El sábado 15 de octubre amanece con una lluvia amenazante que, por fortuna, desaparece antes de que el Festival BUE abra sus puertas –con media hora de demora- para dar comienzo a la segunda jornada, que repite las propuestas extramusicales del Día 1 pero ofrece una diagramación de horarios un poco más difícil de congeniar considerando la cantidad de artistas y las distancias. De forma inmediata arranca el show de John Grant en el escenario cubierto Arena Heineken ante un público reducido que sin embargo lo escucha con suma atención. Con un castellano bastante bien aprendido en su ciudad natal, anuncia que a pesar de no tener mucho tiempo es un honor para él estar en la Argentina. “Grey Tickles, Black Pressure” del disco homónimo del 2015 es la elegida para comenzar, intercalando su presencia frente al micrófono y el teclado, y continúa “una canción sobre helado”, “Marz“. En “Pale Green Ghosts” los espectadores, cada vez más numerosos, comienzan a desprenderse un poco de la timidez y a moverse al ritmo de los beats electrónicos frente al estadounidense que también baila lookeado con anteojos de sol y ropa colorida. Es una verdadera pena que un artista con tanto para ofrecer sólo cuente con escasos 45 minutos para tocar. En “Glacier” aclara que es una tema que habla de política y que “se trata de que me da igual si a la gente le gusta o no lo que hago”. Su honestidad bruta característica se hace presente también con ironía en “Queen of Denmark” –“I wanted to change the world, but I could not even change my underwear”- y claro que no falta la crudeza del hit “GMF“, la más coreada durante el íntimo encuentro. Para cuando se despide con la rítmica “Black Belt“, es posible afirmar que John Grant inaugura con su mezcla de sonidos la sesión maratónica de baile que será el factor predominante del día.
Con un desajuste de horarios, Capital Cities hace su entrada en el Outdoor Stage al ritmo de “One Minute More” dando comienzo a la fiesta prometida. A esto le sigue el primero de los tres covers de la tarde, “Breathe” de Pink Floyd, para sumar llegando al final un homenaje a Prince con “Nothing Compares 2 U” y a la reina del pop Madonna con “Holiday“. Con Ryan Merchant en guitarra y el carismático Sebu Simonian en teclados, suena el hitazo “Kangaroo Court” y todo es espíritu juvenil, sonrisas y diversión. Una marimba moderna se roba la atención mientras el público chasquea los dedos y aplaude al ritmo de “Origami“. “¿Quieren bailar un poco con Capital Cities?” pregunta Merchant antes de que arranque “Center Stage” y la dupla coordine una grácil coreografía torpemente imitada por la audiencia, entre disculpas por pies pisados y carcajadas que se multiplican. Después de anticiparlo en su entrevista para Indie Hoy, tocan tres canciones nuevas que formarán parte del sucesor de In a Tydal Wave Of Mystery (2013, Capitol Records), cuyo nombre tentativo es Solarize y saldrá a principios del 2017: Una un tanto movediza llamada “River Phoenix You are My Venus“, la romántica “Drop Everything” –o al menos eso es lo que dice el estribillo- y la recientemente lanzada como single, “Vowels“. También suenan “Chartreuse” y “I Sold My Bed, but Not My Stereo” de su primer álbum. El armenio Simonian reitera su orgullo por presentarse en el mismo escenario que los maestros The Flaming Lips y Pet Shop Boys, antes de entonar el clásico radial “Safe and Sound” que hace vibrar el predio con los saltos de la gente en una explosión de euforia. Para cerrar eligen el mismo tema en versión remixada, el público se descontrola en un baile intenso y los integrantes de la banda arrojan sus abrigos después de utilizarlos como accesorios para sus ensayados movimientos. Sebu se lanza sobre los fans sin ningún tipo de reparos y se despide retirándose con unos pasos chistosos del escenario. Capital Cities reafirma que es pura celebración y alegría con un show ideal para aquellos que quieren pasar un buen rato y dejarse llevar por la música inocente. Una propuesta de indie pop descontracturada y fresca que sirve para recargar energías para lo que está por venir.
