El Festival Internacional de Cine de Venecia es la cuna más antigua y prestigiosa para los devotos de la pantalla grande y Gonzalo Tobal hizo merecer su presencia con Acusada, el film que, de la mano de las productoras Rei Cine y K &S Films, cumple un mes de su estreno y ya lleva más de 350 mil entradas vendidas.
El ingreso a las ligas mayores de Tobal fue el resultado de un entrenamiento duro: arrastra la gota gorda desde 2003 con Cerrar la tapa y le siguieron Álbum Familiar en cuatro entregas, Ahora todos parecen contentos y Cynthia todavía tiene las llaves, cortometrajes que le valieron gran cantidad de competencias nacionales e internacionales. Pero su ópera prima, Villegas (2012), lo adentró en el laberinto de los films de larga duración del que, empoderado por su reciente éxito que tocó su suelo y rebotó en Italia, no puede -ni quiere- salir.
Luego de ser bautizado dentro del circuito comercial, Argentina nuevamente lo recibe y ahora está a metros de su casa, en el Starbucks ubicado en lo que fue la planta baja del edificio Otto Wulff, la singular joya porteña del barrio de Monserrat. Su fachada externa está venida abajo, pero no logra desprestigiar su valor dentro del Casco Histórico de la Ciudad de Buenos Aires.
Trajo consigo la sangre enardecida por la adrenalina del festival y satisfacción en el rostro, propio de quien surfea una prominente ola de gratas repercusiones en la que sigue sumergido. Sin embargo, para conversar baja a tierra, conecta con la vorágine de la city porteña y continuamente se toma sus pausas para analizar cada palabra que dice. Piensa, inicia una idea y se arrepiente, se calla y repiensa su respuesta, vuelve a hablar: sus tiempos muestran que el impacto que pueda tener las frases que arroje es de gran importancia para él. Pero vale la pena esperarlo, porque su mirada fija y el penetrante azul de sus ojos mantienen interesante cada segundo de silencio.
Y así, el director de la segunda película más vista en septiembre, según el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), desenvuelve en cuotas sus reflexiones acerca de los desafíos que presentó su obra, su propia definición de éxito y retoma la crítica situación de las producciones cinematográficas nacionales.
Ya pasó un mes del lanzamiento de Acusada y no deja de aumentar la audiencia. ¿Cómo te sentís con este logro?
Estoy super contento de que Acusada haya llegado a buen puerto en varios planos, se pudo estrenar en uno de los festivales más importantes del mundo y, al mismo tiempo, acá tuvo un increíble recibimiento. Yo quería hacer una película que dialogue con un público amplio pero que sea de calidad y profundidad, no un mero producto comercial.
¿Qué crees que particularmente llama la atención al público?
Creo que el valor agregado del film es que el policial está encarado desde un lugar diferente, contado desde una familia que está atravesando el caso. También los elencos se volvieron muy importantes a la hora de pensar en la convocatoria de la gente.
En ese sentido, Lali Esposito fue un gran recurso.
Lali es una figura muy popular que tiene sus seguidores fieles y la propuesta de verla por primera vez haciendo algo tan diferente tuvo un gancho. Pero nada está garantizado, son pocas las figuras que realmente tienen la capacidad de convocar gente. Hay muchos actores que son conocidos y casi nadie garantiza el éxito. Es una combinación de un guion, un director, un elenco y la televisión, de forma determinante.
Entonces, un logro no siempre es anticipado por una cara antes que la trama.
Es relativo. Una mala película puede tener gran inversión y otra buena producción no logra traccionar en la gente por falta de recursos en publicidad. Suele ser el caso de las independientes que se estrenan en festivales, podrían llegar a convocar a un público masivo, pero ¿quién está dispuesto a arriesgar mucha plata para lanzarlas y llevarlas a grandes salas?
Eso, en parte, sucede porque el cine independiente tiene su público determinado.
