Oso intoxicado (Cocaine Bear) es de esas películas donde el espectador tiene que aceptar un pacto de lectura en clave de comicidad y absurdo para disfrutarla al máximo. Si alguien se enfrenta a este film esperando una seria recreación de los hechos sucedidos en 1985 en Georgia, se llevará una amarga sorpresa. La nueva película de Elizabeth Banks cuenta la historia de una osa que se vuelve adicta a la cocaína y, en su deseo por esnifar más del polvo blanco, se convierte en una insaciable depredadora.
El film se basa en hechos reales: una avioneta manejada por narcos largó en el bosque un cargamento de kilos de droga, un oso la consumió y murió al instante. En la relectura de Banks, la osa experimenta con la cocaína lo mismo que un ser humano: se vuelve iracunda, se excita y se convierte en una adicta que hará lo que sea para conseguir más.
Desde el comienzo, el film sitúa al espectador en una experiencia irónica, ya que la primera información sobre el comportamiento de los osos está citada desde Wikipedia. Así, ya sabemos que estamos ante una comedia que no pretende tomarse nada en serio, sino ofrecernos un espectáculo insólito, no realista -aunque verosímil dentro de sus límites narrativos- y políticamente incorrecto, dado que en una de las secuencias del comienzo veremos a dos niños comer cucharadas de cocaína.
Oso intoxicado es, además, una gran parodia y homenaje a los films de los 80, por lo que combina aventura, moral, comedia y thriller. Banks reconstruye un film ochentero e incluso se da el lujo de aplicar tomas al estilo Jurassic Park (1993). Desde el arte, los diálogos, los personajes y los giros narrativos, es una película de bajo presupuesto de los 80 con varios condimentos del slasher.
Un ejemplo es el personaje de Keri Russell, una madre soltera que, mientras intenta salvar a su hija, también se toma el tiempo para dar lecciones sobre las consecuencias del consumo. De hecho, la prevalencia de la cocaína como droga predilecta de esta década también está presentada desde este imaginario.
Otra curiosidad es que es una de las últimas películas que filmó Ray Liotta antes de su muerte y esto le merece una dedicatoria en los créditos finales. El elenco es también el propio de un film de terror comedia ochentero: algunas figuras provenientes del humor como Jesse Tyler Ferguson y otras de reparto de Hollywood como Margo Martindale y O’Shea Jackson Jr., aunque sin la presencia de estrellas clase A.
Banks demuestra en su corta carrera como directora que tiene afilada la fórmula de la comedia y, en medio de la explosión del cine de terror y de las mujeres dirigiéndolo, entrega una película sin pretensiones más que desarrollar el absurdo, algo que logra con creces. Oso intoxicado no decae, ya que hasta el final sigue planteando situaciones insólitas en una narración coral compuesta por diversas personas que van a parar, por diferentes razones, al bosque donde se encuentra la osa adicta.