¿Qué relaciones existen entre la historieta, el pasado y la memoria? ¿Es la nostalgia un motor que impulsa lectores y dibujantes en sus elecciones? Estas preguntas no son nuevas, han aparecido a lo largo de diferentes obras y en diversas zonas geográficas, pero Seth, en La vida es buena si no te rindes (It’s a Good Life, If You Don’t Weaken), se las apropia para narrar una historia que bucea en (las idealizaciones de) tiempos pasados.
Publicada en su versión original de manera serial en la revista Pallokaville, entre los años 1993 y 1996 y luego recopilada en libro, La vida es buena si no te rindes narra dos historias que se entrelazan. Con la excusa de encontrar material sobre Kalo (seudónimo de Jack Kalloway), un dibujante olvidado cuyo cénit fue la publicación de un chiste en el New Yorker, Seth (el personaje Seth, claro está) emprende un viaje personal en el que reflexiona sobre su vida, sus quejas y fantasmas mientras rastrea las pocas pistas existentes sobre el esquivo autor.
Kalo genera una verdadera obsesión en Seth, quien recorre librerías, bibliotecas e incluso logra instalarlo como tema en charlas con familiares, amigos y relaciones amorosas. Aunque abundan las conversaciones con su colega Chester Brown y otros personajes, éstos parecen por momentos un mero soporte, extras de una historia mayor. Mientras ellos aparecen y se desvanecen de las páginas, el humorista gráfico, en su invisibilidad, se hace cada vez más presente. Aún así, la persecución del olvidado autor funciona como McGuffin de la historia: inexistente por fuera de la historieta, difuso dentro de la ficción, Kalo es en parte el contrapunto del propio Seth. Sus semejanzas se ven incluso en el trazo de sus dibujos, y es ese parecido el que funciona como motor primero del interés por su obra. Ante las dificultades, placeres y obsesiones que presenta el camino de vivir como historietista/humorista gráfico, Kalo elige alejarse de esa senda y dedicarse a una actividad más convencional, dejando sólo un pequeño rastro de su trabajo como dibujante. Seth decide lo contrario; una vida de y para la ficción, en concordancia con su teoría del “evitacionismo” (citando al famoso Linus, personaje de Peanuts: “No hay problema tan grande ni complicado como para que no pueda huirse de él”): la búsqueda de un ideal que se desvanece, porque quizás nunca estuvo. Incluso cuando el protagonista logra dar con el círculo íntimo del autor, sus familiares y amigos, éste no ofrece mucha información nueva. ¿Qué sentido tiene, entonces, esta búsqueda? Acaso la necesidad de saber sobre Kalo tenga que ver con el ombliguismo de Seth, con el siempre presente miedo a desaparecer sin dejar evidencia de nuestra existencia; ser olvidados aun habiendo alcanzado nuestro pico profesional.
El dibujo, con una línea clara y limpia, transmite esta doble vertiente: no deja de idealizar las figuras, pero siempre con un nivel de detalle que indica un registro obsesivo de las situaciones y los espacios. La realidad existe como un fondo, pero puede ser modificada, endulzada con la búsqueda de un objeto movedizo. En estos procedimientos hay una verdadera elección estética: Seth, al inventar la figura de Kalo y hacerla central en esta historia, funda su propia tradición para justificar sus elecciones y gustos, como si sólo a través de ese pasado pudiese legitimar el presente en el que vive.
Seth logra, en esta obra, una reflexión sobre la historieta que no se tiñe de metatextualidad porque se disfraza de autobiografía amena y de reconstrucción de la vida de un autor olvidado. Glorifica, además de un período temporal, un camino de vida (que puede mantenerse mejor en determinadas condiciones socioeconómicas), que es el que él mismo transita. La vida es buena si no te rindes muestra, desde su título, que por más que existan experiencias y situaciones que en apariencia no lleven a lugar alguno, que se cortan sin más, hay obsesiones, deseos y amores que persisten, que nos pueden sacar de la depresión cotidiana y embellecer nuestro día a día. Si todo va cada vez peor, como sostiene Seth, habrá que buscar otro tipo de soluciones. O quizás la queja constante es sólo una manera de rendirse ante una realidad que si bien es difícil, no está irremediablemente perdida.
La vida es buena si no te rindes
2017 – Salamandra Graphics
Novela gráfica. 186 páginas.
Guión y dibujo: Seth.