Era una tarde de verano y la ciudad de Ayacucho, provincia de Buenos Aires, estaba inundada por un silencio total. De repente, la paz se vio eclipsada por el rugir de motores de autos y motos que se paseaban por las calles. Si se miraba con atención, no era difícil darse cuenta de que muchos de los conductores no tenían mucho más de 11 años. Para esto había dos explicaciones: o los padres habían decidido regalarles un auto, o tenían uno que no utilizaban y decidieron dárselo.
Ese día, un pequeño Agustín Cabrera de 8 años observaba todo desde la vereda de su casa mientras por dentro sonaba en un volumen muy bajo aquel cd de The Beatles de la colección de su padre, un compilado que tenía la discografía completa del cuarteto de Liverpool. Estaba hecho a partir de una interfaz en Flash donde podían apreciarse todas las carátulas, y si se seleccionaba alguna de ellas aparecía la lista de temas y sus respectivas letras. Podía pasar horas sentado frente a la computadora escuchando. Entonces, por un lado su familia le inculcaba el rock, y por el otro, el género que se hacía sonar por excelencia en el barrio, la escuela o la casa de sus amigos, era la cumbia.
En 2008 descubrió 4chan, el foro online en el que se puede comentar sobre diversas temáticas y subir memes de manera anónima. Ese fue su primer acercamiento a la cultura de Internet. Era la época en la que youtubers de la primera camada argentina como Magnus Mefisto y Marito Baracus daban sus primeros pasos, y que para él formarían parte de su infancia. “Obviamente que uno se va quedando, y es inevitable eso, pero yo siempre presto atención. Me gusta ver qué hacen los pibes, tengo una hermana mucho más joven que yo”, dice hoy Agustín en conversación con Indie Hoy sobre las nuevas tecnologías y usuarios de la información, mientras bebe ansiosamente una cerveza en el café Las Artes de La Plata.
Sobre la mesa posan unas extravagantes gafas negras cuyas patas de plástico simulan estar entrelazadas dejando algunos huecos sin relleno, que transmiten una energía al mejor estilo farandulesco de famosos como Antonio Gasalla, Pablo Lescano o el cantante de La Mosca. Lleva puesto un piluso blanco. Esa noche personifica a Chebrolet, el alter ego que creó para hacer música hardbass. Este género surgió en Rusia y es característico del estereotipo del gópnik, la “subcultura delincuente” de aquel país, o como lo definiría el artista, “su cumbia villera”. Lo descubrió durante la primavera de 2021 vagando, como de costumbre, por YouTube. Así profundizó en su interés por todo lo que viene de la familia del hard, desde el hardhouse hasta el hard techno. Siempre había querido hacer canciones sobre ese tipo de bases y un día el algoritmo le presentó la oportunidad perfecta.
De alguna manera, lo popular y la música rodearon a Agustín desde su niñez hasta su adolescencia; también formaron parte de ese círculo la fiesta del ternero y los bailes de campo. Es más, Cabrera recuerda que en su hogar cada integrante tenía su propia televisión. En ese sentido, una de las cosas que todos los niños nacidos entre finales de los ochenta y principios de los noventa rescatan de aquel aparato es la transición entre los canales infantiles Big Channel y Magic Kids. Estos no pasaron desapercibidos para aquel ayacuchense, que en solitario miraba dibujos y animes como Dragon Ball. En cuanto al momento de almorzar o cenar en familia, era habitual que sintonicen programas del estilo de Showmatch, Bailando por un sueño o Rompeportones.
Agustín se considera fierrero, pero nunca fue de ver competencias. Por esa misma razón tampoco es fanático de Chevrolet; el nombre surgió simplemente de la nada. “Sencillamente dije ‘Chevrolet con b larga’ y me pareció super estúpido! -admite- ¡Me gustó y le puse así!”. Algo muy similar le sucede con “Renault 12”, canción que subió en 2022 a YouTube que se volvió viral. A pesar de ser su hit, nunca tuvo un Renault 12 en sus manos ni en las de su familia. Aquel modelo de auto se dejó de fabricar en 1996, pero con los años se ha convertido en un símbolo de la cultura automotriz y la economía inestable de Argentina. Es que, como dice la letra, “los repuestos son baratos” y “Y pa’ andar nada gasta, sea a gas o a nafta”. Su relación más cercana con este vehículo fue mediante un tío y sus amigos. “Siempre hubo un amigo que tenía un 12”, remata Cabrera entre risas. En ese sentido, reconoce que la idea de cantarle este tipo de objetos es hedonista y celebra “lo que se tiene entre las manos” antes que “lo que está allá, lejos”.
Ese mismo camino es el que sigue con “La 110”, canción estrenada en 2023 donde canta “la arregla mi primito jugando a la play”, apoyándose en las facilidades que tiene este modelo de moto para ser desarmada. El mismo cantante, quien en este caso sí tiene una 110, sostiene que lo que hace tan populares a sus canciones es la relación “precio calidad”. Incluso, recuerda aquella vez en que subió una historia a Instagram con la imagen de un Ford Escort y su público empezó a contestarla con historias personales acerca de esos autos y de cómo se les habían fundido. “Yo también conozco historias de Escorts fundidos -dice-, pero claro, andá a arreglarlo…”.
