El mercado de manga en Argentina en los últimos años se encuentra en auge y una de esas señales es la llegada de obras más adultas, profundas y complejas fuera de lo mainstream y de la última novedad traída de la tierra del sol naciente. El almanaque de mi padre del autor Jiro Taniguchi, recientemente llegado al país de la mano de Planeta Comics, es un manga clave en la historia del autor. Un antes y después en lo que respecta al catálogo nacional, que cuenta con obras de mangakas que han ayudado a cimentar las bases de la industria del manga como hoy la conocemos.
Jiro Taniguchi fue un autor dogmático y multifacético que a lo largo de los años ha pasado por varias etapas experimentando con diferentes temáticas en sus obras, sin embargo el tópico más cotidiano y humano se considera como el ápice de su talento por su capacidad de cristalizar relaciones, sentimientos y emociones en pocas páginas exquisitamente diagramadas. Precisamente El almanaque de mi padre, una de sus creaciones más tradicionales y personales, es la que lo consagró como un autor de culto en su generación.
Basado en sus propias vivencias e inclusive en su pueblo natal Tottori, Taniguchi tomó las piezas de su infancia y la memoria emocional de su pasado para la creación de El almanaque de mi padre. Sobresaltado por una llamada telefónica de uno de sus amigos de su tierra natal, el autor se sorprendió con el hecho de que desde el día que se mudó a Tokio pasaron quince años sin volver a la ciudad donde nació. Adormilado por la pereza y la certeza de que en su pueblo no pasaba nada, no tenía mayores razones para regresar. A sabiendas de que su familia estaba bien al cuidado de sus hermanos, Taniguchi se alejó de sus raíces y de a poco la culpa de ser un hijo distante de sus padres lo arrastró a regresar a Tottori y con esa travesía en mente se inspiró para diagramar la obra.
La obra encierra la simple pero delicada trama en la cual nos encontramos con el protagonista Yoichi, un asalariado común y silvestre de mediana edad que al igual que en las vivencias del autor, es sorprendido por una llamada de su pueblo natal, en este caso con la trágica noticia de que su padre falleció. Muchos años pasaron en la vida del protagonista evadiendo su pasado y poniendo excusas para no regresar a visitar a su familia en la pintoresca ciudad de Tottori. A lo largo de los capítulos narrados como si de un diario se tratase, poco a poco se desentierran las razones y emociones que llevaron a Yoichi a huir de la casa de sus padres para mudarse a Tokio.
Inclusive siendo interpelado por la noticia del fallecimiento de su padre, el protagonista Yoichi continúa negado a regresar a Tottori por el trauma que lo marcó en su infancia. Convencido por su esposa, finalmente toma un vuelo para asistir al funeral y conmovido por el nostálgico paisaje que solía disfrutar en su infancia, recuerda el núcleo que atraviesa la historia y la vida de los personajes: el gran incendio de Tottori de 1952 (el cual alude notoriamente a la Segunda Guerra Mundial) que arrasó con la ciudad y agrietó la vida de todos sus habitantes.
Si bien el protagonista de la historia es Yoichi, gran parte de la obra se concentra en develar y contraponer los recuerdos de este con el de su difunto padre, Takeshi Yamashita, el cual resulta bastante difuso en primer momento tanto para el lector como en las memorias de su hijo debido a la distancia y la fractura familiar que sufrió a temprana edad. Es muy atrapante y tiene una mirada muy personal la manera cronológica en la que, a través de los años, el protagonista desentierra sus memorias y pone en paralelo poco a poco sus sentimientos e impresiones del pasado con la real experiencia de las personas que vivieron con su padre tanto antes como después de su partida hacia Tokio, y que efectivamente generan un hermoso contraste narrativo.
El almanaque de mi padre atraviesa temáticas densas con una mirada profundamente reflexiva y contemplativa, pero diagramado de manera muy amable no solo para el lector habitué del manga, sino para un público general, ya que el estilo de este mangaka se caracteriza por detalles y figuraciones muy occidentales, pese a que esta obra está inundada de folclore y herencias de la cultura japonesa.
Algo que enriquece la obra y engrosa la prosa de la narrativa es sin dudas la escenificación de época y la representación de los usos y costumbres japoneses de esos años. Vestuarios, escenarios, panoramas, tradiciones y elementos culturales transportan a quien lea esta obra a un Japón de posguerra, una era mucho más simple, pero también unos años muchos más duros, donde la realidad de la guerra, el trabajo físico, el hambre, las familias disfuncionales y las distancias geográficas golpearon a su población generando en algunos casos fisuras irreparables.
El almanaque de mi padre es una obra completa. En sus páginas se refleja desde la felicidad más inocente y pura de la infancia hasta la amargura más cruda y adulta de la muerte. A través de una retórica caleidoscópica, el autor logra una fluida conversación entre pasado y presente logrando una reconfortante sensación de plenitud en el lector hacia el final. Jiro Taniguchi es un maestro en combinar la nostalgia y la tragedia en su discurso para proyectar sus propios sentimientos, y también fantasmas, por lo que este manga es una excelente pieza para incursionar en el universo del autor.