Años atrás, Harvey Weinstein era conocido como El Tiburón de Hollywood porque era el productor más temido de Los Angeles. Él llegó ostentar muchísimo poder luego de ser quien descubrió a Quentin Tarantino y de ganar muchos premios Oscar con las películas en que se involucró a nivel ejecutivo.
Asimismo, sus abusos cometidos contra actrices y demás trabajadoras de la industria fueron un secreto a voces por varias décadas hasta que llegó el movimiento “MeToo” y buena parte de sus crímenes sexuales salieron a la luz. Actualmente Weinstein está cumpliendo su condena tras las rejas.
Mientras Harvey estaba al frente de una película, a menudo amedrentaba a los directores para que hicieran únicamente su voluntad. Muchísimos cineastas se sometieron a sus mandatos, pero Hayao Miyazaki no fue uno de ellos. O al menos eso narra Steve Alpert, productor de los Studios Ghibli, en sus memorias tituladas Sharing a House with the Never-Ending Man: 15 Years at Studio Ghibli.
Concretamente, Weinstein quiso recortar 45 minutos de la película La princesa Mononoke, cinta que luego se convirtió en una de las más celebradas de Miyazaki. El tiránico empresario le dijo a Alpert en su momento:
“¿Si no conseguís que Miyazaki corte esta maldita película, no trabajarás nunca más en esta industria! ¿Me entendés? ¡Nunca!”.
Steve le transmitió ese mensaje a Hayao, pero él optó por envalentonarse y no atender ese pedido tan arbitrario, puesto que consideraba que arruinaría la película. Por suerte, Miyazaki supo escudarse en el contrato que había firmado con Disney, que le permitía mantener el control total de sus filmes. De igual forma, protegió a Alpert, quien siguió trabajando con los Studios Ghibli hasta 2011.
Hace unos meses, Netflix sumó a su catálogo siete largometrajes de ese famoso estudio japonés de ficciones animadas.