Hace algunas semanas se inauguró, en el nuevo espacio de La Revistería, la Muestra oficial de Bátmanes de Panchopepe, un joven pintor, dibujante y ocasional historietista, en la que se pueden ver 20 pinturas de Batman en un registro poco usual.
La historia de Batman se ha relatado en diferentes soportes, medios y lenguajes y, con el pasar de los años, también su protagonista ha cambiado de traje, de contextura física, de enemigos, de aliados y de temperamento. Según quién sea el responsable creativo de la adaptación, la figura de Batman se matiza con distintas cualidades: algunas son más correspondidas con la versión original y otras no tanto. Pero hay algo que va más allá del relato y de la historia, y que define a Batman como un indiscutible ícono de la cultura popular. Batman evoca valores éticos como la justicia y otros no tanto como la venganza; además se lo identifica como un ser sombrío, obstinado, audaz y, por sobre todo, como un infalible estratega.
Pero el Batman que se presenta en esta exhibición, no se parece en nada ni al original de DC Comics, ni a ninguno de los que vinieron después. Ni siquiera conserva –como personaje- la identidad de quien viste el traje de murciélago, que en todos los casos es el empresario multimillonario Bruce Wayne. El Batman de Panchopepe pide que le fíen la Coca-Cola en el quiosco porque no tiene efectivo para pagarla, pinta grafitis en la calle, anda todo el día en pijama y parece tener un costado sensible hiperdesarrollado. También le da flojera salvar al mundo y llama al 911 para desembarazarse de los pedidos de ayuda, vive pintándose a sí mismo y se junta a pasar el rato con héroes populares de su misma talla, como Mickey o Spiderman.
Por otra parte, la cita también cumple un rol expresivo importante en la obra de Panchopepe. Así, reemplaza la piscina lujosa de A bigger splash (1967) de David Hockney por una pelopincho en que juegan entusiasmados Batman y Spiderman, presenta a Gabrielle d’Estrées y a su hermana* en los trajes de Batman y Robin y pinta al señor Bertin que alguna vez retrató Ingres** con la distintiva máscara de murciélago. Este es un recurso que Panchopepe utiliza también en su libro Para qué sirven las personas (editado por el incipiente sello Villacrema), una selección de pinturas cuyo soporte original –como se puede deducir por las páginas no intervenidas que se mantienen en la edición- es un libro de derecho bastante antiguo.
Lo único que esta insólita interpretación de Batman conserva de la original -e igualmente de todas las versiones posteriores-, es la máscara. No queda ni rastro del hombre ávido de venganza que todos identificamos como Batman; tampoco de sus principios éticos característicos. Es que en este caso, el motivo Batman no se articula con una historia en particular. Solo funciona como excusa para intervenir y entrelazar textos de universos de lo más heterogéneos; reapropiárselos y remezclarlos para ofrecer una mirada del presente y de lo propio a través de ellos.
Muestra oficial de Bátmanes se puede ver en La Revistería (Florida 719) hasta el sábado 12 de Mayo.
* Hablamos de la pintura Gabrielle d’Estrées y una de sus hermanas, 1594.
** Monsieur Bertin, Dominique Ingres, 1832
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Foto principal: Melissa Restrepo Berrío (Ilustración de Panchopepe)