De Boom Boom Kid a Lost Chikitos, de Boom Vaan Kinder a Il Carlo, del rock alterno al bolero, del sonido de alto voltaje a la balada acústica, de la escena musical al terreno de las artes visuales. Más de veinte años de mutaciones marcan el recorrido de Carlos Rodríguez a.k.a. Nekro, el hacedor de uno de los proyectos más potentes y multifacéticos que dio la escena del under en las últimas décadas.
Bajo ese impulso el artista puede cambiar de nombre, de formato, de lenguaje artístico como si se tratara de un proceso de desidentificación. Es decir; para ser siempre el mismo. Su último hito es Tuti les cachivaches, una recopilación de ilustraciones, afiches, collages, estampas para t-shirts y demás juguetería visual. Un libro de ochenta páginas -acompañadas de un poster desplegable a todo color- que loan al espíritu autogestivo.
Apenas iniciada la lectura, la invitación es clara: “haz tu cabeza estallar, si!” dice una obra dedicada a Miguel Abuelo como para que nos despojemos de la idea de tradición visual y nos sumerjamos sin prejuicio a su mundo repleto de yuxtaposiciones. De ahí en adelante nuestra mirada se desliza entre dibujos y flyers que tienen la apariencia de una crónica estallada, de los muchos viajes y los numerosos rincones del under donde Nekro tocó. La imagen recortada de una publicidad de pizza sobre una foto se convierte en figuración carnavalesca, el retrato de Gardel intervenido con unos pelos de colores eléctricos, una Marilyn vampiresa, un James Dean rodeado de una luna y un cielo garabateados con nervio. “En el Borda. Gratis. Traer galletitas y gaseosa” dice uno de los stencils. San Miguel, Adrogué, Lomas, Santa Fe, San Martín de los Andes. Locaciones que registran algunos de los afiches y componen el racconto de una experiencia cultural resistente, la que sigue obstinada en confiar en la vitalidad de lo trashumante y de aquello que se propone como tangencial al mainstream.
Retazos de revistas, fragmentos de reproducciones de los clásicos del arte plástico intervenidos, dibujos con microfibras escolares, collages que gestan monstruos amigables. Deshechos de la industria cultural vueltos piezas de shock estético. Las imágenes de Tuti les cachivaches transmiten esa celebración colectiva de los shows. Se nos convoca a bailar frenéticamente en imágenes.
Por la confianza en construir mundos con manchas y tachaduras, con trazos “sucios”, por la manera de evidenciar la inmediatez y la “desprolijidad” como banderas creativas, se podrían poner en serie los dibujos de Boom Boom Kid -su voluntad política y poética- con las viñetas de los historietistas Iván Riskin, Nicolás Mealla o Waibe. Tal vez haya, en ese aspecto, una pervivencia estilística que aventure lazos intergeneracionales, un tipo de sensibilidad que se rehúsa a flaquear, para recordarnos que “lo único feo es no tener porqué vivir”.