“Sufrimos de una hermosa enfermedad que se llama ricotitis aguda”, cuenta Miguel Funes. Ese no es su nombre real, sino un alter ego artístico, y habla en plural porque se refiere al Comando Luddista, el colectivo audiovisual que conforma junto a tres amigos. Sus alias son Walter Blanco, Hidroman y el Capitan Balurdo. El nombre del colectivo es un homenaje a Ned Ludd, héroe de la clase obrera británica de 1810, y a la vez, un guiño al espíritu lúdico que los identifica. Y la ricotitis aguda, claro, es consecuencia del profundo sentimiento de amor que sienten por Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Fue esa devoción, y la necesidad de alimentar su pasión fanática lo que los llevó a querer realizar un documental sobre la banda. “Veíamos que no había ninguna peli sobre ellos, y no lo podíamos entender -confiesa Funes-. Como eso no estaba al alcance, decidimos hacerlo nosotros”.
Pasarían ocho años desde aquella idea original hasta el estreno del documental, en la edición 2014 del Cosquín Rock. Años de investigación periodística y trabajo de hormiga, en los que el proyecto fue mutando. En un comienzo, la idea era hacer un documental que abarcara la historia completa de la banda. Así, con esa premisa ambiciosa y con algunos contactos que ya tenían, mas otros que fueron consiguiendo, se pusieron en marcha.
“Era un trabajo por momentos medio de policial negro, de buscar nombres y de vincular personajes, teléfonos y direcciones, yéndolos a buscar a trabajos, a casas, mandando mails… intentamos por todas las vías posibles”, cuenta Funes acerca del proceso, que tuvo mucho de detectivesco. Con el tiempo, entre entrevistas y archivo, los luddistas se dieron cuenta de que la primera etapa, la génesis de la banda, era una veta poco explorada en la biografía de los Redondos. Fue entonces cuando el relato empezó a tomar forma, hasta convertirse en los 100 minutos de El alucinante viaje de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.
En la concreción de esta hazaña arqueológica fue clave la figura de Guillermo Beilinson. El hermano de Skay, además de integrar la troupe delirante de Patricio Rey en aquellas primeras épocas, también era cineasta. En algunas publicaciones del ambiente ricotero se hablaba de “las películas de Guillermo Beilinson”, se las mencionaba al pasar, pero eran imágenes que nunca se habían visto. Tampoco se sabía con certeza si existían realmente. El comando lo contactó para develar el misterio e invitarlo a participar del documental, pero Guillermo se negó rotundamente.
“Nos confirmó que las películas existían, pero dijo que se estaba yendo de viaje, que lo contactáramos dentro de un mes”, recuerda. El comando insistió, hasta que el encuentro finalmente se concretó. Y los cuatro ricoteros se volvieron de La Plata con un tesoro en forma de copias en VHS.
“Cuando las pusimos en la videocasetera se veían muy mal, la cinta se movía bastante, el sonido patinaba, pero así y todo era fantástico -recuerda Funes sobre la emoción de ver ese material por primera vez-. Estábamos mirándolas sentados ahí en una cama, y nos empezamos a pegar con almohadas, volaban plumas por todos lados. Era impresionante verlo al Indio Solari ahí asomado por la ventanilla de un micro viajando a Salta, a todos estos personajes tan jóvenes, y en una faceta totalmente desconocida”. Al tiempo, aparecerían unos DVD con una calidad un poco mejor de aquellos registros.
En ese ir y venir de encuentros y comunicaciones, los luddistas decidieron mandarle un avance del documental a Guillermo. “Nos llamó por teléfono diciendo que hacía tres días que no paraba de pensar en la película -se entusiasma Funes-. Quería aportar su testimonio en honor a la verdad, para que esa parte de la historia quedara bien contada”. Después de esa extensa y enriquecedora charla, terminaría de suceder la magia.
“Nos llevó a un cuartito que tenía, donde guardaba una vieja caja de impresora que estaba llena de fílmicos en súper 8. Eran los originales de todas esas películas”, continúa Funes. Ese material fue digitalizado, y constituye una parte fundamental del documental. Se trata de una verdadera joya archivística que contiene imágenes del viaje iniciático a Salta en enero del 78, considerado por el Indio como el verdadero debut de la banda, de los primeros shows de Patricio Rey en el teatro Lozano de La Plata, aquellos míticos “Lozanazos” que el periodista Claudio Kleiman tan bien había descrito en su crónica de la revista El Expreso Imaginario. Hay también una gira en Azul, la presentación de Gulp! en Cemento, y hasta imágenes de películas de ficción caseras que habían filmado Solari, Rocambole, y el resto de la troupe en La Plata por aquel entonces.
En esos años oscuros, en plena dictadura militar, Patricio Rey surgió como un colectivo multiartístico que intentaba mantener a salvo el estado de ánimo. Todavía no se vislumbraba, o no del todo, que iba a transformarse en semejante fenómeno. Se trataba, en palabras de Kleiman, de “una delirante banda de nueve integrantes y multitud de colaboradores, que a fuerza de rock and roll, ingenio y buen humor, parece querer remedar las doradas épocas de la psicodelia”. Esas fiestas delirantes en el sótano del Lozano eran uno de los pocos espacios donde se respiraba libertad.
El significado de ese concepto hoy se desdibuja, pero la obra ricotera permanece igual de vigente. En plena tiranía de lo efímero, el mito sigue intacto. “Todos se preguntan cómo se explica el fenómeno, y una de las preguntas que abre la película y que quedan sin contestar tiene que ver con eso”, reflexiona Funes. “Lo que generan los Redondos es algo que no pasa con ninguna otra banda en este país”.
A su modo, el Comando Luddista como colectivo artístico también busca replicar un poco esa lógica. “Es parte del legado que dejan -afirma Funes-. Todo lo que tiene que ver con la autogestión y la independencia nos ha inspirado mucho para hacer esta película. No es solo la forma de llevar adelante un proyecto, es una manera de pararse ante la vida”.
Parte de no ceder ciertas banderas o convicciones tiene que ver con su cruzada contra la inmediatez, y a favor de otras temporalidades. Porque hay procesos que requieren una maceración, un tránsito que no se puede obviar. “Es una época bastante compleja la que estamos viviendo. Este bombardeo constante e inabarcable de estímulos, la novedad permanente, hace que se viva en un estado de liquidez absoluta. Todo se escurre entre las manos”, se lamenta el luddista.
A aquel debut del documental en Cosquín le siguieron una gira por el interior del país, y una serie de proyecciones en el Teatro Xirgú, otro emblema de la cultura redonda. De ahí en más, entre algunas cuestiones personales y una pandemia mundial que alteró el curso de los acontecimientos, el comando dejó de hacer funciones.
Pero a diez años del estreno de la película, y con Gulp!, piedra angular de los Redondos, a punto de cumplir cuatro décadas, los cuatro luddistas estuvieron de acuerdo en que era un buen momento para retomar esos rituales de encuentro y comunión tan ligados a la mística ricotera. “Hay algo de eso que para nosotros es importante. Que haya que moverse, que haya que ir hasta allá y compartir la experiencia con más personas, en vez de verla a través de una plataforma -sentencia Funes-. Es el tiempo que nos toca, sí, pero también hay una responsabilidad de hacerlo consciente, de ver cómo se para uno ante esas cosas, y qué acciones toma”.
El alucinante viaje de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota se proyecta este sábado 7 de septiembre a las 20 h en Ciudad Cultural Konex (Sarmiento 3131, CABA), entradas disponibles a través del sitio de Konex.