Kate Winslet ya contaba con varios papeles tanto en televisión como en la gran pantalla para diciembre de 1997, mes en el que se estrenó Titanic, la cinta que la terminó de catapultar a la fama mundial con tan solo 22 años.
Lo cierto es que, además de reconocimiento y diversas nominaciones, incluida una a Mejor Actriz en los Oscar por su papel de Rose DeWitt Bukater, su participación en el film de James Cameron le trajo a la por aquel entonces joven actriz algunos dolores de cabeza.
“Sinceramente, me sentí intimidada”, le confesó la inglesa a Marc Maron en su podcast WTF, donde explicó cómo los medios, especialmente los diarios británicos, fueron desagradables con ella. “Entré en modo autodefensa inmediatamente porque día y noche, todos los días, fui objeto de un escrutinio personal y físico enorme”.
“Recuerdo pensar, esto es horrible y espero que pase. Y realmente pasó, pero me hizo darme cuenta de que, si eso es lo que significa ser famoso, yo no estaba preparada para ser famosa. Definitivamente, no”, añadió.
Acto seguido, Winslet, de 45 años, reconoció:
“Todavía estaba aprendiendo a actuar y sentía que no estaba preparada para hacer muchos trabajos importantes en Hollywood. No quería cometer errores y estropearlo, quería seguir en esto a largo plazo. Así que traté de encontrar pequeños papeles de manera que pudiera entender el oficio un poco mejor y mantener cierto nivel de privacidad y dignidad”.
La actriz, que a los 25 años dio a luz a Mia, su primera hija fruto de su relación con el director Jim Threapleton, también comentó que con la llegada al mundo de su primogénita hizo que el interés de la prensa por ella se reduzca y, dado que se enfocó en criarla, su atención por los medios disminuyó. “Todo eso se evaporó un poco”, afirmó.