Por primera vez en mucho tiempo salí del cine conmovido. No por un guión que haya calado hondo o por grandes actuaciones, sino por tener la sensación de haber asistido a todo un evento de la historia del cine, a manos de un cineasta que a sus 84 años desafió los parámetros de lo que es una película. No vi Avatar en el cine pero recuerdo que el comentario generalizado era “tenés que ir a verla al cine”. Jean-Luc Godard no inventa ningún mundo de fantasía y con su provocadora Adiós al lenguaje utiliza la tecnología 3D de una manera única. Son 70 minutos cargados de innovación y experimentación, en una especie de sátira hacia la sociedad y su relación con la tecnología que el cineasta nos va presentando bajo los conceptos “naturaleza” y “metáfora”, al mismo tiempo que vemos una pareja hablando (como en la mayoría de los films del realizador francés) sobre filosofía, mortalidad, citando a múltiples pensadores; y un perro que es quien aporta lo más crudo, lo más natural. El perro es una de las claves de la película: es con quien Godard más simpatiza a la hora de narrar. Contrario a los humanos (tan intelectualizados y contaminados por la vida moderna), el animal es el que simplemente anda por ahí y encara la vida de una manera más relajada, no preocupándose por la semántica humana y sus enredos. Con tantas citas filosóficas (obviamente fríamente seleccionadas) y un uso técnico del 3D que nos brinda más imágenes de las que podamos procesar, además del uso del color que viene haciendo en sus recientes films, Godard demuestra que todavía son posibles las transformaciones y revoluciones en el lenguaje visual y en cualquier otro campo: sólo es cuestión de aprender a desmantelar el “lenguaje”, forzar los límites de lo conocido. Incluso con una de las citas advierte sobre la importancia del arte y la necesidad de los artistas para que sigan siendo innovadores, en un claro llamado de atención. Sin dudas todavía quedan muchas historias por contar y desde esta película pueden nacer miles. Justo para verla en enero y recibir un envión de entusiasmo.