Antes de encaminar su carrera en solitario, Juan Robles formó parte de la agrupación de rock progresivo llamada Lagarto Invisible. Recuerda cómo, siendo aún adolescentes, decidieron crear canciones propias en lugar de seguir interpretando temas de La Máquina de Hacer Pájaros. Tras la disolución de la banda, Juan se interiorizó en la composición y pronto se dio cuenta de que tenía suficiente material para un álbum.
Así nació su primer disco en solitario, Notas de voz (2018), y tres años más tarde presentó Perspectiva Buksed (2022), disco grabado y filmado en vivo en su Mar del Plata Natal.
“Cuando llegué acá a Buenos Aires, me vine solo con un disco, porque el primer disco lo borré. Lo había hecho de muy chico, como a los 15 años, y por más que suene muy bien, no me sentía muy relacionado”, confiesa Juan en conversación con Indie Hoy, revelando así el espíritu inquieto que lo impulsa. Cada canción que compone es una pincelada en el lienzo de su evolución. Como un explorador, Juan Robles navega las corrientes del cambio y la autenticidad.
“Siempre hubo música en casa, porque mi padre es músico, mi vieja bailarina, y casi todas las amistades que estaban tenían que ver con eso, y las que quizás no estaban involucradas directamente vivían la música desde otros lados“, recuerda Juan entre suspiros. En el seno de su hogar, el arte no era solo una presencia, sino una respiración compartida, una conversación íntima que se tejía en los hilos del día a día.
Dentro del torrente de sonidos que conforma su tercer álbum, Tambores de arena (2023), se concentran destellos de rock alternativo, trip-hop y electrónica, pero surge con un brillo particular el neotango, un género que ha sido compañero fiel. Esta corriente musical, que fusiona la pasión del tango tradicional con elementos contemporáneos, se convierte en una fuente de inspiración y significado para el artista.
“El tango está en mi vida desde siempre -admite-. Básicamente de allí vengo. Y es medio inevitable por momentos. Crecí con toda mi familia tanguera habitando el tango. Más allá de la escucha, viviendo el ambiente del tango. Familiares, amigos, músicos de tango. Estuve metido en los bares desde que nací, hasta altas horas de la noche. Esto tiene que ver un poco con la oscuridad del disco”.
Tambores de arena no solo es un título evocador, sino que también encapsula la esencia conceptual que impulsa el álbum. La escena nos invita a imaginar un proceso continuo de transformación, donde las capas de tiempo se acumulan y se desvanecen, al igual que las partículas de arena que se deslizan a través de un reloj. En este sentido, el título refleja la idea de un ciclo mutante de creación, donde cada canción contribuye a la formación del todo.
“Quería llevar a pensar algo completamente diferente dentro del formato canción -cuenta Juan-. Diferente a lo que se escucha hoy en día quizás, en general. Y también notaba cierta agresividad en las canciones, más allá de que hay muchas canciones de amor también y demás. Al principio, cuando recién estaban naciendo las primeras células melódicas, leí en un libro de poesía de Miguel Hernández, que el tipo le decía ‘tambores de arena’ a los ruedos, donde se hacen las corridas de toros, a los registros donde se desarrolla toda esa movida. Y me impactó mucho la imagen de que le llamara así”.
“Después, al poco tiempo, encontré que Marco Polo había dicho en su libro sobre expediciones, que en los desiertos conoció el fenómeno de las dunas cantoras. Es cuando hay una gran potencia de aire muy específica que pega contra esas alturas de arena y se genera como una música que se escucha por el ruido de los millones y millones de gritos de arena. Y dijo que escuchaba redobles de tambores, chasquidos de espadas, y eso me quedó”, concluye Juan. En estas palabras, el nombre se erige como un mosaico de influencias literarias y fenómenos naturales, capturando la unicidad y evolución constante de su música. Las canciones del álbum reflejan agresividad, nostalgia y una búsqueda inquebrantable de expresión.
Cambiar y reinventarse es más que una elección para Robles: es un llamado necesario para su desarrollo artístico. Esta travesía de exploración, donde cada giro es un desafío nuevo, se convierte en un río en el que fluyen las aguas de la creatividad. La audacia de traspasar límites y abrazar lo desconocido se traduce en una paleta de sonidos que no conoce fronteras.
“Me gusta un poco la idea de la cuestión medio camaleónica -cuenta-. Ahora ya tengo bastante masticado la idea de lo que quiero encarar, ahora en noviembre o diciembre, que es un nuevo proyecto. Y ya sé qué sonido quiero, más o menos lo tengo pensado. Y no tiene nada que ver con los discos anteriores. Me gusta un poco eso. Si no, me aburriría mucho. Inclusive ahora que vamos a presentar Tambores de arena, ya es diferente a lo que suena del disco”.
Sin embargo, en la amalgama de su discografía, Tambores de arena, realizado junto al productor Esteban Frontera, destella como un punto de inflexión marcado por una revelación profunda y un impulso renovado. “Libertad absoluta -define Juan, en un acto de confianza y valentía-. No hubo reflexión. El sonido ya estaba, lo tenía todo escaneado. Y lo único que hice fue ponerlo en la computadora. Empecé a componer completamente libre, y sabía que cualquiera de las cosas que hiciera, iba a funcionar. Una vez que tenés un tema que más o menos suena, ya sabés para dónde va el otro. Son ramificaciones de una misma cosa, que por más que sea heterogéneo, es esa cosa que se expande”.
La portada del álbum se presenta como una obra de arte que entrelaza las influencias de “La clase de anatomía” de Rembrandt y Sgt. Pepper’s de The Beatles, aportando un distintivo componente visual a la experiencia auditiva. “Me gustaba la idea de pensar en abrir a una persona en canal para ver qué es lo que tiene adentro, qué es lo que hay ahí, por qué hizo y dijo tal cosa“, comparte Juan, mientras su voz desvela una sincera introspección, siendo consciente de cuánto se entregó en una propia disección emocional.
Escuchá a Juan Robles en plataformas de streaming (Spotify, Tidal, Apple Music).