“Las generaciones jóvenes crecieron sin mucha historieta argentina. Desde fines de los años 90 hasta el 2012 casi no se publicó historieta argentina” analiza el investigador, editor y guionista de historietas Marcelo Pulido. Y continúa: “Si bien los autores argentinos que habían logrado llegar a Europa siguieron produciendo, era un material que no llegaba acá. Entonces tenés una generación, o dos, que crecieron sin leer ni acceder a historieta argentina. Lo que leen principalmente hoy los jóvenes es manga porque eso era lo disponible cuando eran más chicos. Ese bache, me parece, impidió que hubiese más producción de historieta en relación a estos temas como la dictadura”.
Con el antecedente canónico de El Eternauta de Oesterheld, y a 40 años de la vuelta de la democracia a nuestro país, conviene volver a pensar los vínculos –y tensiones- entre historieta y dictadura. Por eso vale la pena escuchar a Pulido, autor de una antología de historias sobre la última dictadura militar (¿Qué querés ser cuando seas grande?) y de una biografía en viñetas sobre el artista Héctor Germán Oesterheld (El manuscrito). Dice: “Para que un tema sea tratado debe estar circulando en la sociedad. En ese sentido, la dictadura como temática empezó a cobrar importancia en la década pasada con todo el movimiento político y la puesta en valor de los derechos humanos”.
¿Cómo ves el panorama actual de la historieta en relación a la última dictadura?
Habría que hablar del panorama general de la historieta argentina, de la producción y de la publicación. La dictadura es uno de los temas que se pueden abordar, si querés en relación al contenido social o lo demás, y que no puede escapar a la coyuntura general. En algún momento se dejó de producir historieta nacional y hace más o menos diez años hay un lento resurgir de la historieta con mucho esfuerzo de pequeñas editoriales. Con lo cual, lo que se puede publicar está condicionado por los sistemas de producción. Si bien se puede publicar digitalmente, no son publicaciones profesionales. Si bien hay muy pocos autores que publican en el exterior, la edición de historietas sobre la dictadura también está enmarcada en este contexto de situación. Son muy escasas las posibilidades de publicación en papel. Por más que hay interés en algunos autores de producir sobre la dictadura, no son tantas las posibilidades de publicarlo. En este sentido, no hay un muestrario muy grande para sacar conclusiones de cómo se aborda la dictadura. En principio, no hay una mirada generacional al respecto.
¿Las nuevas generaciones de historietistas, por ser de una generación alejada en el tiempo, cómo te parece que se vinculan con el tema?
Lo hacen de manera muy escasa. Si uno mira un poco, las historietas que abordan la dictadura tienen que ver con gente que lo vivió en algún momento de su vida, en la infancia o en la apertura democrática cuando el tema estaba fresco. La generaciones jóvenes no se acercaron tanto al tema, me parece.
Como editor, ¿el tema te interesa particularmente?
Sí, totalmente. Dentro del catálogo de mi editorial tengo varios libros en relación al tema. Pero lo veo como producción sobre política, porque la dictadura es una temática dentro de la política. La política en el sentido de cómo pensar la sociedad en la que querés vivir. La dictadura es una manifestación de eso. Publicar historieta argentina, en un momento donde no se publicaba nada, tiene implicancias políticas. Los que publicamos historieta argentina estamos apostando por nuestra cultura. Eso es político. La temática de la dictadura me interesa porque creo en la construcción de sentido y la conservación de la memoria. Yo quiero que parte de mi catálogo vaya para ese lado. Es darle lugar a autores que piensan la sociedad, lo que nos pasó y por qué nos pasó.
¿Qué historietas históricas te parecen que abordan mejor el tema dictadura? ¿Cuáles te gustan más?
No hay mucho. Pero también hay períodos y algunos criterios que me interesan. Te puedo mencionar a Esma (Hotel de las ideas) de Juan Carrá/Ignacio Echeverría, la antología Historias de desaparecidos y aparecidos (Cooperativa Editoral El Caburé). El síndrome de Guastavino de Carlos Trillo y Lucas Varela me gustó mucho. Y tiene que ver con las secuelas en la sociedad de lo que pasó en dictadura. Como autor tengo dos obras sobre el tema: El manuscrito, es un homenaje a Héctor Germán Oesterheld donde se cuenta sus últimos días antes que lo chupe la dictadura pero está en el marco de su obra y El Eternauta; y ¿Qué querés ser cuando seas grande?, historias cortas que transcurren en dictadura.
¿Te parece que es un tema que va a ir dejándose de lado a medida que pase el tiempo o es una cuestión que siempre se va a abordar de algún u otro modo?
Es difícil saber porque tiene que ver con quién domina la comunicación y cómo se implanta el sentido desde la bajada de línea de quienes dominan los medios y generan la opinión pública. En la época kirchnerista se logró revertir lo que venía de los 90 y generar un interés por la política entendida en cómo nos pensamos como sociedad y qué sociedad queremos. Por eso, pensar en la dictadura es explicar por qué pasó, por qué se luchaba y qué se quería cambiar. Si no se explican estas cosas es mejor que los temas se olviden, y quienes tienen el poder van a trabajar para que estos temas se olviden. En esta contienda de sentidos opuestos hay que ver quién logra imponerse. Mientras haya gente trabajando para que el tema de la dictadura no se olvide, por una construcción y conservación de la memoria, se seguirá trabajando en la construcción de una memoria colectiva.