Entre los títulos nominados a Mejor película en esta pasada edición de los premios Oscar se encontraba American Fiction, película que no logró llevarse este galardón pero sí el de Mejor guion adaptado. Se trata de la ópera prima de Cord Jefferson que cuenta con las actuaciones de Jeffrey Wright, Tracee Ellis Ross, Erika Alexander, Issa Rae y Sterling K. Brown.
Este film es un verdadero documento de época que elige la comedia y el sarcasmo para espetar una crítica furiosa al progresismo, el correccionismo político y la vacuidad de varios discursos que circulan entre la burguesía y los intelectuales occidentales. La historia no tiene nada de simple sino que se compone de diferentes aristas para abordar todas las temáticas sin fisuras.
Un escritor y profesor universitario está en plena crisis profesional y creativa mientras batalla con la hipocresía del mundo progresista que incurre en la repetición de estereotipos sobre la cultura “negra” para el entretenimiento y el arte. Sus propios postulados están a punto de desbaratarse cuando decide escribir un libro “típicamente negro” bajo un pseudónimo.
En la película podemos encontrar una suerte de “moraleja” para el protagonista, ya que tiene una postura soberbia en la que critica a los intelectuales y los estereotipa, pero termina en la misma bolsa: vendido a un mercado que se alimenta y funciona a través de esos estereotipos, porque muchas veces las circunstancias de la vida aprietan y hay que sucumbir a las lógicas del capitalismo.
La paradoja reside en que muchos de los aspectos que critica son ciertos: el reduccionismo y la fetichización de la vida, la cultura y el ser negro se disfrazan de inclusión para ser finalmente una complacencia para los blancos. El protagonista se rebela contra ese estereotipo que rechaza sentirse identificado con el rap, la cultura carcelaria, la danza, la música negra, etc., pero la tentación de una utilización de todo aquello se vuelve irresistible.
Aquí es cuando la película busca un nuevo blanco de crítica: el cine y la literatura. Mediante el recurso de la metaficción, el director banaliza los procesos creativos del cine y la literatura actuales y nos muestra los entretelones de la pre producción de una película, la escritura de un libro y el contrato de publicación del mismo.
Estos tres procesos que pueden estar romantizados se vuelven esquemas de repetición de fórmulas y posteriores negociaciones. En esta volteada finalmente la crítica termina siendo hacia nosotros, el público: los encargados de consumir y endiosar todas aquellas mentiras que vimos gestarse durante el film.
American Fiction termina por reírse de sí misma, de todo al mismo tiempo y de su público. El final de un film no es más que la conveniencia de un director, la línea de un estudio o la conversación delirante entre dos personas. Estamos ante la posmodernidad, que nos propone una necesaria desacralización de la cultura y de los lemas de lo correcto.
American Fiction nos invita a dejar de espantarnos por “lo que está mal”, a relajarnos con “lo que está bien” y presenta un pesimismo muy soportable por el código de la comedia y el melodrama familiar que se va colando entre estos planteos: nada es tan importante, nada es único, el arte no está hecho por genios iluminados y la complacencia y comodidad parecen ser el fin último de la cultura que nos rodea y que está disfrazada de rebeldía.