prima con tintes autobiográficos que se convirtió en un clásico del cine independiente norteamericano. En este film, que hoy cumple 25 años, Gallo es director, guionista, protagonista y también estuvo a cargo de la banda sonora. Gracias a sus inolvidables personajes, su estética y la pintura de una época desde el pesimismo pero también desde una inusitada ilusión y fe en el amor, esta película es clave en el cine de los 90.
La construcción de un personaje taciturno y existencialista no representa una novedad para el cine independiente, pero en Buffalo ’66 Gallo construye un antihéroe con interesantes matices: quien parece ser un macho estadounidense promedio no cumple con varios casilleros de su estereotipo y se vuelve un personaje tan interesante como complejo. A través de ingeniosas decisiones técnicas y de montaje, el relato presenta permanentes digresiones para llevarnos mediante flashbacks al pasado de Billy: ¿Por qué un ser humano se resiste a recibir amor? ¿Por qué no puede comunicarse con el resto sin violencia? ¿Qué lo llevó a estar en prisión?
Un relato centrado en la psicología del protagonista
Estas son algunas de las preguntas que nos hacemos cuando conocemos a Billy Brown, un exconvicto que quiere reencontrarse con sus padres pero debe mentirles sobre su trabajo y su vida amorosa para impresionarlos. Además, con el correr de la cinta nos enteramos que el personaje quiere vengarse y planea matar al hombre que, según su visión, lo llevó a la ruina. Así, el film propone un relato centrado en la psicología del personaje principal con Layla (Christina Ricci) como la joven que lo acompaña aunque nunca se sabe nada sobre ella.
Billy decide secuestrar a esta joven desconocida para que se haga pasar por su esposa frente a sus padres y luego de esta absurda situación forjan una fuerte aunque extraña relación. Layla llega al relato para ser el contrapunto de Billy, para lograr ablandarlo con el amor y el erotismo, mas no como un carácter desarrollado y con vida propia. En este sentido, el icónico personaje de Ricci suma al film desde lo dramático y lo estético, ya que su vestuario, maquillaje y su inolvidable escena bailando tap otorgan una superioridad estética a la película que incluso anticipa las modas de los 2000.
Una cinta moderna fundada sobre su personaje principal
Buffalo ’66 es una película esencialmente moderna. Lejos de centrarse en peripecias o la construcción de una historia, se funda sobre la construcción de un personaje. Lo interesante es que el antihéroe se presenta como un delincuente arruinado por la vida y violento, pero es poseedor de características que a priori no coincidirían con su estereotipo: no bebe, es asexuado, presenta muchas debilidades físicas -es intolerante a las gaseosas y alérgico al chocolate- y se ha erigido como un hombre carente de amor por haber transitado una infancia de violencia e indiferencia. Billy no conoce el cariño y ser tocado por alguien le produce un profundo rechazo.
Mención aparte merece la banda sonora, que rescata las raíces musicales de Gallo referidas al post punk y la música alternativa. De hecho, el film ofrece al menos tres momentos en clave de videoclip -la interpretación musical de su padre, la coreografía de Layla y la entrada de Billy al club de strippers- en los que el relato se detiene para dejar paso al pleno disfrute de momentos musicales. Dentro de los aspectos técnicos del film vale destacar que fue filmado en formato 35mm diapositiva y 16mm para los flashbacks, por lo que introduce al espectador en la historia desde diferentes registros visuales y narrativos consiguiendo una irresistible estética vintage.
Personajes que habitan los márgenes y la esperanza en el amor
Como buena pieza de cine independiente norteamericano, Buffalo ’66 está protagonizada por personajes que habitan los márgenes, que no parecen encajar en la sociedad de manera activa y que sienten y piensan por fuera de la norma. Esto es lo que viene a plantearnos el personaje de Billy, un tipo sin cariño que no puede funcionar en sociedad ni comunicarse. Para ello es que Gallo nos lleva a su infancia y juventud y nos sienta a la mesa de la casa de sus padres para que presenciemos el almuerzo más incómodo del mundo. En este film, el director logra pintar un sector social de los Estados Unidos, la decadencia de la generación de los noventa, el deambular de aquellos sin rumbo y finalmente la esperanza en lo más primigenio: el amor.