¿Cuántas historias pueden entrar en un viaje en tren? Esta pregunta se nos aparece constantemente durante la lectura de Notas al pie, de Nacha Vollenweider, una de las novedades de la editorial Maten al mensajero. Desde un presente en apariencia más ameno, y a través de escapes de la memoria (verdaderas “notas al pie”, como reza el título), la autora cordobesa ahonda en historias de un pasado que conjuga lo personal con acontecimientos históricos y colectivos.
La idea del viaje y su movimiento, el transporte de cuerpos físicos, pero sobre todo de ideas no funciona como elemento superficial, sino que estructura el libro; las viñetas mismas de Notas al pie (en general, un par por página) son verdaderas ventanas, vistas que se suceden en el recorrido del tren. Y, a pesar de que las vías siguen un recorrido, existen bifurcaciones, como las de la memoria, que actualizan y modifican las situaciones del presente. Cada ventana, cada paréntesis en la narración del presente, nos trae una pequeña historia o anécdota, situada en los dos polos por los que transita el personaje que funciona como alter ego de la autora: Argentina y Alemania. Así, en especial al comienzo del libro, la nostalgia del espacio otro funciona como motor para que la memoria se ponga en movimiento.
El primer paréntesis marca el tono que tendrá el libro, al traer una historia sobre la última dictadura argentina, que mezcla lo personal-familiar (la historia de un tío desaparecido y de la lucha de su madre) con imágenes casi documentales (como el discurso de Videla sobre la entidad de los desaparecidos) de la época, generando una doble entrada a estos temas, que conecta lo emocional con lo informativo. El viaje prosigue, y el resto de los relatos continúan mezclando lo interno y lo externo: un viaje por un centro clandestino de detención en Córdoba, el casamiento de la autora con su novia en Alemania, la historia presente de refugiados en Europa. El libro cierra, precisamente, con una clave de lectura: con un mapa familiar que se remonta al siglo pasado, y a los primeros parientes que emigraron a nuestro país. La historia (y la política) familiar, entonces, se mezcla con la social y con la nacional. De esta forma, a través de la mirada, interna y externa, del viaje y de la memoria, nos internamos en diferentes construcciones del otro: los desaparecidos, los refugiados, los pueblos originarios, los locos; pero también la policía, los represores y los ejércitos.
Existe un detallado realismo en la descripción de estos otros (y por ende, teniendo en cuenta el tono autobiográfico de la historieta, del mismo personaje de sí que crea la autora) que se mantiene en toda la obra (exceptuando los personajes surrealistas del registro civil, durante el casamiento, quizás las únicas representaciones gráficas de un cierto tipo de monstruosidad). El dibujo, en blanco y negro, nos hace percibir trazos veloces, dinámicos, pero conlleva una variada documentación e investigación de los diversos temas que toca, concernientes tanto al ámbito personal (fotos personales, rasgos faciales) como al de la historia nacional (documentos gráficos, audiovisuales). El registro, que se asemeja a esas vistas rápidas que nuestras retinas logran captar en el movimiento de un tren, sólo en apariencia es veloz; más bien, sus imágenes se graban en nuestra mente.
El pasado no es el único campo de lucha, ya que el presente trae sus propios problemas. Aún en la aparente comodidad del viejo continente, las tensiones aparecen a través de los refugiados, y su problemática de gran actualidad. El personaje de la autora, junto con su novia, como sucediera con otros temas, no desvía la mirada: por el contrario, pone un foco de atención en el conflicto. Así, lo individual y lo social, los tiempos y los espacios, la memoria, la nostalgia y la esperanza hacia el futuro se mezclan en esta obra. Como en un viaje en tren, cada una de sus ventanas contiene una historia diferente. Esta historieta nos alerta, precisamente, de la importancia de estos personajes y acontecimientos, que muchas veces resultan injustamente relegados. Notas al pie pone en el foco de atención en relatos que, pese a la velocidad del olvido y la aparente distancia segura del terreno, deben ser recordados.
Notas al pie
2017 – Maten al mensajero.
Novela gráfica. 220 páginas.
Guión y dibujo: Nacha Vollenweider.