La reciente noticia de que Adele se “arrepintió” de haber trabajado con Damon Albarn, alegando que la trató de insegura, la llevó a concluir que el episodio fue uno más de esos “no está bueno conocer a tu ídolo”. Los habrá groupies, reservados, pero también hay historias en las que terminan siendo amigos. Una de estas es la de Wim Wenders con Nicholas Ray, dos pilares de la historia del cine. Por un lado, el alemán, director de obras fundamentales como Paris, Texas y Wings of Desire, aún en actividad (las carteleras locales vieron este año pasar a The Salt of the Earth, de 2014). Y por el otro, el mítico y gigante Nicholas Ray, norteamericano que resignificó el género western, dándole lugar a la mujer, a los marginados y a los protagonistas secundarios de las historias con títulos que trascienden la cinefilia y se imponen en la cultura a nivel global: Rebel Without a Cause, Johnny Guitar y In a Lonely Place. Wenders conoce a Ray en su primera etapa de trabajo y juntos abordaron la dirección del documental Lightning Over Water, que sigue al realizador norteamericano en sus últimas semanas de vida debido al cáncer de pulmónque lo afectaba. Wenders viaja de Los Ángeles para Nueva York en 1979 exclusivamente para esto, visitar a su amigo y grabarlo. No tiene mucho tiempo para hacerlo, apenas unas semanas (se vislumbran ciertos detalles de la industria), pero logra su cometido sin dejar de preguntarse si lo que está haciendo está bien. Quieren hacer una película pero no tienen una historia que contar, más que el presente y el evidente final que tarde o temprano llegaría. De hecho llegó ese mismo año, en agosto; el documental fue estrenado al año siguiente en Cannes, fuera de competencia.
