El mundo está capitaneado por dos megamonopolios que se disputan el poder y el control de las masas; las formas de vida están reducidas a la acción servil. En el carril de los relatos distópicos, El día más largo del futuro (Hotel de las Ideas) ostenta una sociedad en la que, el límite entre los seres humanos y los robots está completamente borrado. Sus personajes -un androide oprimido y un empleado modelado según una brutal maquinaria burocrática- son figuras desdibujadas que siguen conductas involuntarias y, a simple vista, están desposeídos de sus atributos elementales. Parecen no desear, funcionan como en una cadena fordista, la alienación ha eclipsado todos los vínculos. Sin embargo, la aparición sorpresiva de un elemento extraordinario (la valija de un alien que contiene todos los misterios del mundo) transformará el curso de los acontecimientos e instalará una cuota de esperanza en la matriz misma de esta sociedad panóptica.
Después de trabajar como coequiper con dos pesos pesados del guión como Carlos Trillo (El síndrome Guastavino) y Diego Agrimbau (Diagnósticos), Lucas Varela vuelve en modo solista a las librerías locales con una novela gráfica que se nutre tanto de la ciencia ficción como de trazos que coquetean con la comedia física. El argentino radicado en Angoulême -ciudad francesa que hoy es la meca del cómic europeo- despliega la justeza de un dibujo de líneas claras y límpidas que ya son marcas de estilo. Y en esa solidez visual se apoya y vertebra toda la historia, que avanza de manera fluida sin la necesidad de un sólo globo dialogal. El hecho de tratarse de una historieta casi íntegramente muda (sólo algunas onomatopeyas y alguna frase aislada) le confiere a los procedimientos gráficos la capacidad (casi excluyente) de hilvanar y reconcentrar la atención del lector. Fortalece el ritmo argumental, ese estado de vigilancia permanente que marca el pulso vital de los personajes y, por qué no, la dinámica entre secuencia y secuencia donde se dispara un entramado de sospechas, complots y persecuciones. A partir de un montaje dispuesto para yuxtaponer diferentes perspectivas, las historias de varios protagonistas antagónicos terminan por espejarse en la desdicha. Pero son también esos momentos en que la imaginería de Lucas Varela muestra toda su densidad a partir de su economía narrativa, y la historia sobrevuela zonas vecinas al gag, la humorada, el paso de comedia para hacernos respirar y oxigenar la lectura, inmersos en semejante raid pesadillezco.
Con El día más largo del futuro, Lucas Varela nos regala la visión de un porvenir desventurado y fatal. Un universo donde el automatismo es regla.