Music and Apocalypse
Max Linz – Competencia internacional
En su segundo largometraje el director Max Linz tiene como protagonista central de su historia al Instituto de Investigación en Cibernética y Simulaciones así como también a sus por momentos extraños y siempre demasiado parcos habitantes. Sobre este instituto se cierne una amenaza de cierre y una posterior venta a una gran compañía. Esta crisis se desarrolla en paralelo a la investigación de Phoebe, una profesora de actitud bastante desapegada y hasta por momentos robótica, de la que poco se sabe durante todo el film. Dicha investigación toma como punto de partida y disparador el apocalipsis o la aniquilación del mundo y tal como su lugar de trabajo, el frágil equilibrio que lo mantiene pendiendo de un hilo. Con la ciudad de Berlín como escenario eternamente gris, esta bien podría ser una suerte de Entre les murs de Laurent Cantet, salvando las distancias y cambiando adolescentes enojados y conflictivos y profesores comprometidos por nerds que organizan protestas pacíficas y tienen una extraña manera de aplaudir, además de una afición por cantar a coro en momentos inesperados y una profesora sin expresión. Music and Apocalypse es de esas películas en las que el conflicto parece ser demasiado lánguido y abarca demasiados aspectos sin detenerse en ninguno en particular, es bastante dispersa y su manera de hacer agua es inexorable como un apocalipsis, aunque sin tantos estragos. – Luis Mendoza
Familia
Edgardo Castro – Competencia argentina
Un viaje, una ofrenda, una parrilla. Así comienza la nueva película de Edgardo Castro, participante de la Competencia argentina de esta edición de BAFICI. Como si fuese una sutil secuela a La Noche, una no ficción cruda y noctámbula que movilizó hasta al espectador más sensible, Familia retoma una nueva aventura junto a su director y protagonista, esta vez, en su círculo más íntimo. A través de lo que parece ser un largo viaje por una ruta hacia el sur, Castro se reencuentra con su familia en una de las fechas más relevantes del año: Navidad y, sorpresivamente, su cumpleaños. Es difícil distinguir entre lo estrictamente planeado y la dulzura de lo espontáneo. En Familia, Castro juega con los límites de la intimidad y el retrato hasta torcer el género y desfasado de su propia naturaleza. Los diálogos son simples y acotados, todo lo que el realizador quiere comunicar, lo comunica con acciones. La atención y la camaradería que le brinda a su madre, la naturalidad con la que se ríe de la sordera del padre y el cariño con el que trata a Magda (que hasta último momento no se sabe si es una hermana, una amiga o una empleada) demuestran que, parafraseando a Tolstoi, las familias infelices lo son cada una a su manera. La fotografía es extremadamente pulcra, aprovechando todos los momentos de belleza de la iluminación natural, y el montaje pareciera no tener costuras. Los planos se suceden, unos a otros, con una sutileza destacable, al igual que el peso que cobra el ambiente sonoro cotidiano dentro del relato, sobre todo la presencia de un televisor continuamente encendido. ¿Cómo entrenamos a una familia para acostumbrarse a la presencia de la cámara? ¿Cómo rescatamos las intimidades si siempre hay un tercero entrometiéndose en ella? Hay algo en los ojos de Edgardo que permanece oculto, un mar de emociones no dichas, un entramado de relaciones que nunca se aclara completamente. En Familia lo que destaca no es sólo la precisión técnica, sino la capacidad de su director y protagonista de poder enlazar la vida de sus familiares con una historia altamente cinematográfica. Si bien Familia dista de ser pariente de su predecesora La Noche, el estilo de Edgardo Castro se transparenta de principio a fin, abriendo la puerta de un hogar a una sala repleta de espectadores curiosos. – Melina Storani
Spice It Up
Lev Lewis, Yonah Lewis, Clavin Thomas – Competencia internacional
Spice It Up es sin duda una película con la que todo estudiante de cine podrá sentirse identificado. En ella se sigue de cerca a Rene, una estudiante de cine que está desarrollando su tesis: un largometraje titulado Spice It Up (algo así como “ponele más chispa”), que retrata la historia de un grupo de amigas, quienes deciden alistarse en el ejercito como último recurso, luego de fallar en sus exámenes. Esta película elaborada por tres directores relata en paralelo las historias de la propia Rene, sus motivos personales y profundos para grabar a las inseparables amigas y la historia las jóvenes en sí misma. En paralelo a su tesis, la tímida protagonista, ve cada intento de finalizar su largometraje un poco más alejado, con más obstáculos y con cada corte nuevo de edición, más enmarañado. Por otro lado las amigas (no tan solitarias como Rene) persiguen este “sueño”, lo que parece bastante ridículo para para el común de la gente pero para ellas es bastante convincente. Es ahí cuando las historias inevitablemente se cruzan, sean una simple ficción dentro de otra: el anhelo de terminar lo que se tiene entre manos y que supone demasiado esfuerzo como para echarse atrás. Ambas historias manejan obviamente una estética distinta y bien marcada, dos tonos que poco tienen que ver: la historia de las amigas resulta divertida y jovial mientras que la estudiante se hunde en un espiral de confusión sobre su obra, aunque no se ahonde demasiado sobre su existir. Por último, una frase que resuena a lo largo del film es la que el profesor de Rene dice casi sin pensar y es que los directores solo hacen películas pretenciosas solo para obedecer sus propios caprichos, algo que la directora de Spice It Up se plantea sin mencionarlo. – Luis Mendoza
Selfie
Agostino Ferrente – Sección: Derechos Humanos
A priori, lo que distingue a Selfie de algún otro título en competencia es su forma de producción. Una noticia de un joven de 16 años asesinado en manos de un balazo por la espalda de la policía que lo confunde con un fugitivo, llega hasta los oídos de Agostino Ferrente y se convierte en historia. Así es como el italiano se sumerge en un barrio marginal de Nápoles y conoce a dos jóvenes, Alessandro y Pietro, amigos del adolescente fallecido. La tarea que el director les encomienda es clara: deben filmarse, a gusto y placer, en modo selfie con un celular de alta tecnología con el fin de realizar una película. Es así como los dos jóvenes se retratan a sí mismos en una vorágine de inocencia, amistad, desdichas y mafia narcotraficante a lo largo de un verano calurosísimo en Italia. Ferrente combina los testimonios de los dos amigos con imágenes de cámaras de seguridad de circuito cerrado del barrio que los contiene, generando un efecto dual sobre la posición del espectador frente al relato. A través de canciones, caminatas, cumpleaños y recreaciones, los protagonistas van eligiendo dónde poner el foco en cada porción del filme. Siempre en primer plano, solos o acompañados, Alessandro y Pietro analizan la presencia de la policía y los carteles de drogas en su propio barrio, aportando una mirada fresca y realista sobre el cotidiano que les toca vivir. Con una sorprendente sensibilidad, los jóvenes transitan las calles buscando una explicación, una razón, una certeza con respecto al asesinato de su amigo. Como buenos outsiders, los adolescentes andan en moto, lanzando tiros al aire, huyendo de la policía. Pero, al mismo tiempo, se hacen cargo de sus familiares o son extremadamente responsables y atentos en sus trabajos. Lejos de querer pertenecer o siquiera de cumplir con cánones de belleza, los dos amigos atraviesan un verano repleto de nostalgia y dudas que afloran con el transcurrir de la película. Un cine por adolescentes, acompañado del preciso montaje de Ferrente, que en lugar de pretender cerrar la trama busca abrir la cancha a la interpretación del espectador, plasmando las necesidades y falencias de un barrio napolitano que engendra jóvenes con ganas de decir y hacer. – Melina Storani