Cantante en el dúo de pop distópico Fiambre Moderno, creador de una banda de rock infantil, parte organizadora del flamante Festival Historieta Sound, realizador del podcast de humor Sonido bragueta: Gustavo Sala está siempre en movimiento. Desde la movida fanzinera a finales de los noventa hasta la tira Bife angosto del Suple No que sigue vigente hasta hoy, el dibujante no paró de generar nuevos proyectos.
Artista todoterreno. De hecho, en los últimos meses se publicaron dos libros de su autoría que ponen en evidencia su versatilidad temática. Por un lado, a través del sello Historieteca publicó Parto de nalgas, un volumen en colaboración con el uruguayo Ignacio Alcuri que surgió de improvisaciones mantenidas en ambas orillas del Río de la Plata. Por otro lado, sale editado en la serie “Mamut comics” de Hotel de las ideas, Cómo ser un zombie, un libro infantojuvenil que tiene la particularidad de ser interactivo, convocando al lector a dibujar y participar de las tramas y subtramas delirantes que Sala despliega página tras página.
En diálogo con Indie Hoy, hablamos sobre estas novedades y algunas cosas más.
¿Cómo se organizaron con Ignacio Alcuri para trabajar en dueto? ¿Cómo se dio ese cruce?
A Ignacio lo conocí en mi primera vez en Montevideo, en el año 2011, cuando fui invitado a Montevideo Comics y un par de amigos uruguayos me dijeron “Tenés que conocer a Alcuri, van a conectar de una”. Y así fue, aquella noche en el bar Las Flores de Blanes y Bulevar España, lugar habitual de reunión de músicos, escritores y directores de cine. Él, muy fan de la historieta y el humor de nuestro país, conocía mi trabajo y yo había leído un par de sus cuentos y los dos nos manifestamos fans instantáneos uno del otro. Era evidente que íbamos a terminar haciendo cosas juntos (primero el podcast Sonido bragueta, y luego el libro Parto de nalgas).
Me imagino que partieron de alguna complicidad básica con respecto al grotesco, el absurdo…
El dúo funciona porque cada uno entiende perfectamente el código del otro y sabemos cómo sacarnos el jugo (en mi caso industrial de frutilla y en el de Nacho exprimido de naranja). Además, los dos somos amantes de las historietas españolas de la editorial Bruguera y de la obra de los historietistas Francisco Ibañez (Mortadelo y Filemón) y JAN (Superlópez).
Parto de nalgas surgió de la improvisación. ¿Cómo trabajaron eso?
El germen de Parto de nalgas fue la serie de conversaciones dibujadas que hacía la historietista Powerpaola en un bar de Buenos aires invitando a distintos dibujantes a compartir una historieta donde cada uno se dibujaba a sí mismo. Se improvisaban los textos y situaciones. Tuve el honor de ser invitado por Paola para esa serie y se me ocurrió hacer algo así con Nacho Alcuri, pero más de largo aliento. La cosa sería: sin guion previo, sin tema, sin cantidad de páginas fijas. Nosotros seríamos los personajes, y, sobre todo, sin ningún tipo de censura. Así que empezamos a improvisar diálogos en un cuaderno solo partiendo de un encuentro casual en un aeropuerto, y de ahí en más que sea lo que Dios quiera. Ese fue el primero de una serie de encuentros (en Buenos Aires y Montevideo) donde sacábamos el cuadernito y nos poníamos a improvisar diálogos y situaciones, y viendo cómo “poníamos en problemas” al otro. Llegamos a algo parecido a un final, y yo me puse a transcribir todo eso y darle forma de historieta. El libro salió en Uruguay en 2016 y nunca había tenido edición argentina hasta ahora que lo sacó el sello Historieteca.
¿Se impusieron alguna limitación con respecto a los temas con los que trabajarían?
En la presentación que hicimos del libro con Nacho hace unas semanas en Buenos aires me escandalizaba y sentía pudor de cosas negrísimas y extremas que escribimos hace unos pocos años sin ningún tipo de filtro y que viéndolas ahora parecen totalmente cancelables. ¿En qué me he convertido?
