Como ya me sucediera en la cobertura de ¡Vamos las pibas! 2, me doy cuenta que reseñar un festival es siempre un comentario carente de la más mínima objetividad, en el que es difícil separar una apreciación general, de cosas personales tales como la onda que pegaste con alguien con quien te pusiste a hablar, cómo te cayó el almuerzo o lo lleno que venía el subte. En este caso en particular la advertencia es más que oportuna, dado que tengo el conocimiento de que hubo charlas, talleres, presentaciones de libros, concursos y demás actividades que justifican su denominación, pero, para mí, Dibujados 2018 fue una feria. Eso sí, una feria especial.
El 14 y 15 de abril se juntaron en el Teatro Mandril la gran mayoría de historietistas significativos del ámbito nacional. La transversalidad caracteriza a esta convención en todo sentido, cualidad que no por ser consistente con una industria tan pequeña deja de ser notable. El principiante expuso junto al consagrado, la distribución de espacios y lugares sólo perjudicó a alguien por el calor inevitable que hacía en el fondo y que no distinguía jerarquías. Allí, en la zona más hot, uno podía encontrarse con Renzo Podestá dibujando dedicatorias para su nuevo libro, Perro, en el que la ausencia de palabras luce la potencia de su talento gráfico (aunque no logro agarrarle la onda a la narrativa), junto a Federico Avila Corsini, quien ofrecía su libro debut, Maranta, una aventura loca, homenaje a Indiana Jones, realizada con habilidad, provocativa, graciosa y con un buen puñado de ideas incisivas. Un poquito más acá, Martín Miranda exponía un álbum de tapa blanda y gran tamaño, Ojon 1, una bizarreada descontrolada, una humorada sin pretensiones, mezcla de cultura villera con ficción japonesa de clase b, que reviste interés por su excelente dibujo sucio y salvaje, coloreado con estridentes acuarelas. Parece el dibujo de un chico de once años poseído por el demonio.
Algunos metros hacia alguna parte, me compré el Lola, de Alejandra Lunik, y pude constatar por mí mismo la elegancia de su trazo y la efectividad de su humor. Este libro puede conseguirse en muchos lugares, acorde con la celebridad de su autora, no así los preciosos libritos de Mirita, que hay que buscar con mayor empeño y entre los cuales me hice con dos, Wild is the Wind, a David Bowie’s song y A los niños… El primero resulta curioso por ser una confesa canción apócrifa de Bowie, el efecto está bien logrado, el lector puede imaginar la voz del inglés cantando los versos mientras ilustraciones maquetadas en viñetas confeccionan una suerte de poema gráfico secuencial. Es muy bello, aunque puede resultar algo leve. El segundo, realizado con Lou Frontier, es un relato de terror con una estética gótica y naif, que por su extrema síntesis y por el efecto que logran las hojas de papel vegetal que des-añaden información a la página siguiente (los textos y algunas figuras) al mismo tiempo que des-ocultan o desvelan información nueva, termina por ser inesperadamente inquietante.
Para seguir con las chicas y con los contrastes, estaba Paula Andrade, la “jefa” de la historieta local, con todo el material de su sello Gutter Glitter igual de visible que el de Maelitha, creadora sin ninguna publicación profesional, por ahora, a quien me veo obligado a dedicarle unas líneas. Es que su dibujo me tiene fascinado, la estética japonesa con esa estilización infantil queda muy, pero muy bien. Las plantas, los ambientes, todo se ve maravilloso y su narrativa parece de lo más funcional. Sin embargo, de las cuatro obras que tengo, solo Viajemos juntos logró conmoverme, con su arenga estética y espiritual, apología poética del viaje. Todas son hermosas, en algunos casos, interesantes a nivel informativo, pero son demasiado amables, algo que en este mundo nefasto es difícil de asimilar. Como sea, hay que seguirla de cerca.
El caso de Prendefuego sirve para redondear una idea. Me gusta mucho la producción de este colectivo editorial y ya poseo gran parte de lo que exhibían. De hecho, tengo más en mi casa de lo que ellos estaban mostrando. ¿Qué pretendo decir? Las tiradas son cortas, hay lugares privilegiados, como el que nos ocupa, para conseguir lo que sea que te interese, pero cuando los libros se acaban se pone muy difícil, inclusive si tienen distribución en comiquerías. Ergo: si ves algo que te gusta, compralo. Encontré alguna cosa anterior que me faltaba de Hernán González y no dudé en llevarme Bela, su nueva obra junto a Diego Arandojo en el guion. No me encuentro en condiciones de escribir nada sobre esta cautivante historieta, con una notable influencia del cine de Murnau, sin dedicarle una lectura más pausada y algo de reflexión. Tampoco puede escribir nada de los últimos libros de Hotel de las Ideas, Perfect Hair, de Tommi Parrish y el flamante Dora 3, de Ignacio Minaverry, ya que no los leí, pero apuesto que el segundo es imprescindible y al primero pinta no le falta. El punto es que tener lo mejor de un sello editorial en crecimiento y de otro consolidado, todo al alcance de la mano, es algo para festejar.
