La verdad es que hay una contracara para todo, y Mad Tree indagó en el rock, el rap, el funk, y hasta podría decirse que en el pop para revelar el lado nostálgico y agónico de la vida. Los rasgados coros de Sebastián Izáciga y su mezcla de riffs rockeros y funky son el gancho del conjunto. Un manejo pulido en batería de Nicolás Gutiérrez y un bajo edificante por Valeria Romero crean la escena propicia para los versos penetrantes de Centésimo Humano.
El inicio del álbum arranca con “Fusil”, porque eso precisamente es. Es un tema que, con un lick rockero y distorsionado, nos encamina a un eventual interludio más baladoso. Su golpe fuerte está en el cierre con un disparo de rock más clásico mientras predica los pasos a seguir del desarraigo. Más adelante late con toda la sensualidad el bajo de Valeria junto a una base de batería impecable para abrir paso a “Andromedario”. Acompañada por un riff pegajoso, siguen una serie de acordes más específicos. De esos que tienen letras y números confusos más propios del jazz y del funk. Los versos del mismo parecen haberse subido arriba del Apolo que va directo a la galaxia del amor.
Le sigue “Rubí” con una intro oscura y seductora para caer en una base más jazzera. Un lindo tema para darnos cuenta que las voces funcionan mejor juntas; cuentan otra historia. Entre rasgueos recortados y los platillos retumbando en su centro, “Rubí” apela no solo a aires progesivos para confortarnos sino a versos precisos sobre el lado oscuro del amor. “Circo” es probablemente el elemento que refleja la huella del conjunto. Siguiendo el concepto Mad Tree, se trataría de una canción rockera, obvio, pero con un ápice de ira y revolución. Discute, ampliamente, con la dualidad existente de esta vida enmascarada; el canto acelerado, por no decir rapeado, le agrega su toque visceral. Por el final del disco está “Femme Fatale”, que ya el nombre nos da un guiño sobre qué se trata. Sí, ese último llanto y anhelo de esperanza por el que pasamos cuando nos desilusionan. Se trata de un grito de libertad, o por lo menos su petición.
El demográfico de artistas emergentes en Colombia parecen recaer todos en la misma virtud, una disciplina en rigor. El conjunto de la capital colombiana, Mad Tree, presentó su primer disco Centésimo Humano. Un álbum que atraviesa los azares de la vida y desenmascara la forma de relacionarnos entre nosotros. Con los aires de un rock clásico por no decir típico, Centésimo Humano apela a líricas galácticas, prácticamente espirituales y nos abre los ojos para reflexionar sobre los males que están siempre más cerca de lo que creemos.