Hay una versión de Pitucardi que se devela después de leer Lucy, el gato malvado (2022) y Lucy y el misterio de la Zarigüeya (2025). Es como un descubrimiento. Si en Dormir y despertar (2022) -su primer libro editado por Editorial Paradojas- ya se evidenciaba la expresión de un estilo como dibujante a través de secuencias cortas, en el universo de Lucy se potencia y se expande. 

Y aunque en sus viñetas de Instagram deja entrever los temas que le interesan, lo que sucede en los libros editados por Musarañita es inesperado. La faceta del artista marplatense como autor integral es avasallante: usa todos los recursos del lenguaje de la historieta para construir una narrativa fascinante que se despliega página a página, contando las aventuras de un grupo de amigos que enfrentan situaciones de misterio y de terror, mezcladas con un humor muy particular. Pitucardi encuentra el equilibrio entre lo cómico, lo tierno y lo malvado.

La potencia de la saga está dada por la personalidad que le dota a cada uno de los personajes. Las escenas se construyen con viñetas que superan el límite de lo convencional para experimentar un ritmo único, en el que el despliegue del color es un deleite.

En conversación con Indie Hoy, Pitucardi nos contó sobre su evolución como historietista y su proceso creativo para dar vida a esta historieta infanto-juvenil, que sin duda es disfrutable para cualquier adulto.

Interiores de Lucy, el gato malvado
Interiores de Lucy, el gato malvado

¿Qué te inspiró a crear el universo de Lucy?
Lucy, el gato malvado aparece por un dibujo. Dibujé un gato azul con ojos rojos y orejas puntiagudas; me parecía demoníaco. Lucy es una abreviatura que viene de Lucifer, porque hay una canción que me gusta de Pink Floyd, del primer disco con Syd Barrett, que tiene un gato y se llama "Lucifer Sam". De hecho, en el Patio del Liceo, donde durante un tiempo dictaba mis talleres, había un gato que también se llamaba Lucifer. Se tenía que llamar así. Lo primero que dibujé fue el gato, y después algunos bocetos de unos chicos entrando en una casa, que estaba tomada por muchos gatos. Así surgió todo.

Para el caso de Lucy y el misterio de la zarigüeya, la idea con la que empecé era la de ir a jugar un torneo de fútbol en un barrio más “periférico”. El guion pasó por muchos cambios. En un comienzo llegué, incluso, hasta el inicio del juego de la pelota como ritual que tenían los mayas. Fue un libro en el que reestructuré muchas cosas. El primero salió un poco más natural, más fluido. En el segundo hubo mucha reescritura.

¿Cómo fue tu proceso de trabajo: hiciste el guion antes o el dibujo te llevó al relato?
Con los dos libros fueron distintos procesos. Ambos tuvieron un texto primero. Quizás en el primero hubo mucho trabajo de dibujar mientras tomaban forma los personajes. Tenía que inventar a cada personaje. Para Lucy y el misterio de la zarigüeya ya sabía quiénes eran, entonces empecé a imaginarlo antes de dibujarlo.

Todo el proceso fue muy intuitivo. Es el resultado de las películas que vi y los libros que leí. En Lucy, el gato malvado era la primera vez que hacía una historia tan larga, y me maravillé al poder dividir las historias y alternar escenas. Fue muy lindo poder contar así una historia. En Lucy y el misterio de la zarigüeya el proceso fue más difícil. Todas las ideas cambiaron. Al comienzo quería que aparecieran personajes adultos o que se narrara todo dentro de un torneo de fútbol, pero después supe que no era por ahí. Por eso la estructura también va mutando: se va convirtiendo en otra cosa. Mi deseo, ante todo, fue siempre disfrutarlo.

El título ya introduce un tono misterioso y lúdico. ¿Qué lugar ocupan el humor y el terror en esta historia?
Es un libro de terror infantil. Me interesan ciertos escenarios. Cuando sos niño, te encanta el misterio y la aventura. También por la época: yo me crié con el cine de terror de los 80 y 90. En relación al humor, siento que hay más humor en el segundo. Me divertí mucho escribiendo los diálogos entre los personajes.

Interiores de Lucy y el misterio de la zarigüeya
Interiores de Lucy y el misterio de la zarigüeya

¿Cómo tomaste la decisión de dotar de rasgos a cada personaje?
En este segundo libro los personajes van tomando personalidad solos. No lo podría explicar, pero es como si empezaran a tener personalidad propia. En el primero el protagonista es Coqui y en el segundo es más Vic. Siento que es una historia que se va abriendo. Siempre habrá una nueva historia.

En tus historietas hay un uso muy dinámico del espacio de la página y de la composición de viñetas. ¿Cómo pensás la puesta en página?
En el primero hay más dobles páginas; en el segundo solo hay una. Me gusta cambiar el registro en el marco de las viñetas, por ejemplo, cuando están soñando, que parece más una nubecita. Cuando están jugando al fútbol y comienza la acción, la puesta en página cambia. Todos los cuadros aparecen sin división. Es como un criterio para marcar el ritmo y la temporalidad. Como que las viñetas están más sueltas. Para mí es importante generar un suspenso antes de pasar la página. Que sientas que cada vez que abrís una página descubrís algo nuevo. En cuanto a recursos, hay uno que uso mucho para registrar el movimiento y que tomé directamente de Julia Barata, después de leer Familia. En el segundo lo retomo, pero no con la misma fuerza del momento en que lo descubrí.

