Jean-Louis Jorge probablemente sea el secreto mejor guardado del cine centroamericano, o al menos esa idea transmite La fiera y la fiesta. Este largometraje dirigido por Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas busca rendir tributo al director dominicano, un artífice extravagante y provocador, a casi 20 años de su asesinato.
La historia comienza con la llegada de Vera (Geraldine Chaplin) a una localidad paradisíaca en el Caribe. Ella, una actriz veterana y de personalidad rebelde, arriba para hacer el último filme de su carrera. Vera quiere honrar de ese modo a Jean-Luis, quien fuera su colega décadas atrás. Así se va construyendo una película sobre el supuesto rodaje de otra película. Las escenas de La fiera y la fiesta despliegan un universo narrativo bastante rico, lleno de vampirismo tropical y una nostalgia teatral. No se trata entonces de un mero homenaje a un director fallecido, sino de una pieza con sus propios méritos y ambiciones.
Sus personajes más ancianos reflexionan sobre el ocaso de la vida de los artistas bohemios: ¿cuándo es el momento ideal para retirarse y cederle el lugar a las siguientes generaciones? ¿Hasta dónde vale la pena tratar de trasgredir los estándares culturales de una época o región? En cierto sentido, la referencia a los vampiros se puede leer como un esfuerzo por alcanzar la utopía de la eterna juventud. Como consecuencia, la lucha de egos y las tensiones entre los actores mayores y los más jóvenes no se hace esperar. Eros y tánatos: La muerte acecha en medio de las palmeras mientras un extraño erotismo flota en el ambiente.
A nivel visual, si bien esta cinta recurre a imágenes de archivo de la obra de Jorge, también crea escenas exuberantes, con un trabajo de fotografía orientado a entregarnos poesía visual. Secuencias como las de las coreografías en la pileta dan cuenta de tal búsqueda. Por otra parte, al tratarse de una co-producción entre República Dominicana, México y Argentina, nos encontramos con un elenco muy diverso dentro del cual Jackie Ludueña se destaca por sus habilidades como bailarín. Además, el vínculo de su personaje con el de Chaplin aporta una importante cuota de emotividad y ternura en medio del caos y la competencia inter-generacional.
El hecho de que se borren constantemente los límites entre realidad y ficción puede generar frustración en quienes están acostumbrados a tramas explícitas. De un modo muy valiente, La fiera y la fiesta toma sus propios riesgos a nivel narrativo y estético. Quizá esa sea otra forma de homenajear el ingenio de Jorge.