En un momento en el que los nuevos artistas del género –mal llamado– “urbano” proliferan desde cualquier rincón del mundo a caballito de campañas publicitarias que tienden a esconder falencias artísticas y compositivas, el ascenso de Absa G es uno de los que hay que seguir con muchísima atención. ¿Por qué centrar la mirada en el México profundo? Porque de allí está emergiendo uno de los artistas más interesantes y versátiles de la nueva escena latinoamericana. A sus apenas 22 años de edad, el rapero oriundo de la Ciudad de Chihuahua ha logrado asentarse en la región con un sonido que encarna todas las contradicciones del México moderno y que, al mismo tiempo, evita caer en los clichés de los típicos productos enlatados que imitan el sonido proveniente de Atlanta y Puerto Rico.
No es que busquemos repetirlo en exceso, pero el flow de Abel Salinas es pura agilidad, versatilidad y claridad. En sus rimas e inflexiones, el clásico choque entre el campo y la ciudad se hace presente, dejando en claro que la tradición puede tener peso sobre los hombros de un artista pero que no por ello debe mantenerse como tal. Si a esta ecuación le sumamos un excelente trabajo de producción, la realidad se hace más que evidente: Absa G. supera el siempre incómodo dilema entre la independencia y la dependencia industrial exhibiéndose –en la teoría y en la práctica– como alguien dispuesto a asumir todos los riesgos (artísticos) posibles.
Su inteligente y audaz disco debut, Cactus (2020), es precisamente la demostración de que, en un solo movimiento, se puede ser fiel a las raíces culturales y llevar dicha tradición hacia nuevas e innovadoras alturas. Sin dejar de homenajear al hip hop de la vieja escuela (la californiana, para ser más preciso), lo que predomina es la conexión entre la estética chicana –más latina que ninguna, vale decirlo–, el peso específico del soul, el funk, el góspel y del jazz en la columna vertebral y la intrigante presencia de sonidos más ligados a la electrónica como la EDM, el acid-house y el chill out. El diálogo entre lo retro y lo futurista es otra de las características salientes del disco, así como también la irrupción de la aridez lo-fi del desierto dentro del inevitable frenetismo de la ciudad.
También pivoteando sobre la dualidad analógico-digital, Absa G. construye rimas inteligentes y alejadas del cliché, así como precisos y experimentales beats que apuntalan un concepto tan nostálgico como bailable. Claro que hay lugar para el tono más oscuro e introspectivo, pero del laberinto siempre se sale a puro baile, como en una fiesta popular 3.0 bien caliente. La frescura de su propuesta es total, así como el hecho de que plantea el fin del conservadurismo del México más profundo: un nuevo barrio ha llegado y está lleno de historias que deben ser escuchadas. Superando obstáculos desde la ciudad rodeada por el desierto, aprendiendo mientras camina con decisión, Absa G. se erige como un artista consciente de su propia modernidad: en sus canciones, se entrelazan el lo-fi, el chill out, el R&B, el jazz, el soul, el góspel, el pop post-2000 y la EDM.
Un abanico sonoro muy amplio que seguramente siga creciendo con el correr de los años y que será lo que le permita a este joven talento reinventarse cuando se le empiece a pedir algo novedoso. Pero hoy no es momento de pensar en ello, sino más bien de disfrutar sin restricciones de un artista completo que está llamado a ser uno de los que marque el rumbo dentro de la nueva escena latinoamericana.
Escuchá a Absa G. en plataformas de streaming (Spotify, Apple Music).