¿Cuántas maneras hay de acercarse a la muerte? A lo largo de su filmografía, Pedro Almodóvar ha ensayado algunas elegantes respuestas a esta pregunta. De un modo u otro, la muerte está siempre presente en los films del director: desde la comedia, el drama, la autobiografía, la medicina, la poesía o las obsesiones, es un tema recurrente que ha abordado desde historias singulares.
En La habitación de al lado, la nueva película de Almodóvar, la muerte es una de las protagonistas. Dos viejas amigas -ambas escritoras- se reencuentran cuando una se entera que la otra está atravesando un tratamiento de cáncer. La cercanía con el fin de la vida las une y las lleva a hacer un viaje que no tendrá retorno pero que será clave para cada una.
Este es el primer largometraje de habla inglesa firmado por Almodóvar. Las elegidas para el proyecto fueron Julianne Moore y Tilda Swinton y, si bien al comienzo puede sentirse algo incómodo escuchar los guiones del director en una lengua que no sea la española, las actrices logran acomodarse a su estilo y entregar actuaciones de gran compromiso dramático.
En esta película, el director manchego expone las que parecen ser algunas de las temáticas de su agenda política: la legalización de la eutanasia, el cambio climático y el avance de las derechas en todo el mundo. Si bien algunos temas parecen sobrevolar sin ser desarrollados del todo, La habitación de al lado es una pieza de drama típicamente almodovariana con un acento de profunda madurez -algo que ya vimos tanto en Dolor y gloria como en Madres paralelas-.
Esta cinta retoma algunos tropos presentes en Matador, La piel que habito, Dolor y gloria y Hable con ella: el deterioro del cuerpo, las opciones de la medicina tradicional y la decisión de los seres humanos sobre la muerte. El fin de la vida puede ser aterrador y angustiante -como lo concibe el personaje de Moore- o puede ser una declaración de libertad, tal como lo plantea el personaje de Swinton.
Decidir sobre el propio cuerpo, tomar las riendas del fin del dolor y determinar cuándo la vida ha sido suficiente son los argumentos que ella esgrime e, inevitablemente, llevará a una transformación profunda de los dos personajes.
Esta nueva etapa de Almodóvar, que lo encuentra con más de 70 años, imprime a sus películas una suerte de sensación de calma. Ya no nos encontramos con escenas alocadas, absurdas y retorcidas, sino más bien con un planteo desde la seriedad y la serenidad que caracterizan a la vejez de una persona que lo ha vivido todo.
Como correlato de esto, resulta fascinante ver cómo las mujeres de Almodóvar se han empoderado y modernizado con el paso del tiempo. Ya no parece haber lugar para féminas histéricas con reacciones desmedidas o enfrentadas por un hombre. En esta película, las mujeres resuelven sus diferencias desde un diálogo calmo y sesudo, el sexo pasa a un segundo plano y la amistad entre ellas cobra una dimensión casi bíblica.
En este sentido, también es importante destacar a otro protagonista del film: el vestuario. El director apeló al vintage de marcas de alta moda para los vestuarios de las actrices principales; jugando con colores vibrantes entre los que predomina el rojo -una marca ya registrada en las películas de Almodóvar-, azul, verde y amarillo.
Durante el metraje, Moore y Swinton nos sorprenden con imponentes jerseys, tapados y maxi bolsos, que se amalgaman de manera disonante y a la vez armónica con los fabulosos decorados. Esto da como resultado un refinamiento total de la estética de Almodóvar. Atrás quedó la estética punk y disruptiva de sus films de los 80, lo que refleja la madurez de las mujeres de sus relatos.
Otro aspecto estético a destacar es la banda sonora a cargo de Alberto Iglesias, eterno colaborador de Almodóvar. Gran parte del dramatismo de esta historia está catalizado por las composiciones de cuerdas que imprimen un tono telenovelesco y un sonido que se relaciona directamente con el sello del director.
La habitación de al lado es una oda a la intimidad y a la cofradía femenina. El secreto como poder y la compañía como potencia sostienen este relato emotivo aunque no melodramático. A sus 75 años, Almodóvar demuestra que sigue siendo uno de los directores fundamentales de nuestra época.
Si bien este film no tiene la consistencia perfecta de piezas como Todo sobre mi madre -por momentos se da el lujo de divagar con algunas cuestiones-, estamos ante una película que es una declaración de principios: fuertemente reflexiva y simbólica, de gran belleza estética y sumamente valiente.