Wild at Heart cumplió 30 años: la película de David Lynch que se presenta poco común en su filmografía, pero que no carece de ninguno de sus sellos personales. Una alocada pareja viaja por las rutas de Luisiana y Texas: Sailor (Nicolas Cage) es un ex convicto violando su libertad condicional y Lula (Laura Dern) es una delirante muchacha de 20 años que escapa de su psicótica madre y de un pasado oscuro. Ambos están unidos por el deseo de libertad y tienen el objetivo de huir, pero los estrecha un amor platónico cargado de un fuego sexual que parece nunca apagarse. Estos papeles son, tal vez, de los mejores de las carreras de cada actor.
Corazón Salvaje -como se la conoció acá- abre la década de los 90 para el cine de David Lynch y se acomoda muy correctamente en su época, de hecho será inmediatamente sucedida por un puñado de películas que apelan a su planteo: road movie por el sur de Estados Unidos. La película llega cuatro años después de Blue Velvet, una de las obras más celebradas de Lynch. Isabella Rossellini, la protagonista de aquella película, aparece en Wild at Heart en un rol reo, entre todos los personajes marginales que componen esta historia. Alcohólicos, asesinos, violadores y ladrones transitan las escenas de la frenética cinta.
Esta película es la prueba de autor de Lynch: parece inimaginable que en una road movie noventosa, cubierta de rock y forajidos, el director pueda imprimir los momentos sobrenaturales, los desvíos etereos y psicodélicos y los personajes que contienen lo escalofriante de su mirada. Uno de estos personajes es Bobby Perú (Willem Dafoe), un hombre aterrador y a la vez comiquísimo. Y esta es una clave bien singular de la película: la de comedia negra. La comicidad recorre muchas de las escenas más traumáticas del film: hadas madrinas que deciden el destino de los personajes, brujas que sugieren profecías, partes del cuerpo que se las lleva un perro.
Wild at Heart tiene mucho de su sucesora Natural Born Killers (1994) pero cuenta con la atmósfera sobrenatural propia de Lynch, con escenas que podrían tranquilamente pertenecer a Blue Velvet o a Lost Highway. La carretera se convierte en un personaje más de esta road movie terrosa, calurosa y desconcertante. Micky y Mallory condensan el amor idílico (la pareja indestructible que rebosa de amor y deseo -incluso como Honey Bunny y Pumpkin de Pulp Fiction-, un contraste de criminalidad y amor romántico naif en la mismas personas. Pero Sailor y Lula, además de representar esto a la perfección, contienen un anclaje tanto con la realidad como un escape hacia la fantasía que sobrevuela la historia completa. “Extrañé tu mente”, le dice Sailor a Lula cuando ella profiere alguna de sus frases que parecen nacer de un estado de trance.
Esto se conecta con el espíritu desilusionado de época, la resaca de las drogas y el libertinaje de los 80, el “live fast, die young” que se ve en films como My Own Private Idaho (1991) o más tarde y más extremo en Fear and Loathing in Las Vegas (1998).
En cuanto a lo simbólico -elemento fundamental en Lynch-, el fuego tiene un rol predominante en esta película, como anticipando su obra posterior. Es la marca del pasado que une a todos los personajes, así como el color rojo es la marca que une a estas dos mujeres -madre e hija- de rubios dorados y psiquis frágil. El fuego y el color rojo son dos elementos que rigen la película de principio a fin. Dos elementos obvios pero arriesgados y que condensan el sexo, el rock and roll, la muerte y el peligro.
Wild at Heart es sencilla en su narración: un producto que cuaja perfecto en Hollywood -sobre todo por su elenco-, pero que desvela al espectador desprevenido. Desafía los límites de los subgéneros y da inicio a 1990 con un manifiesto de la juventud, el amor, la muerte, con personajes desahuciados y llenos de sueños borrosos. Tal vez una de las películas más accesibles de David Lynch, quien logra dejar un clásico noventoso de Hollywood sin dejar de lado la marca de autor.