A pesar de estar dirigido a un público infantojuvenil, Cómo ser un zombie preserva una impronta tuya que también está en tus trabajos “adultos”. ¿Cómo llegaste a ese equilibrio donde conjugás un registro más didáctico con el absurdo y la incorrección de siempre?
El antecedente de Cómo ser un zombie fue Viva la caca, donde traté de exprimir un tema (el universo de la caca) llevándolo lo más lejos posible pero pensando siempre en lo que puede entrar en un libro para chicos, jugando con esos límites e intentando ser salvaje y divertido. En este nuevo libro agarré el tema híper transitado de los zombies, buscando nuevas ideas y puntos de vista y sumándoles juegos y propuestas para que los chicos “intervengan” las páginas con sus ideas y sean también autores.
¿En qué medida volverse zombie sería conveniente para afrontar el mundo contemporáneo?
Un mundo zombie terminaría con el capitalismo y las instituciones: todo es de todos, no hay propiedad privada, no hay iglesia, no hay policía, no hay escuela, no hay dinero. Pero sería un quilombo, ¿no?
¿Qué ventajas tiene, para laburar con el humor, hacer uso de un dibujo “chungo” o “desprolijo”?
En realidad, el estilo de dibujo que uso es el que me sale, no tengo muchas opciones. Lo bueno del dibujo de humor es que si sos consciente de tus debilidades gráficas (en mi caso, 729) te permite disimularlas mejor que un estilo clásico o realista que te expone mucho más. Ahí sí tenés que tener un dominio más claro de composición, perspectiva, figura humana, etc. Lo importante, de todas maneras, es que el dibujo, la línea, cuente, te lleve, te hable, se mueva, tenga onda. Y siempre me gustaron los dibujantes más grotescos o de estilo más salvaje así que trato de tener esa impronta.
Formás parte de dos bandas de rock, una de ellas infantil. ¿Cómo se relacionan tu búsqueda rockera y tu búsqueda con el humor gráfico? ¿Hay puntos de contacto en ambos procesos creativos?
En la música que hago y en mis trabajos como historietista aparece la necesidad de contar, de hablar de algo, hasta de opinar o proponer puntos de vista. Casi ninguna de las canciones que escribo y que canto son textos abstractos o surrealistas, en la mayoría de los temas hay una cosa narrativa, como en la historieta. En Fiambre Moderno, el dúo pop que formamos con Juampi Malvasio, aparece el humor, el grotesco, pero también la ironía y cierta mirada oscura sobre el presente del mundo y el ser humano. En Tobogán de Pelo, el dúo de canciones para chicos que formamos con el músico Julen Sarasqueta, hay una impronta más delirante y divertida de reírnos de las convenciones y los tópicos de la música infantil más conservadora. En mi búsqueda musical y en mi búsqueda gráfica hay muchos puentes y coincidencias porque a veces pienso los dibujos en términos musicales como si se pudieran cantar, y las canciones como dibujos que suenan, tienen pedal de distorsión y desafinan un poco.
¿Creés que cambió la manera de hacer humor a partir del surgimiento masivo de las redes sociales?
Es muy probable que sí, sobre todo por las restricciones y la censura de Instagram, lugar ideal para los que solemos trabajar en viñetas o tiras de pequeño formato. Hay una censura arbitraria y caprichosa que no se sabe en qué se basa ni qué cosa puede ser considerada inconveniente u ofensiva. En ese sentido, Instagram no parece ser el medio o canal ideal para un humorista gráfico muy zarpado, extremo o que toque temas sensibles. Esto hace que muchas veces caigamos en algo peor que la censura que es la autocensura, al tener que ser editores de nosotros mismos y no subir determinada imagen “por las dudas” de que se cierre la cuenta o nos reten por ser irrespetuosos y todo eso. El libro sigue siendo el lugar de libertad donde podemos publicar lo que se nos canta sin que alguien o algo que no sabemos qué o quién es, nos ponga en penitencia.
¿Se puede ser contracultural haciendo humor hoy en día?
Se puede ser contracultural, se puede ser under, se puede ser bizarro, se puede ser alternativo, se puede ser indie. Lo difícil es ser gracioso.