Hillbilly, una elegía rural, es una película basada en la novela de J.D. Vance, quien se dedica a narrar su propia vida: pasa de ser un exintegrante de la marina norteamericana a empresario de alto rango, especializado en inversiones de alto riesgo. La adaptación audiovisual fue dirigida por Ron Howard, conocido por otras películas como Rush o Inferno y protagonizada por Amy Adams y Glenn Close, dos actrices de amplia trayectoria que hace tiempo buscan ganar el Oscar.
Últimamente se popularizó la idea de que para llegar a los galardones de los grandes premios es común utilizar temáticas sensibles, que generen impacto ante los ojos de los espectadores y de la crítica. Algunos de esos temas pueden ser la inequidad, las tensiones raciales, la homofobia u otras cuestiones que generen sensaciones encontradas, que nos hacen replantearnos una y otra vez la esencia humana, que muchas veces lleva a normalizar las desigualdades que atraviesa un mundo cada vez más empañado en crisis sociales. Ante cuestiones como estas, siempre se debe tener cautela a la hora de elaborar un argumento o un guion, ya que si el mismo traspasa cierto límite, es posible caer en estigmas y prejuicios, que pueden ser tomados como ofensas o actos de discriminación.
Cuando se hizo público el afiche de Hillbilly, en el que aparece Amy Adams con un jardinero apoyada en un coche viejo y una Glenn Close casi irreconocible con gafas y una remera con la bandera estadounidense llevados de manera no irónica, generó todo tipo de chistes y memes. El tráiler que presentó Netflix hace un mes mostraba al niño, a la señora mayor que dice cosas aparentemente profundas, gente llorando y gritando en cada diálogo. Algunas reseñas de espectadores exclamaron que los peinados hacían parecer al avance como una publicidad de shampoo.
Cuando fue estrenada, las redes explotaron de comentarios polémicos. Quizás sea que esta exageración en los roles de cada uno de los personajes se vea circunscripta en una trama que pretende romper con el canon del “Redneck americano”, el modo peyorativo de llamar a las personas de tez blanca del sur de los Estados Unidos, tradicionalmente vistos como un grupo social que se caracteriza por su llamativa ignorancia, un racismo latente y la falta de empatía con lo ajeno.
Por el contrario, en este film se ven los problemas que atraviesa un joven universitario en búsqueda de éxito, en contraposición con su familia, que se presenta como una atadura punzante al estar conformada por una madre que padece graves dificultades con las adicciones. Ella es presentada como una persona vulnerable, en contraste con su abuela, que desea que su nieto forje su destino para lograr tener el éxito. El niño pero encuentra diferentes trabas impuestas por este legado familiar, al cual debe regresar de manera forzosa (luego de haber huido de él) y lidiar con un entorno social que le resulta complejo.
Según distintas críticas, uno de los grandes problemas de la película es que pone el foco de manera central en la problemática familiar, sin efectuar análisis de los asuntos externos que atraviesan a la misma, tal como el punto de vista a nivel macro de la realidad socio-política en un país que sufre una importante crisis en términos de representatividad y donde se expresan cotidianamente tensiones colectivas.
Las críticas más duras llegaron con el estreno de la película. El crítico David Fear en Rolling Stone suscitó que esta se podría denominar como:
“Un cosplay de la pobreza, una pantomima de lo que la gente llama de manera derogatoria ‘basura blanca”.
A su vez, la crítica Alissa Wilkinson expuso sin pelos en la lengua frases como: “la peor película que ha visto en años”, “extrañamente grotesca” y “la idea que tendría una persona rica de lo que es ser pobre”. The Playlist, que presta atención al cine de autor e independiente, también mantuvo una postura poco amigable proclamándola como “el filme más desvergonzado del año”. La reseña acaba llamando a la película una “absoluta montaña de mierda”, paradójicamente suscita con el pedido del Oscar para Amy Adams, y no porque lo haga bien, sino para que le den el tan ansiado premio y vuelva de una vez a hacer contenido de mayor relevancia. En Vanity Fair lo peor se lo lleva Glenn Close, que llaman a su interpretación como “un cálculo repugnante enmascarado de empatía”.
Mirá el tráiler de Hillbilly, una elegía rural a continuación: