La música de Emote es tan inquieta y expansiva como su recorrido creativo. “Siempre fue ese mi lado más estimulado, el artístico”, cuenta la artista argentina en conversación con Indie Hoy, recordando una infancia atravesada por clases de guitarra, comedia musical y pintura. Desde entonces, Ema Schatzyki explora el arte con la misma naturalidad con la que otros aprenden a caminar o hablar.
Su primer álbum, El jardín de mi corazón, la presenta bajo un seudónimo que la acompaña desde la adolescencia. Con el tiempo, los conocimientos que fue adquiriendo dieron lugar a una curiosidad cada vez más activa. En 2020, todavía en el colegio secundario y atravesando la pandemia desde su casa en Buenos Aires, ese lado artístico transformaron la acumulación de estímulos en el deseo de crear.
“Empecé a jugar —admite—. Y esas producciones eran obviamente muy iniciales, muy llanas, sin nada de nada. Yo produje todo con una aplicación gratis de la compu. Nunca hice la inversión de comprar Logic, pagar clases de producción o contratar a alguien que me ayude, porque nunca tuve el pensamiento de ‘yo voy a ser una artista’. Yo ya me sentía una artista”.
Su lectura del arte como un terreno a explorar la liberó de pensar en el proceso artístico como algo cohesivo o necesariamente ordenado. Tanto es así, que El jardín de mi corazón llegó a ella una vez terminado, como si el collage de piezas disociadas hubiera estado en formación en un subsuelo, siempre latente, pero oculto. Emote entiende a la obra como un proceso único, pero no por eso indistinto a las influencias y acopios que la orbitan. “No existe inventar algo —declara—. Existe agarrar cosas que ya existen y juntarlas”.
Por eso, su proyecto está plagado de sonidos que la inspiraron y referencias directas a la literatura y las artes plásticas. En “Venado Herido (1946)”, por ejemplo, además de adoptar el título de la obra de Frida Kahlo, parafrasea a Borges al confesar: “A veces me pregunto si mi corazón es un museo de toda la gente que me amó”.
En el cosmos creativo de Emote, los nombres que resuenan son diversos, pero intervenidos por factores y lugares comunes entre sí. Por ejemplo, su obsesión por los discos conceptuales se tradujo en un fuerte fanatismo por Rosalía, sobre todo hacia la obra maestra que es El mal querer (2018), y otras obras ultraconcentradas como Cry Baby (2015) de Melanie Martinez y The Wall (1979) de Pink Floyd. En la vereda de enfrente, también destaca la simpleza perfecta de The Beatles en Rubber Soul (1965) y la poesía de Gustavo Cerati en Bocanada (1999).
Emote tomó la obra de sus influencias como material teórico y estudió sus decisiones hasta alcanzar las formas que más admiraba de ellas. Por ejemplo, uno de sus métodos incluía “desnudar la canción y fijarse si se sostiene o no”, ejercicio que aplicó para evaluar el producto final que es hoy su primer álbum. Los conceptos propios, por su parte, llegaron, inevitables, con la vida misma.
“Hubo un trayecto en mi vida que estuvo lleno de cambios —explica—. Me pasaron mil cosas, descubrí un montón de cosas de mí misma, de mi sexualidad, de mi relación con la gente, con mis amigos, con las mujeres, con los hombres, con todo. Y eso fue desde junio de 2023, hasta 'Igual no es para tanto', la última canción que escribí”.
El proyecto deja entrever esa multiplicidad de cambios. El track inicial, que da nombre al disco, habla de un jardín que se ve cómo el de una canción que cantaba su abuela; “Mia” se desprende de una carta a su mejor amiga; “Mi perla” fue escrita durante un enamoramiento que devino en un corazón roto. Y, a su vez, El jardín de mi corazón también sirve de reflejo genuino a su manifiesto de invención.
“En este proyecto surgió algo, que capaz me caracteriza como artista, que es que yo no quiero hacerlo perfecto —asegura—. Yo no quiero hacerlo profesional. Yo prefiero una toma desafinada, pero con emoción, que una toma afinada sin emoción. He grabado cosas llorando y dejé esa toma, aunque desafiné una nota. Me gusta que es muy mío, muy personal. Es como un engendro, como un ejercicio”.
Entre los objetivos de esta obra, Emote se propone ejercitar la poesía, el humor, la experimentación, la obsesión por los conceptos y por los espacios. En ese camino, la figura de la mujer aparece una y otra vez: en cómo habla de ellas (y de sí misma), en la forma hipersensible e hiperconsciente en que ama una mujer sáfica, y en la mirada que eso proyecta sobre todas las áreas de su existencia.
“A mí me gusta mucho la rareza, siempre me refugié ahí”, concluye Ema, y resuena en ese jardín, el que invita a atravesar, camino a su corazón. Su primer disco crea un universo con hambre de evolución y unicidad, perpetuamente ilimitado.
Escucha a Emote en plataformas (Spotify, Tidal, Apple Music).