Michelangelo Antonioni fue uno de los directores italianos que más modernizó la narrativa y el lenguaje visual del cine. Nacido en 1912 en la localidad de Ferrera, sus películas son una muestra de cómo el paso del tiempo cambia a las personas y sus comportamientos, demostrado en su capacidad para reflejar el choque existencial que trajo el mundo de la posguerra en la sociedad. Su sensibilidad especial y poética se potenciaba con su talento técnico para contar historias que por lo general transcurren en un solo día.
Para poder maximizar estos recursos que llevaron a una consecuente modernización de su idea sobre el cine, el italiano recurrió a la música como una herramienta para enfatizar el poder de sus imágenes. Luego de su etapa neorrealista -donde destacan películas como Crónicas de un amor (1945), La dama sin camelias (1953) y El grito (1957)-, Antonioni recibió la década de los 60 con La aventura. Esta historia funcionaría como inicio de una futura trilogía sobre la incomunicación existencialista junto a La noche (1961), El eclipse (1962) y El desierto rojo (1964), que también tuvo a Monica Vitti, actriz fetiche de todas estas películas y pareja por aquel entonces de Antonioni.
La música le fue de gran ayuda para acrecentar las sensaciones de los personajes, que son caracterizados a través de diálogos minimalistas. Para La aventura, contó con la composición musical del pianista y director de orquesta Giovanni Fusco. Así, todo los paisajes mediterráneos del film se ven realzados por la música de Fusco, creando una relación especial entre los personajes, el entorno y la música que será de suma importancia en el desarrollo del cine de Antonioni durante los años 60.
A diferencia de otros directores como Roman Polanski y François Truffaut, Antonioni llegaba como un adulto maduro de 48 años a la década, por lo que su relación con la música será vital para poder mantenerse a la par del nuevo lenguaje joven y contracultural que se iba a desarrollar en el campo del cine. Es necesario recordar que, a comienzos de los 60, aún no existía la cultura pop joven de The Beatles, la invasión inglesa y la explosión psicodélica que tanto caracterizaría a la década. Por lo que Antonioni todavía exploraba la orquestación de cuerdas de la mano de Fusco, ambos influenciados por la música de películas como Zorba, el griego (1964).
Luego de La aventura seguiría La noche, un film que explora el destino de fracaso de las relaciones amorosas. En esta ocasión, Antonioni decidió trabajar con Giorgio Gaslini, quien componía música desde la perspectiva de lo que se llamaba el Third Stream, que era una interacción de la música clásica con el jazz.
Influenciado por el abanico musical que va de Robert Schumann a Thelonius Monk, Antonioni dejó en claro su visión cinematográfica a partir de los sonidos que complementaban las imágenes ya desde la primera toma del film. “Blues All’Alba” es una pieza experimental, como esa primera imagen del elevador ascendiendo por un edificio moderno, donde la perspectiva de diagonales registra la esencia de las tomas de Antonioni, abstractas e infinitas pero cargadas de melancolía y expectación.
En la continuación de su trilogía de alienación existencial con la película El eclipse, Antonioni decidiría trabajar con ritmos modernos de aquellos tiempos como el twist. Una vez más de la mano de Giovanni Fusco, los personajes extraños a su entorno son exaltados por canciones como “Eclisse Twist” o la dramática pieza homónima “L’eclisse”.
Dos años más tarde se estrenó El desierto rojo, nuevamente con Monica Vitti como actriz protagonista. La llegada del tecnicolor a sus films representó todo un desafío para Antonioni. La idea de dejar atrás todo pasado realista se veía reforzada en sus films en blanco y negro. Con este primer film a color, las imágenes se parecían mucho más a la de la realidad. Por este motivo, decidió pintar el césped y las ramas de árboles de diversas tomas y, otra vez de la mano de Giovanni Fusco, tomó a la música como un elemento de escape y fantasía. Con el relato experimental de la canción italiana como es “La favola” y el pop de “Il surf della luna”, Antonioni cierra su serie de películas sobre personajes eclipsados por lo apocalíptico de su entorno entre fábricas y antenas gigantes.
Hacia 1966, la cultura psicodélica comenzó a abrazar a Europa. El swinging londinense destilaba coloridos personajes y una intensa actividad artística que iba desde el cine y la música, hasta llegar a las artes plásticas y la fotografía. Por primera vez en su carrera, Antonioni se trasladó fuera de Italia para filmar. La ciudad elegida fue Londres y fue el comienzo del ligazón del director con el mundo anglosajón.