Sí, que tenga su público y sus espacios es uno de los desafíos con los que nos enfrentamos, porque queremos darle visibilidad a muchas producciones que valen la pena. Es un problema que está establecido hace mucho, pero tampoco se encuentra una solución real.
Además, ¿creés que siguen vigentes los prejuicios a las películas nacionales?
Eso es poner la culpa del otro lado. Existen, pero mucho menos que hace unos años, donde era moneda corriente decir “yo no voy al cine argentino”. Igualmente, creo que la mayoría del público, entre la gran oferta disponible y Netflix compitiendo, de alguna manera necesita asegurarse de que va a ver algo que va a justificar su tiempo o dinero. Desde ese lado, pienso que deben suponer que es difícil jugársela por un film independiente.
¿Es relativa la capacidad de convocatoria a que el producto sea exitoso? Por ejemplo, Villegas congregó alrededor de cinco mil personas, pero estuvo nominada en el Festival de Cannes.
¿Triunfa o no el cine argentino? Los éxitos van acorde a las expectativas y en el país se producen un montón de películas que conectan sus búsquedas con sus posibilidades. Es irreal plantearme que a un film independiente vayan cien mil personas a verlo. Si así lo hiciera, fracasaría. Pero si no la viera nadie o no entrara a ninguna competencia, ahí si no cumpliría lo esperado. No hay que errar en el concepto y pensar que las películas independientes pueden competir con La Monja, por ejemplo. En cambio, sí hay que ver cómo incentivar y mejorar las distintas escalas de producción que tenemos. Por suerte, Acusada tuvo lo mejor de los dos mundos.
Sí, tu último trabajo fue el primero de producción fuerte, pasó a ser un tanque. ¿Se te presentó como un desafío esta experiencia?
Sí, y en muchos aspectos, porque la fuerza de la producción se dio a lo largo de los cinco años que tomó el desarrollo del proyecto, iniciado como algo parecido a Villegas, pero con un salto de ambición. Admito que no me esperaba que fuera esto y resultó un trabajo muy grato, sobre todo por la gente y las empresas con las que trabajé, aunque responder a sus exigencias también fue complicado. En el set había figuras muy grosas, pero que tienen personalidades fuertes y egos que generan cierto temor de no saber cómo trabajar con ellos en un principio. Sin embargo, son más sencillos de lo que a simple vista parecen.
Tanta visibilización habrá traído un montón de críticas. ¿Coincidieron con la idea que quisiste transmitir o fueron por otro camino?
Acusada es una película que abrió un debate, sobre todo porque el final tiene varias interpretaciones posibles. En ese sentido, hubo muchas que estaban dentro de lo esperable y otras completamente sorprendentes. He visto de todo, hasta teorías delirantes que explican por qué terminó así que me hicieron conectar elementos que uno ni siquiera previó. Cuando una película se estrena no es más mía, sino del mundo, por muy cliché que suene.
¿No tuviste miedo de que se perdiera el interés en la trama al no terminar de construir a la protagonista como culpable o inocente?
Sí lo tuve, encontrar ese balance fue muy difícil, pero creo que lo logramos en buena medida. Es una película en la que cambia mucho su lectura alterando mínimas cosas en el guion, fue una de las dificultades más grandes.
Digamos que te la jugaste.
Sí, en ese sentido es una película arriesgada, pero fue un riesgo muy interesante, escapa al producto prefabricado. Es más, yo dije que, si al terminar la función veo a un grupo discutir sobre si Lali era culpable o no, recién ahí tuve éxito. De todos modos, hay gente que se enojó por la falta de un final claro, pero intenté trabajar para que no sea un factor de indignación.
Aun así, Acusada se convirtió en una taquilla argentina.
La verdad, no estoy seguro de si quedó calificada como tal.
Pero fue una de las películas más reconocidas de septiembre. Igualmente, se me ocurre que no siempre ese concepto tiene buena connotación. ¿Vos qué pensás, es beneficioso?
