La vida y la obra de Roberto Arlt suponen un campo abierto de posibilidades tanto para la producción ensayística como para la creación artística. Este último es el caso de Roberto Arlt cronista criminal, novela gráfica editada por Hotel de las Ideas en la que Diego Rey, en el dibujo, y Santiago Sánchez Kutika, en el guion, salen al relevo de los años en que el autor de Los siete locos se desarrolló como periodista de policiales para el Diario Crítica, fundado por Natalio Botana. Una mujer intenta suicidarse en su cuarto de pensión, un expatriado polaco imagina una futura revolución financiada por el dinero de un piringundín, la autopsia “dudosa” de un concejal asesinado, son algunas de las coberturas policiales que se describen.
Pero más allá de los “casos” sobre los que gira lo supuestamente medular de la trama, a través de esos años iniciáticos de Arlt, se nos muestra al sesgo una zona vivencial que hoy intuimos irrecuperable: la aventura periodística como hecho poético, el clima de redacción con su aura bohemia, la construcción de la noticia inseparable de la inquietud y la curiosidad por el mundo. En Arlt cronista criminal se deambula mucho, se dialoga en cafetines, se organizan movidas gremiales, se va al teatro, se escucha zarzuela, se discute sobre episodios anarquistas de otras latitudes. Ahí están entonces los poetas Nicolás Olivari y Raúl González Tuñón junto a Arlt, componiendo su dialéctica de bar periférico que daría forma a todo un imaginario de época: el de los márgenes de la modernidad porteña que surgió a contrapelo de las elites culturales de los años 20 y 30.
Otro escritor al que se alude es Ricardo Guiraldes (en el momento de la escritura de su obituario), quien fue crucial para Arlt en la lectura y corrección del manuscrito que terminaría resultando en la novela El juguete rabioso. No es menor la referencia al escritor nacido en San Antonio de Areco; si bien funcionaba como mentor y en su momento era considerado una voz faro para las letras locales, Arlt no terminará espejándose en su obra sino que se erigirá como antídoto ante el insistente despliegue de una pluma “de a caballo” por parte de Guiraldes. Es 1926: el año de la publicación de Don segundo sombra y El juguete rabioso. De un lado el intento por renovar la literatura gauchesca, por el otro (el de Arlt) la visionaria construcción de un mapa sobre el desarrollo de la vida urbana en Buenos Aires. A partir de allí se elaboran y enraízan muchos de los atajos culturales de la sociedad argentina futura.
La dupla Rey-Sánchez Kutika construye un fresco valioso sobre aquel momento. Cada episodio está narrado a partir de una escala cromática particular, más allá de las tonalidades ocre que -como si se tratara de una suerte de estribillo por vías del dibujo- van puntuando y modulando el relato. La narración se asienta en uso perfecto del ritmo que combina con equilibrio secuencias descriptivas, “silencios” y momentos traccionados por la acción. Los globos dialogales no sobreabundan, más bien hay una justeza del texto en consonancia con la imagen. Con un dibujo que reclama trazar una genealogía donde puedan entrar desde Carlos Nine hasta Juan Sáenz Valiente, la figuración de los personajes -jugando con un borde caricaturesco- atempera el clima melancólico de extramuros que puebla el volumen.