Empiezan los días más cálidos y luminosos. Más allá de todo pronóstico apocalíptico, la llegada de la primavera siempre invita a la dispersión, al esparcimiento, al ocio. En lo posible y deseable, qué mejor que leerse una buena novela gráfica en un parque. Acá te acercamos tres recomendaciones de rasgos muy disímiles entre sí: desde una bitácora autobiográfica hasta un cómic más experimental, sin pasar por alto uno de ciencia ficción.
Ketsuban, de Valentín de las Casas
Estudio Mafia
Apenas iniciada la historia, un recurso autoconsciente (un personaje nos interpela “mirando a cámara”) nos avisa que la lectura será de derecha a izquierda, emulando la dinámica del manga. En la secuencia siguiente estamos inmersos en un videojuego donde se cifran la acción y la aventura de un relato que se va enmarañando sin encadenamiento causal aparente. Es el devenir urbano de dos personajes trajeados como malevos del arrabal o hipsters de Williamsburg. ¿Dónde estamos? En una ciudad futurista atiborrada de carteles y demás pirotecnias del hiperconsumo, que podría recordar a Tokio o Seúl pero que se permite una discontinuidad porteña como la presencia de la tradicional pizzería Pin Pun. Editado en risografía a dos colores, Ketsuban es puro vértigo, una gema experimental del lenguaje de las viñetas.
El castillo rojo, de Pablo de Santis y Matías San Juan
Hotel de las ideas
Publicada originalmente por capítulos en Revista Fierro, esta novela gráfica plantea una sociedad ficticia donde funcionaba el Sistema Limbo, una técnica que ofrecía servicios de inmortalidad provisoria a los seres humanos. Pero un desperfecto deja a todos los muertos límbicos volviendo a la ciudad y confundiendo a la población. El escenario es preocupante a tal punto de que existen neo-psiquiatras encargados de detectar a los “intrusos”. Allí aparece la doctora Marcus para disparar la trama detectivesca que vertebra toda la historia que hace honor a la mejor tradición de la ciencia ficción.
Las alusiones podrían ir desde el film Invasion of the Body Snatchers hasta Les Revenants de Emmanuel Carrere. La ciencia ficción se combina en una matriz de thriller, géneros en los que De Santis se desenvuelve virtuosamente como guionista y que se potencia con el uso expresivo del color por parte de Matías San Juan. Después de hacer juntos ese gran policial clásico que se llama Saturno, De Santis y San Juan vuelven para afianzar una de las duplas más promisorias del comic local.
El hogar, de Mariana Sabattini
Loco Rabia
En primera persona, la autora cuenta su desplazamiento desde Bahía Blanca hasta Buenos Aires, cuando se muda con el propósito de estudiar Diseño Gráfico en FADU, cuya sede principal es en Ciudad Universitaria. Pero no se trata del tipo de crónica enfocada en el impacto que produce la gran metrópoli en la mirada de quien narra, sino de un cuaderno descriptivo sobre el día a día en el hogar a donde decidió (donde pudo) hospedarse. En ese sentido se pone de relieve la figura de Elvira, la encargada que impone reglas estrictas a las chicas que se alojan en la pensión.
Las rutinas -lavar, cocinar, salir a la calle en horarios limitados- supondrán no pocas angustias, pero también una verdadera educación del carácter para la protagonista, en tanto la administradora del lugar -de manera progresiva- se va humanizando y despojando de su rasgos inflexibles y despóticos. ¿Qué se resigna y qué se espera en la inmigración voluntaria? ¿La experiencia vivida está a la altura de nuestras expectativas? Esas preguntas quedan latentes después de leer El hogar.