¿Hay referencias o influencias visuales que marcaron la estética de este libro?
Hay muchas y muy variadas. En el primero están muy marcados Tintín, Scooby-Doo, Charlie Brown, Hércules vigila (una peli de los 80), Astérix, Mafalda y su pandilla. Sin embargo, para el segundo también me inspiré en videos de gente que se mete en fábricas abandonadas. De hecho, la fábrica que dibujo existe. Obviamente también están Supercampeones y las historietas de El Pato Donald, así como recursos que tomé de Lucky Luke y del cómic europeo infantojuvenil.

Interiores de Lucy, el gato malvado
Interiores de Lucy, el gato malvado

Si comparamos Lucy, el gato malvado con Lucy y el misterio de la zarigüeya, ¿sentís que Lucy creció como personaje o que evolucionó tu manera de mirarla?
Entre un libro y otro pasaron tres años. Fui aprendiendo más cosas. Ahora tengo otro criterio. Hay una evolución en los personajes y también en mi forma de dibujar. Hay una doble página de la que me siento orgulloso y es evidente que hay un salto.

Mi sensación es que en Lucy, el gato malvado la estructura es circular, redonda: todo cierra al final. En cambio, en Lucy y el Misterio de la zarigüeya es progresiva, avanza y muta. Es como una espiral.

Estoy muy orgulloso de algunas páginas de este libro. Los dos son visualmente muy lindos, pero en el segundo logré cosas superadoras. En cuanto a los personajes, siento que empiezan a tener una personalidad más marcada. Coqui se va volviendo más tonto, pero me hace reír más. Anita es un poco más delirante. Cada personaje se encuentra más.

Frente al trabajo de color también hay una evolución. En el primero me ayudó mucho Delia Lozupone. Ella me dio algunos tips en un taller de consulta que tomé durante unos meses. En el segundo, la diferencia es muy visible porque el color tiene una intención. Cada escena tiene una paleta. Cuando entran a la panadería hay unos colores; cuando están afuera, otros. Es como una narrativa de colores también.

Tus historietas suelen tener capas de lectura: el subtexto detrás de la aventura es una reflexión. ¿Qué temas te interesaba poner en juego en cada uno?
En el primero quería hablar sobre el miedo, sobre cómo vencerlo. También algo sobre el trabajo en equipo. En el segundo me interesa mucho la historia de Vic. Está cansada de sus amigos. Hay un desfase, como si hubiera crecido un poco más, y por eso cuando se encuentra con otros chicos que juegan mejor al fútbol, se siente fascinada. Me ha pasado estar de un lado y del otro de esa cuerda. Al final termina bancando a su equipo. Ese es el mensaje: elegirlos a pesar de todo.

Interiores de Lucy y el misterio de la zarigüeya
Interiores de Lucy y el misterio de la zarigüeya

¿Cómo ves el papel de la historieta infanto-juvenil hoy? ¿Creés que puede hablar de temas complejos desde el humor?
Creo que es un campo muy interesante. Es un buen lugar para la historieta, porque los chicos ahí empiezan a leer. Es importante no subestimar a ningún lector. Hacer historieta infantil no quiere decir que no sea algo que un adulto no pueda leer y disfrutar. Se tratan temas importantes, pero con un código que puede decodificar un niño. Además, la historieta tiene muchos recursos que te permiten marcar una temporalidad en la que se mueve un personaje, por ejemplo. 

¿Cómo fue el proceso editorial?
En el caso del primer libro fue muy estrecho: iba mostrando cada adelanto y conversando mucho sobre cada escena, cada cuadro. Me gustó mucho el proceso y confío mucho en el criterio de los chicos de Musaraña. Además es muy lindo sentir que mostrás un avance y tenés feedback, porque eso permite buscarle la vuelta a muchas cosas y de ahí salen ideas superadoras. Es buscar el equilibrio. En algunos casos conversamos sobre cómo proponía algunas escenas pensando en los chicos que iban a leer Lucy. En ese ida y vuelta fueron apareciendo otros elementos en la composición de las siguientes viñetas, y para mí fue superador. Esa charla de dibujante a editor me parece que enriquece un montón cada libro. La tapa de Lucy, el gato malvado, por ejemplo, fue idea de Ale Bidegaray, editor de Musaraña. Él dijo: “Los chicos adelante, la casa atrás”, y fue muy acertado.

Hace diez años comenzaste a dar talleres en Buenos Aires. ¿Cómo surgió esa experiencia y qué te interesa transmitir?
Son talleres de creatividad en los que usamos el dibujo como herramienta. Me interesa generar un ambiente para que las personas se sientan relajadas para tener ideas. Para mí el proceso creativo, en general, tiene dos momentos. En el primero no se tiene que censurar nada: hay que tirar todo lo que a uno se le ocurre, y después, cuando se baja todo, ya se puede trabajar. Tengo mucha confianza en la capacidad de las personas para dibujar, porque lo hice toda mi vida. Disfruto mucho cuando una persona se sorprende de lo que está haciendo. Además, dibujar te da salud mental. Dibujar es como un acto de resistencia. Es una tarea que requiere concentración, enfoque, sostén. Eso, al final, te hace bien. El año pasado editamos una revista de historieta muy buena, donde usamos textos ajenos. Este año también lo haremos.

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