Aún después del milagroso cambio en la grilla a pedido de quienes no querían verse en la situación de realizar elecciones dolorosas, el show de Wilco se superpone con el final de Capital Cities y roza el principio de The Flaming Lips. Pese a eso, el generoso tiempo que le es cedido a la banda estadounidense para su ansiado debut en la Argentina permite que el escenario cubierto de Arena Heineken se encuentre colmado incluso en las plateas para cuando suenan los acordes iniciales de “Jesus, etc.” Su presentación es un repaso conciso por su extensa discografía, como promete Jeff Tweedy, siendo justos con los fans que les dan una cálida bienvenida en su primera visita al país tras más de 20 años de carrera. De hecho, de su último álbum Schmilco (2016, dBpm), lanzado hace apenas un mes, sólo suenan “Someone to Lose” y “Locator“, mientras que en su amplio setlist ofrecen unas cuantas de aquel que les valió dos premios Grammy en el 2005, A Ghost is Born (2004, Nonesuch Records): “Spiders (Kidsmoke)“, “Hummingbird“, “Handshake Drugs“, “I’m a Wheel“, “Theologians” y “The Late Greats“. El frontman apenas intercambia algunas palabras y “I love you”s con la audiencia, mientras la banda no escatima en la utilización de una colorida variedad de instrumentos para explorar las diversas matices de su sonido prolijo y quizás aún más cautivante que en el estudio. Con una madurez de grandeza musical y un estilo híbrido entre el indie rock, el country y lo tradicional, Wilco se consagra en su creación original como uno de los platos más fuertes de la noche, cumpliendo las expectativas de los propios y apropiándose de los expectantes ajenos.
Ningún artista hace uso de demasiadas ornamentaciones en escenografía hasta que llega el turno de los ostentosos The Flaming Lips a las 21.15 hs, con “Race for the Prize” iniciando la aventura intergaláctica. Wayne Coyne luce una vestimenta que hace juego con la decoración: tapado de piel rosa y celeste, remera de huesitos, calzas metalizadas y pompones multicolores en cada extremidad. Del techo caen unas cintas que se encienden en sincronización para dar lugar a un espectáculo de luces hipnotizantes mientras se disparan globos de colores y confeti hacia la audiencia cautivada. Michael Ivins se calza en el bajo la camiseta argentina, y en una bizarra confusión aparecen Papá Noel, una especie de pez bagre marinero y una rana gigante acompañados de un globo plateado que reza “Fuck Yeah BUE Fest” dando pie a la clásica “Yoshimi Battles the Pink Robots, Pt. 1“. Como estos estadounidenses siempre pueden volver todo un poco más extraño, Chewbacca se hace presente para alzar a Coyne como un niño pequeño sobre sus hombros con su abrigo encendido para “The Gold In the Mountain of Our Madness“. La excentricidad no deja de sorprender durante “Pompeii Am Götterdämmerung“, que envuelve un poco más a la gente en el trance. Siguen “What Is the Light?” y “The Observer“, el extravagante frontman golpea unos platillos Zildjian haciendo que todo se parezca cada vez más a una delirante ceremonia mística, y también toca la guitarra desde el centro de un bello arcoíris inflado generando una visión celestial. El verdadero momento épico que estremece a todos los que se encuentran en el Outdoor Stage es el infaltable cover de “Space Oddity“, Bowie eterno en la galaxia y Wayne dentro de una bola transparente con papelitos que vuelan como estrellas fugaces y lágrimas que se escapan entre la belleza del acontecimiento y la pena por aquel que ya no está pero siempre vivirá entre nosotros. Caen unas gotas de lluvia que parecen parte del acto y entonces el cantante se lanza rodando dentro de la burbuja sobre el público que lo recibe encantado. La imagen conmueve y después de aquella secuencia hermosa llega “A Spoonful Weighs a Ton” retumbando amor por todo el predio. “Do you Realize??” es la elegida para realizar el suave aterrizaje en el aburrido planeta Tierra. El viaje espacial resulta demasiado corto para semejante presentación, pero como nos cantan The Flaming Lips, “It’s hard to make the good things last”.
