David Lynch es uno de los directores más peculiares del cine contemporáneo. Actualmente, el director está atravesando una enfermedad pulmonar que no le permite dirigir en un set y le dificulta la movilidad diaria: “Apenas puedo caminar por una habitación. Es como si estuvieras caminando con una bolsa de plástico en tu cabeza”, reveló.
En tiempos pasados, Lynch contaba con hábitos saludables, aunque bastante peculiares, que consistían en comer todos los días el mismo menú. En el canal de YouTube Outstanding Screenplays publicaron una entrevista en la que revelaba que todos los días almorzaba lo mismo: tomates, atún, queso feta y aceite de oliva, un plato con una fuerte impronta mediterránea.
Para la cena, en cambio, elegía trocitos de pollo y brócoli con un poco de salsa de soja. “Es muy rico”, admitía el director durante la entrevista, aclarando que esta rutina se veía afectada cuando viajaba y debía adaptarse a otros alimentos.
Además, durante siete años, tomaba un batido de chocolate Bob’s Big Boy y café a la siesta. Sobre esta actitud, el estadounidense explicó que se trataba de mantener “hábitos en la rutina diaria” y que “una vez que hay un cierto orden allí, eres libre para irte mentalmente hacia cualquier lugar. Tienes una suerte de base segura y un lugar desde el cual despegar”.
“Es muy importante para mí. Mientras más puro esté el entorno, más fantástico puede ser el interior”, dijo con respecto a cómo estas elecciones influyeron positivamente en sus procesos creativos. En cuanto a esta concepción de la vida, también está relacionada con su práctica de la meditación trascendental, sobre la cual habla en su libro En busca del pez dorado.