Agustín siempre fue muy curioso y admite tener un “exceso de interés” sobre muchas cosas. La primera canción que estrenó en YouTube como Chebrolet se llama “Secta”, y él explica que nunca sintió haber formado parte de una. Sin embargo, comenta que cuando era niño decidió meterse en el cristianismo. No tenía una tradición familiar religiosa, pero sí barrial. Tampoco iba a una escuela privada. Simplemente se había encontrado con las ideas de Jesús y le gustaron. Así se acercó a la parroquia del barrio para empezar a tomar catequesis e ir a las misas, que para él eran “un momento contemplativo”. Según él, se trataba de un mundo muy interesante. Un día llegó la adolescencia y decidió dejarlo de lado, tirarlo todo a la basura. En esa línea, describe aquellas reuniones de domingo en Ayacucho como “normales”, “totalmente genéricas” y “aburridas”. “No me gustaba ir a misa, pero iba”, explica mientras lanza una risa muy pícara.
De esa manera, Cabrera encara su vida creando y sosteniendo al mismo tiempo varios proyectos en los que se disocia de la figura de Chebrolet y se sumerge en diferentes géneros populares. Esto se debe a que le gusta la idea de generar universos musicales que en algunos casos son canónicos entre sí y en otros no. Para él, las canciones son poemas, y por ende no tienen ni texto expositivo, ni prosa. Esto le genera una facilidad para “descubrir historias” a medida que compone.
“A mí me divierte un montón -admite-. Es como que vas, hacés una canción, creás un personaje o creás otra historia de un personaje y se va creando un mundo de fantasía”. Una de esas creaciones es Fundación El Gusano, donde hace algo que describe como “cumbia municipal” y con el que publicó el álbum Nueva música cultural, el EP Cumbia municipal y el single “Amigo de todas las personas”. Esta banda forma parte de un mundo muy cerrado que además es totalmente paralelo al del cantante de “Renault 12”, por lo que nunca podrían hacer una colaboración. En ese género también se puede ubicar a Murió Campera, una agrupación dedicada a los “covers vixeros” de la cual se desprende el EP Música pa celular.
El proyecto que sí se relaciona con el artista de hardbass es El Pocito Rocanrol, otra banda que gira en torno a lo que denomina como “rock hecho mierda”, con la que publicó el disco Salven a los bagres. Agustín había comenzado a grabar en ese proyecto en 2016, pero por alguna razón nunca había terminado el álbum. Con el éxito viral y las elecciones presidenciales cada vez más cerca, a principios de este año Chebrolet publicó “Renault 12 presidente”, una canción punk. Ese fue el empujón para inventar una colaboración entre ambos polos de su vida. La idea era estrenar el tema y el álbum al mismo tiempo para que si el primero cosechaba una buena cantidad de oyentes eso pudiera repercutir en el segundo.
Al punk lo curtió mucho durante su adolescencia y los primeros años de adultez. De hecho, en 2011 fundó Betty Susurros, banda ayacuchense con la que armaban fechas y tocaban en eventos locales de su ciudad. Ese mismo año, Agustín comenzó a estudiar Música Popular en la Facultad de Bellas Artes de La Plata, por lo que la agrupación dejó de tocar tan seguido y en 2018 se separaron. En esos tiempos de traspaso entre la escuela secundaria y la universidad, escuchaba mucho a Flema y a 2 Minutos, particularmente canciones como “Bienvenido el vino” o “Ya no sos igual”, con letras que hacen referencia directa a lo que se vivía en los barrios más humildes de la Argentina. Esto le hace relacionar el punk con la cumbia y el hardbass, ya que según él son mundos conectados por el sustrato social, “cosas de la esfera de lo cabeza”. “Muchos punkies dicen que la cumbia es una cosa muy punk”, cuenta.
Otra de las cuestiones presentes en las canciones de Chebrolet es el fútbol. De esa pasión argentina nacieron “Renault 12 juega a la pelota”, “Mesi” y “Mesi Dembow”. A pesar de que a Cabrera le gusta el fútbol, nunca se consideró muy futbolero. Es más, de chico era hincha de Boca pero no miraba sus partidos. No fue hasta que un día agarró y se dijo “¡Pará! Yo estoy mintiendo si digo que soy hincha de Boca porque de esa manera soy un careta. O sea… ¡Le falto el respeto a los hinchas de Boca!”. En ese mismo instante decidió que no quería seguir a ningún equipo, algo que rompió cuando llegó a La Plata y le empezó a gustar Gimnasia. Le resulta interesante la manera actual en que este equipo sale a bancar los trapos con ese espíritu de underdog, peleando en primera con jugadores de las formativas y con un entrenador que llegó por una cuestión de crisis del club.
Para cuando Argentina ganó el Mundial de Qatar 2022, Cabrera se había ido a vivir a la casa de su hermano en Buenos Aires. Ese día Agustín gritó y lloró como nunca lo había hecho antes. El penal de Gonzalo Montiel le dio el paso para ir a festejar al Obelisco. Una vez allí, mientras sus amigos estaban subidos a la valla, él miraba todo desde abajo exhausto sin comprender lo que estaba sucediendo. No tenía espacio para estar felíz. “No entendí lo que estaba pasando, trataba de entender -recuerda-. Fue increíble. Fue impresionante. No caí”.
Dos días después, asimiló la importancia de aquel hecho y la alegría lo llevó a recibir a los jugadores de la Selección, que acababan de arribar al país. Con una cerveza en la mano, caminaba extasiado por la calle sin saber para dónde ir entre millones de personas. A su sentir, se trató de un resarcimiento de que “lo atado con alambre se puede”, porque para él la triste idea de que Argentina es un país que tiene todo para estar bien posicionado en muchas cosas, pero por algún motivo no lo logra, está muy presente en sus ciudadanos. “Y eso fue la historia de la Selección Argentina y de Messi: tener todo para ganar, y no ganar… ¡Ridículo! ¡Contra Chile dos Copas América!”, exclama. Como aquellos días, las canciones de Chebrolet invitan a una fiesta popular, a una revolución de los argentinismos.
Escuchá a Chebrolet en plataformas de streaming (Spotify, Tidal, Apple Music).