Antes de que arranquen los Pet Shop Boys, que para colmo se retrasan sin previo aviso, es una sabia decisión visitar aunque sea media hora el provocador show de Peaches. La canadiense recibe a los recién llegados casi desnuda y con una performance pseudopornográfica acompañada por actores que se encargan de explicitar las letras de su electroclash sexual sin pelos en la lengua. La mujer empoderada pide caminar en tacos como toda una dominatriz sobre el público y la multitud se las arregla para sostenerla y bailar a la vez sin percances. Lástima que el tiempo apremia y hay que despedirse de mala gana de la sensual Merrill Beth Nisker.
La hora más esperada para la mayoría de los asistentes está por llegar, y recién a eso de las 23.25 los Pet Shop Boys hacen su entrada triunfal con “Inner Sanctum“, de su reciente lanzamiento Super (2016, X2 Recordings Limited, Kobalt Label Services), que predomina en el setlist y del que también se desprende el hitazo “The Pop Kids” sobre aquellos días de una juventud gloriosa que parece no haber terminado para el vital dúo. “West End Girls” suena en segundo lugar, quizás demasiado pronto para procesar su magnificencia. Los ingleses dan las buenas noches con cascos metalizados en la cabeza y dicen encontrarse en una de sus ciudades favoritas del mundo. Luego de “In the Night” y la reciente “Burn” que sin embargo suena como un antiguo clásico, declaran con una intro entre orquestal y épica “Love Is a Bourgeois Construct“. La próxima canción es sobre un “New York City Boy“. Neil Francis Tennant luce su suave voz impecable con el paso de los años entre ritmos pseudotropicales en “Se A Vida É (That’s The Way Life Is)” mientras Christopher Sean Lowe hace magia en los teclados. Anuncian una de su disco debut y se escucha “Love Comes Quickly“. El amor se sigue repitiendo como concepto constante en “Love, etc.” y Tennant se lookea como mandatario ruso en “The Dictator Decides“. Lo que no se explica es la pasividad del público, casi del todo quieto hasta entonces a pesar de la invitación al baile constante al ritmo del pop electrónico, género en el que todavía los chicos de la veterinaria dan cátedra. Suenan “Inside a Dream“, “Home and Dry” y “The Enigma” acompañadas con juegos de luces hipnotizantes como las de los clubes nocturnos. Recién con “Vocal” la audiencia despierta y se empieza a mover como los Pet Shop Boys merecen. Para “The Sodom and Gomorrah Show” el Outdoor Stage ya es una fiesta que explota con la infaltable “It’s A Sin” mientras los londinenses se redimen de sus inexistentes pecados. Desplegan “Left to My Own Devices” y al fin comienzan las ovaciones cuando el cantante anuncia “it’s a new version of an old song” y el himno “Go West” -aquel cover de Village People que ellos inmortalizaron- se corea con orgullo mientras unos globos multicolores iluminados por dentro adornan el escenario en una imagen gloriosa. Sin dudas el concierto alcanza su clímax a partir de aquel momento, que lamentablemente es seguido por el breve encore que anuncia el repertorio final. Para “Domino Dancing” no hay cuerpo que no se mueva tras el efecto dominó del coro pegadizo, mientras la excitación general se puede palpar en el aire. Con sonido impecable, el dúo inglés sigue conservando la capacidad de tornar cualquier espacio en una discoteca de fines de los ’80, renovando su repertorio inagotable en una combinación impredecible. La incomparable versión de “Always on My Mind” anuncia el inminente cierre y con un remix, los eternos pop kids se despiden impregnando al público de felicidad y una poderosa sensación de liberación.