Hay bastante prejuicio en esas clasificaciones, yo también los tenía de joven. Las producciones que son tanques son dificilísimas de hacer y el talento de la gente que las llevan a cabo es altísimo. En realidad, todas toman mucho tiempo, esfuerzo y trabajo y está bueno cuando tenés la suerte de que sean reconocidas. Para eso es muy importante la instancia de desarrollo del proyecto y las productoras con las que trabajé la defienden mucho. Son conscientes de que la falta de recursos condiciona y apresuran este proceso.
Hablás de recursos y es inevitable pensar en la crisis que está atravesando el INCAA. Si crees que hay un desfinanciamiento a las producciones culturales, ¿lo ves como un ensañamiento en desalentar el arte o como una rama más de ajuste propio de esta gestión?
Varias cosas cuestan entender por qué pasan. Por momentos, ni siquiera sé si es algo tan intencionado o se trata de inoperancia, impericia o intereses privados, pero todo el sector está mal. Quisiera pensar que no hay trasfondos tan maléficos como nos imaginamos.
Cuando te iniciaste en el circuito independiente no tuviste tantas complicaciones como las que podrías tener hoy, ¿no?
Algunas trabas se repiten cíclicamente. Ahora parece ser particularmente delicado empezar porque hay varios elementos que ponen a la Ley de Cine en riesgo, como la estructura del Fondo de fomento. Hay que reinventar al sector, pero no se logran establecer reglas claras de juego.
Una iniciativa que pareciera motivar la cinematografía nacional es la del Mes del Cine Argentino, con las entradas al 50%. Acusada entró casi al final.
Ese proyecto tiene dos caras, creo que tiene un incentivo a la exhibición, pero tendría que estar mejor pensado, porque fue lanzado al tiempo que se estrenaron películas que tienden a generar más audiencia, como El Ángel, Mi obra maestra y El amor menos pensado.
¿Creés que fue deliberada esa decisión?
No sé si fue un error o hasta qué punto estuvo calculado, lo que sí se intentó fue reforzar el número de gente que va a ver cine argentino. Un aspecto positivo es que muchos de los que, quizás, tenían prejuicios sobre las películas nacionales, de repente pudieron haber revertido su opinión y ver que no tienen mucho que envidiarle a la producción de otras.
No es el primer certamen al que asistís, pero el de Venecia es uno de los más prestigiosos. ¿En esos espacios se logra difundir las problemáticas que atraviesa el organismo?
Sí se habla, pasó en San Sebastián, cuando ganó Rojo. Su director, Benjamín Naishtat, aprovechó muy bien la oportunidad. Nosotros lo hemos hablado en entrevistas, hay que decirlo en la medida que da el espacio.
Las nuevas plataformas, como Netflix, también relegan la producción cinematográfica. Y Roma, de Alfonso Cuarón, ganó el León de Oro este año. ¿Cuál es tu perspectiva en el debate por redefinir las políticas en los festivales para incluir las plataformas streaming?
Desde mi ínfimo lugar de director no me siento capaz de decir que lo que haga Netflix está bien o mal. Vivimos en un mundo super complejo, donde hay actores super fuertes y las cosas cambian todo el tiempo, entonces, aferrarse a lo establecido podría ser pecar de ingenuo. Igualmente, no hay que dejar de estar alerta. Solo espero que no haga que se deje de ver cine en los cines, sería una picardía.
Luego de tocar ambas puntas, ¿tenés planes futuros en el circuito independiente o comercial?
Ahora tengo la pretensión de mayores desafíos, nuevos y distintos. Pienso en varias ideas a la vez, me siento cómodo en esta estructura y no lo padezco como una restricción a mi libertad, si no que me permite tener una búsqueda más ambiciosa que de otra forma no hubiese tenido los recursos.
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Foto principal: Twitter de Acusada.