Deseo de una mañana de verano, popularmente conocida como Blow Up, se inspiró en un cuento de Julio Cortázar titulado “Las babas del diablo”. La tensión entre el viejo y nuevo mundo juvenil estaba en su apogeo y Antonioni, con más de 50 años, decidió seguir innovando a nivel sonoro. Para esto contrató para la música al jazzista Herbie Hancock, quien era parte del quinteto de Miles Davis, y que estaba influenciado también por la escuela del acid jazz.
La música de Hancock amalgamó esa sensación de libertad que atraviesa el film, en la desesperada búsqueda por un posible asesinato a través de un fotógrafo interpretado por David Hemmings. El personaje es un bon vivant sofisticado que viaja en convertible y tiene su propio estudio de fotografía, cuestiones que un mod con scooter no tendría y estaría más asociado al lenguaje del underground londinense. La sensación de nuevo mundo que comienza a desandarse en los años 60 se rubrica con la fotografía de Carlo Di Palma y la escena en donde The Yardbirds se presentan tocando con Jimmy Page y Jeff Beck en un local subterráneo ubicado en pleno centro londinense.
Las locaciones se complementan con la música, logrando una síntesis perfecta cuando el personaje de Hemmings se va con el mástil de la guitarra que obtuvo en el concierto de los Yardbirds y lo tira sobre el frente de un local del swinging londinense. Es la impotencia del nuevo mundo, de no poder salir conforme de una sociedad que, si bien intenta cambiar, no puede escapar de lo alienante de la existencia.
Como una rúbrica de los años 60 -tanto filosófica como artísticamente-, en 1970 Antonioni estrena Zabriskie Point, la primera película que filma en tierras norteamericanas, exactamente en el Valle de la Muerte de California, y en un año clave para la contracultura luego de los festivales de Woodstock y el trágico Altamont en San Francisco.
El mundo había cambiado, pero Antonioni jamás se quedó detrás. Zabriskie Point representa un estado de libertad y contracultura aún más profundo que Blow Up. Siguiendo el método de Pier Paolo Passolini de tomar personajes comunes de la calle para actuar, los actores fueron elegidos en un solo casting al azar. Ambos protagonistas no tenían ningún tipo de experiencia cinematográfica; Daria Halprin era estudiante y Mark Frechette era carpintero. De hecho, este último moriría un par de años más tarde intentando asaltar un banco.
Antonioni planeó la música de la película basándose en el movimiento californiano y la contracultura psicodélica. Artistas como Jerry Garcia con la canción “Love Scene”, Kaleidoscope con “Brother Mary” y Grateful Dead con “Dark Star” también protagonizan el film. Sin embargo, sería Pink Floyd la banda que se llevaría los aplausos por su síntesis perfecta entre imagen y sonido con sus acertadas piezas instrumentales como “Come in Number 51” y los paisajes acústicos más sobrios de “Crumbling Land”.
La necesidad de que la música sea funcional con el entorno de libertad y soledad de Zabriskie Point llevó a Antonioni a tener disputas serias con varios de los artistas involucrados, especialmente con Pink Floyd y The Doors. La banda de Jim Morrison le había propuesto el tema “L’America”, pero el director lo descartó por parecerle muy oscuro.
Con respecto a Pink Floyd, sus contribuciones pueden rastrearse en compilados recientes ya que varias canciones que quedaron fuera de la película como “Unknown Song”, “Love Scene” y “Take Off”. Pero lo más paradigmático del asunto es que un demo titulado “The Riot Scene” (también conocido como “The Violent Sequence”) fue descartado por Antonioni, para más tarde convertirse en el famoso tema “Us and Them” que los ingleses publicaron en The Dark Side of the Moon.
Desde su música, sus personajes y las locaciones elegidas, Zabriskie Point representa el cenit de la relación entre Antonioni y la cultura juvenil. Michelangelo adhería a ese profundo rechazo por lo material y el vacío que genera, reflejada en los vuelos y corridas que hacen los personajes principales por el desierto y también en la impactante explosión final de la película.
Con su interacción entre lo visual y lo sonoro de las películas, Antonioni nos deja claro que la potencia de una imagen o una narrativa fílmica tiene mucho que ver con la orientación y el concepto de la banda sonora. Sin la influencia de la música, sus películas no hubieran sido lo mismo. A casi 17 años de la muerte del director, su legado sigue más vigente que nunca, como un muestra de que la unión entre dos campos artísticos como la música y el cine nos puede llevar a nuevas formas de percepción.