Natalia Oreiro es una figura que parece pertenecerle tanto a Uruguay como a Argentina… y a Rusia. La Muñeca Brava ha construido una sólida carrera en el país de los zares y representa un fenómeno sin igual que se diferencia de lo que sucede en Argentina o en su país natal.
Oreiro no se ha limitado a una sola disciplina artística: pasó por el cine, las telenovelas, el diseño y la música; algo que muchas artistas latinoamericanas hacen y han hecho, pero Natalia ha logrado capturar la atención del pueblo ruso ganándose su corazón y convirtiéndose en una leyenda.
Nasha Natasha: así se llama la Oreiro en Rusia. Los pósters de Muñeca Brava cuelgan de las paredes de las adolescentes rusas de los 90, un multitud canta las canciones de Gilda casi como un himno y entonan al unísono con la cantante: “Soy del Río de la Plata, corazón latino soy bien candombera”. Estas palabras, en principio más que ajenas para un ruso o rusa, cobran un significado peculiar al ser pronunciadas por Natasha y su fiel público las repite, agarrándose el pecho y soltando algunas lágrimas.
Nasha Natasha, el documental de Martín Sastre, indaga en este fenómeno casi incomprensible hasta para la misma artista. El film se mete en el micro de gira de Natalia y la acompaña por paisajes helados que la llevan a sus shows por Europa del Este. Natalia es una de las pocas artistas de Latinoamérica que ha llegado a calar en el público de países como República Checa, Polonia o Rusia y esto es lo que la película viene a desentrañar.
La experiencia de esta gira sucedió en 2015 y el film data de 2016, aunque llega al gran público recién en 2020 de la mano de Netflix, donde se convirtió rápidamente en lo más visto.
Sastre logra cruzar la documentación íntima de la gira y la pasión de Natasha en Europa Oriental al tiempo que cuenta la vida y trayectoria de la artista y allí tienen lugar sus colegas (Facundo Arana), su familia y su pareja Ricardo Mollo. Y todo esto se sintetiza en la invaluable primera persona que lidera el relato, la experiencia contada por ella misma, sus reflexiones sobre el trabajo, el estar lejos de casa, el éxito y este fenómeno. También tienen su lugar las voces de las fans, muchas de ellas hablando en un perfecto español y explicando el nacimiento de esta pasión que se funda en torno a la figura de Oreiro.
Nasha Nataha es, al fin, Nuestra Natasha: la apropiación de una figura que deviene en identidad e identificación. Un planteo artístico que en principio se alejaría mucho de los cánones europeos, pero que llega en un momento clave: la figura de una mujer cotidiana se vuelve el objeto de culto de millones.