Pink Flamingos cumple hoy 50 años de su estreno. La película que cambió el cine queer y el mundo under del séptimo arte se erige como un título de culto, como la cinta “más asquerosa de la historia” y una puerta de entrada para un cine diferente. A medio siglo de su lanzamiento, Pink Flamingos sigue abriendo interrogantes, sacándonos una sonrisa y presentándose más vigente que nunca en una actualidad que revaloriza las disidencias y la diversidad.
Mientras hoy las luchas feministas y LGBTIQ+ han logrado la visibilización de cuerpos e identidades diversas, que escapan a la hegemonía y al establishment, muchos años atrás existieron artistas que de la mano de la contracultura expresaron y pusieron en la pantalla aquello que era considerado monstruoso o incluso inexistente.
La escena artística trans y drag queen de hoy tiene un gran saldo con John Waters y con Divine, dos amigos que se paseaban por los cines under de Nueva York buscando inspiración para expresar sus ideas que se corrían totalmente de cualquier narración o héroe clásico. Waters sería el encargado de dirigir y Divine, su compañera fiel, sería la actriz principal de Pink Flamingos y posterior influencia para el mundo drag.
Grandes fanáticos del cine de Armando Bó e Isabel Sarli (que también estaba signado por la censura y la contracultura solo por pertenecer al cine erótico), Waters y Divine tomarían la estética de la Coca, la caminata icónica de la diva por Times Square, para darle su propio toque trash.
Mientras el cine norteamericano vivía el esplendor de lo que se llamó el Nuevo Hollywood, con el surgimiento en 1972 de películas portentosas como El padrino, Waters se animaría a diseñar un personaje de lo más incorrecto: con una sexualidad poco delineada, completamente inmunda, con conductas animales y que vive en una comunidad de freaks.
Una mujer adulta en una cuna, excremento como regalo, tráfico de drogas, lesbianas criminales, venganza y una fina diva drag que decide frenar en el parque para hacer sus necesidades en plena luz del día, son algunos de los condimentos que hacen de Pink Flamingos una película no solo inolvidable sino completamente transgresora.
Esto se ve apoyado también por la calidad técnica y la envergadura de la producción. Frente a los tanques a cargo de directores como Brian de Palma, Francis Ford Coppola o Martin Scorsese, Waters -este joven gay de bigote finito y oriundo de Baltimore-, se plantará en el panorama cinematográfico desde el auténtico under y con escasos recursos.
La película está también protagonizada por David Lochary, Mary Vivian Pearce, Mink Stole, Danny Mills, Cookie Mueller y Edith Massey y uno de los aspectos que también la llevó a ser icónica fue su banda sonora. Uno de los momentos más inolvidables está musicalizado por Little Richard con “The Girl Can’t Help It”, pero también forman parte del soundtrack canciones de The Trashmen, The Robins y más. Así, el posterior cine queer y directores como Bruce LaBruce tendrán una influencia ineludible de Waters.
Pink Flamingos cumple 50 años y es también un aniversario de triunfo. Si bien el correccionismo político y la agenda progre han quitado estas temáticas y formas de filmar películas del fondo del cine para ponerlas justamente en el mainstream, el espíritu contracultural de Waters debe ser el impulso para crear desde lo incómodo.
A su vez, el hecho de haber dejado el fondo es también un triunfo; que aquella suerte de comunidad de freaks que vimos en la película de 1972 hoy tenga otro lugar en la sociedad es también producto de germinales visibilizaciones que tuvieron sus comienzos en propuestas como la de Waters.