La actriz francesa Anna Karina falleció a sus 79 años consecuencia de un cáncer este 14 de diciembre. No solo el cine francés está de luto, sino toda la industria cinematográfica, ya que Karina fue y será una marca imborrable en el cine. Con los primeros anuncios de esta triste noticia, quienes recuerdan con aprecio su carrera, aparece una escena icónica de una de sus películas, Vivir su vida de Jean-Luc Godard, donde Anna Karina emocionaba a la cinefilia con unas lágrimas cayendo de sus grandes ojos mientras miraba una escena de La pasión de Juana de Arco de Carl Theodor Dreyer. Su personaje estaba sintiendo el dolor y la tristeza de un apartado de la película muda llamado La muerte. Hoy, lamentablemente y fuera de la pantalla gigante, le tocó a ella enfrentar el final de su propia película.
La Nouvelle Vague fue un movimiento de cine francés que inició a finales de la década del 50 y principios de la del 60. Teniendo como iconos a personalidades como François Truffaut, Agnès Varda y Jean-Luc Godard. Esta ola se caracterizaba por poseer una nueva impronta política y estética, que se alejaba del estándar del “cine de calidad francés.” Ya no se filmaba en los estudios como sucedía en Hollywood; el escenario ideal siempre iba a ser el exterior, las calles y sus recovecos, influenciados por el Neorralismo Italiano y su cine de post-guerra. La Nouvelle Vague apostaba a filmar con otro tipo de cámaras, de mayor ligereza y liviandad. Se trataba de un grupo de personas con mucha sabiduría cinematográfica, que se había encerrado por mucho tiempo a mirar todo tipo de películas para hacer un movimiento que dialogue con el resto de la historia del cine. La Nouvelle Vague se relacionaba con el cine mudo, con el expresionismo alemán, con los soviéticos, con el cine clásico; se relacionaba con todo lo que ocurrió antes, para analizar el pasado y para traer al frente la modernidad cinematográfica.
Entre varias cosas en común que tenían los integrantes del movimiento, uno de estas era el de apostar a rostros nuevos que estén detrás de cámara y ahí apareció Anna Karina. Protagonizó varias de las películas de Jean-Luc Godard, con quien también estuvo un tiempo casada, con papeles en historias tan dispares como la comedia musical llamada Una mujer es una mujer (1961), el drama filosófico de Vivir su vida (1962), el conflicto político en El soldadito (1963) o en Made in USA (1966), la aventura de cine negro y ciencia ficción distópica en Alphaville (1965) o las inclasificables Banda aparte (1964) y Pierrot el loco (1965). Relucía la presencia de Anna Karina en las películas de Godard, con imágenes y diálogos que permanecieron en la memoria del cine y el paso del tiempo cada año lo corrobora con el recuerdo de sus apariciones iconoclastas.
Anna Karina también trabajó con otros directores consagrados del cine alemán como Rainer W. Fassbinder, con quien hizo La ruleta china (1976), y Volker Schlöndorff, con quien hizo El rebelde (1969). También trabajó en la adaptación cinematográfica del libro de Albert Camus, El extranjero (1967), dirigida por el director italiano Luchino Visconti. Anna Karina fue toda una celebridad en el cine europeo, ampliándose con actuaciones en producciones de Gran Bretaña, Hungría y Bélgica. Pero su marca definitiva fue en el cine francés, no solo por Godard sino también por sus películas junto a Jacques Rivette, Agnès Varda, Éric Rohmer y Roger Vadim. Un día, Anna Karina también decidió probar del otro lado de la cámara y explorar la dirección cinematográfica con una película llamada Vivre ensemble (1979), escrita, protagonizada y dirigida por ella misma.
Anna Karina dejó impreso en el celuloide una carisma muy particular y una voz tan angelical que someterse a un doblaje en una de sus actuaciones debería ser ilegal. Anna Karina tuvo su carrera como cantante también, y junto a Serge Gainsbourg sacó un disco llamado Anna en 1967 con éxitos como “Roller Girl”. La historia del arte siempre fue mayoritariamente masculina y por eso existe un personaje tipo, a la que The Velvet Underground y Nico le dedican una canción llamada “Femme Fatale”, considerada una villana por no regirse por las reglas del personaje del hombre; hoy estas representaciones podrían considerarse una fuerte patada a la caída del patriarcado. Anna Karina siempre jugó con esa dualidad y dejó en sus personajes una lectura de una nueva generación, porque la magia del cine está en ser un reflejo de época y a la vez una proyección a futuro.