Para este viernes les regalamos una joyita del cine indie norteamericano: Gummo (Harmony Korine, 1997). El creador de Kids (dirigida por Larry Clark, 1995) dos años después se pone en piel de director por primera vez y creador de una obra conceptual y provocadora. A dos meses del estreno de su nueva película, Spring Breakers, revisamos una de las obras más relevantes de este director esencial del indie. No hay mucha historia para contar, sino que el film se sitúa en Xenia, Ohio, una ciudad que ha sido arrasada por un tornado y muestra imágenes, momentos, el discurrir de diferentes vidas un tanto particulares. Un niño (Jacob Reynolds) que deambula haciendo daños y drogándose con su amigo mayor que él, su role model; dos bellas y provocadoras hermanas, una de ellas representada por Chlöe Sevigny, ya una cara representativa dentro del género. Un niño disfrazado de conejo (Jacob Sewell) recorre la ciudad y se encuentra con los diversos personajes que matan en el tiempo desde la nada y hacia la nada; el conejo es, en algún punto el leit motiv. El mundo de Gummo es un mundo que está al revés, donde los adultos prácticamente no existen y donde los niños transitan en una no vida hacia ningún lado. Reina la desolación dentro de la cual la sexualidad y la violencia se convierten en temas centrales. El transcurso del film es justamente nada: el espectador accede a los escombros de un pequeño mundo donde sus integrantes deambulan en una atmósfera de destrucción. Además, son estas acciones e imágenes absolutamente insólitas y por momentos ridículas: un niño haciendo pesas frente al espejo con “Like a prayer” de Madonna de fondo en un sórdido sótano, y su madre usando los zapatos del difunto padre para bailar tap.
Como es de esperarse, el factor estético en esta producción no es algo menor. La música es uno de los elementos que más llama la atención, no sólo por su extrañeza sino por lo acertado en cada situación. En sí, la película es una mezcla de estéticas, no hay una musicalización uniforme (va desde trash metal hasta Madonna), las imágenes son desopilantes y a la vez cotidianas, pareciera como si música e imagen no concordaran del todo… Y las acciones suben y bajan permanentemente, desde lo depresivo, violento y angustiante (como tres niños aspirando pegamento tirados en un sillón) hasta lo histriónico y desconcertante. Así es que durante el transcurso del film y al final del film la sensación que nos queda es de completo vacío, de la nada; experimentamos la misma sensación que los personajes. Las imágenes quedan grabadas en la retina, porque todas son provocadoras, porque están ideadas perfectamente, dentro de una estética trash, aunque en realidad todo es medido y más que meditado. Estas imágenes se convierten en postales de un espacio lleno de nada, que desde sus componentes impresionan. Una obra sobre la soledad, sobre un mundo en ruinas, sobre la comunicación entre las personas que da en la tecla en su forma de abordaje, una obra excelente, sin miedo a la hora de representar y significar… a partir de retazos de nada.
Gummo
1997 – Harmony Korine