Desde hace al menos una década, el maltrato animal y la lucha por los derechos de los animales no humanos aparecen como cuestiones sensibles de la agenda pública. Galgo, el libro de Athos Pastore, sale al relevo de esas temáticas explorando géneros como el misterio y el terror.
Comenta el autor: “sin dudas el galgo es un animal con mucha historia en varios puntos del mundo. Eso me pareció interesante desde el inicio. Pero también me interesaron los galgos por sus cualidades formales. Siempre disfruté dibujarlos y en algún momento de 2017 decidí que iba a hacer una historia con galgos como protagonistas. La temática de la historia fue cambiando mucho y recién en 2020 encontré la manera de afrontar el proyecto”. Inicialmente se iba a tratar de una historieta de largo aliento más bien asentada en el género policial y enfocada en los crímenes relacionados con las carreras ilegales de los galgos. Pero la idea inicial mutó: “convertí el policial en una historia de terror muy influenciada por los giallos de los 70 y las películas de terror sobrenaturales “serie b” de esa misma época. La idea de los galgos como hilo conductor surgió mientras veía esas pelis donde es común que haya una maldición, un culto o un monstruo que repite un crimen película tras película. El ejemplo perfecto sería Suspiria de Dario Argento. De hecho, la primera historia está llena de referencias a esa peli. De ahí surge la idea de una maldición creada por el dolor que imponen los humanos sobre el animal. Como una especie de mancha en la historia que comienza a aterrorizar el mundo. Cuando terminé ese trabajo para las editoriales me di cuenta que quería contar más historias relacionadas con esa maldición ficticia y entonces seguí trabajando en más capítulos”.
Estructurado a partir de tres capítulos con los perros como motivos temáticos que hilan todas las historias, Galgo es una obra que impacta. El primer relato sorprende conjugando misterio y ocultismo con unos personajes aterradores que aparecerán también más adelante: vestidos como en esas procesiones de nazarenos sevillanos (con capirote blanco y cruz) -o sencillamente como el Ku Klux Klan- una secta misteriosa avanza en un extraño ritual que tiene a los galgos como objeto sacrificial. Allí (y a lo largo del libro) el maltrato animal se mezcla con el culto religioso. Explica Pastore: “sabía que quería representar una maldición ficticia y que los galgos iban a ser los detonadores. Pero me faltaba el culto cómplice y maltratador que la ‘creaba’. Entonces pensé en que podía ser una especie de secta religiosa. De paso volvía también a tocar un tema clásico o cliché del cine de terror. Cosa que particularmente quería hacer en la historia. Porque Galgo es también una oda a todas esas películas que me encantan y al género de terror“.
En el recorrido de lectura de Galgo, llama la atención el cambio de registro en el dibujo que transita Pastore de capítulo a capítulo. “El último capítulo es el más distinto. No solo porque el estilo es mucho más difuso, sino porque la narración es muy diferente a los otros. Mientras que los capítulos anteriores son casos separados, la última historieta es para mí como una especie de recopilación de la maldición en sí misma. No narra una historia con comienzo y desenlace, y no intenta ocultar nada. Por eso mismo decidí hacerla más ‘abstracta’. Porque si no lo hacía, el último capítulo iba a ser un resumen aburrido de mis ideas”.
Por eso la decisión estilística es ir hacia un dibujo más bien “manchado” que coquetea con pivotear entre lo lejanamente figurativo y la abstracción. Completa el autor de Galgo: “mantengo un diálogo con el lector y no les brindo de manera obvia las imágenes. De esa manera el lector tiene algo que aportar a la obra, algo que reflexionar en su lectura. Es algo que disfruto mucho hacer, porque decir todo claramente y explicar todo lo que se cuenta en una historia a veces aburre al lector e incluso al autor. Y no creo que de ahí pueda salir algo muy interesante. En cuanto al cambio estilístico constante, eso no tiene ningún secreto. Simplemente después de cada historia me aburría de la técnica y decidía cambiarla. De paso eso me ayudaba a no toparme con baches creativos. Creo que estamos, o por lo menos estoy, acostumbrado a leer historietas que mantienen una constancia desde el gráfico como si fuera una regla invisible y muchas veces esa es la razón por la cual no puedo (o podemos) llevar un proyecto adelante. Así que decidí ir por otro lado y probar con la experimentación gráfica como camino”.