Esta horizontalidad aparece también en la forma en que se manejan algunos de los historietistas más importantes del medio, publicando en simultáneo novelas gráficas en las editoriales más importantes y discretos álbumes con otras más pequeñas, o con las mismas, pero sin distribución comercial. Aparte de sus libros, Fernando Calvi, Pedro Mancini, Berliac y Muriel Frega estaban presentes con publicaciones de formatos más modestos, aunque con la ambición artística esperable de semejantes autores. Frega, además de Modus Operandi y Amores en Danza, vendía dos cuadernillos, uno en homenaje a Dadá, en el que tenemos el privilegio de verla dibujar con líneas, y otro con dos historias, Amor a las plantas y Contraste simultáneo que, con su habitual técnica en base a siluetas de color, plasman, respectivamente, un insólito asesinato y un extraño diálogo entre utensilios de té. Calvi me voló la cabeza dos veces consecutivas con las historias cortas que nos acercan dos editores distintos, el increíble Súper, junto a Szama Ediciones, que te estalla las retinas con una reflexión posmoderna sobre los superhéroes, y Rigor mortis redux, con Buen Gusto Ediciones, un rarísimo relato, realizado en una estética por completo diferente al anterior, que especula con el desarrollo de un mundo zombie y logra una efectiva capacidad de cuestionamiento filosófico sin perder la impronta de género. Berliac, que en el 2017 apareció con tres obras importantes en tres casas diferentes, vuelve aquí con un cuaderno auto-conclusivo, Coinpusher, la única historieta que también publicó en Japón y a la que mejor le sienta la etiqueta de gekiga. Todo lo que está haciendo Berliac es imperdible. Lo de Mancini se me escapó, a esperar el próximo Dibujados en noviembre.
Casi en la entrada, en la mesa de Wai Comics, además de su catálogo se ofrecía un diario con historietas experimentales en el que brillan varios dibujantes con universos plásticos muy diferentes (lo que tienen en común es el rechazo a una narrativa clásica). Me encantaron la tapa secuenciada de Conixta Herrero, esa mezcla de personajes y abstracción lineal que hace Tim Romanowsky, el trabajo de Michele Siquot, que no tengo idea como describir, Muriel Bellini, que me dejó boquiabierto otra vez, y un largo etc. Se trata de una pieza muy particular, internacional y sorprendente. Sumados a los varios fanzines producidos por El Waibe, más desestructurados que sus obras conocidas, integran un conjunto novedoso de historietas, de las que no se ven a menudo, tanto por sus características intrínsecas como por la ocasión de cruzarlas. ¿Esto significa que no hay lugar para la tradición? La edición de Mandy Riley por parte de Misterix viene a contestarlo. Los maestros Ray Collins y Carlos Pedrazzini confeccionaron un western que atrajo la atención por el tratamiento novelístico que le da al género, amén de su evidente calidad. Siempre es un placer revisitar ciertos autores y más si es descubriendo áreas desconocidas de su producción.
Quiero cerrar está crónica de comprador refiriéndome a la Editorial Módena. Me he topado con algunos de sus libros antes, pero recién al ver el stand (uno de los primeros) me hice consciente de lo obvio: el manga argentino es un nicho más potente y desarrollado de lo que suelo pensar. Republicagada es una historieta en cinco tomos escrita y dibujada por Fernando Biz, comedia escolar con tono sexual, cercano al tipo de manga llamado ecchi. Enredos, colegialas, fanáticos del animé, diversión y fan service. No es original, no trata de serlo. La gramática del género está dominada a la perfección. Lo mismo puede decirse de Femme, que realizó junto a Matías Di Stefano, subiendo el contenido erótico y con resultados igual de satisfactorios. Bondedscars, de Neolia Sequeida y Pablo Rey no se queda atrás en nada de lo considerado. Es, de hecho, un relato atrapante. Hay unos cuantos ejemplos más, todas historias bien dibujadas de esas que cuando uno empieza a leer luego no quiere parar. Tal vez sea demasiado optimista o les parezca exagerado, pero estoy seguro de que una buena parte del manga importado podría ser reemplazado por este si alguna empresa pusiera un poco de empeño. Su nivel lo permite.
Lo clásico y lo rupturista, manga, novela gráfica, humor y aventuras, los referentes, los emergentes y hasta los ignotos, los tops, los unders y los offs, todos reunidos para construir la gran feria de la historieta argentina, el sitio donde encontrar lo último de todo, esa obra que te falta de tu autor favorito y montones de rarezas de las que valen la pena. Dibujados 2018 fue la digna representación de un medio efervescente al que quizás le falte dinero, pero le sobra arte.
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Foto principal: Melissa Restrepo Berrío.